Capítulo 15 - Advertencia

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Los ojos se le abren progresivamente acostumbrándose a la poca luz que entra desde el pasillo. Le lleva un momento recordar qué sucedió la noche anterior, pero un peso al otro lado del colchón le despeja las dudas prácticamente al segundo. Con el corazón a punto de reventar, ladea ligeramente su cabeza para quedar cara a cara con el contrario. Para su sorpresa, dos ojos cafés con una intensidad desmesurada le despejan por completo. Lo que tampoco espera Raoul es la sonrisa deslumbrante de paletas separadas que le da los buenos días, la Feliz Navidad y el Año Nuevo incluso.

-¿Me estabas mirando dormir? -pregunta con una voz ronca propia de recién levantado que se molesta en borrar con un carraspeo vergonzoso

-¿Te incomoda? Perdón... -pide el canario poniendo una mueca de arrepentimiento

-No, no es eso -niega con la cabeza el rubio incorporándose en la cama y frotándose los ojos con la pereza rezumando por todos sus poros- ¿llevas mucho despierto? Podrías haber salido a desayunar o lo que sea, me sabe mal

-Ni te rayes, Raoul, ya habéis hecho un montón por mí, no te preocupes -lo tranquiliza poniéndose a su misma altura- además me tranquiliza verte, la respiración calmada haciendo que tu pecho se hinche y desinche lentamente, los ojos cerrados custodiados por unas pestañas finisimas contrastando con los labios gorditos entreabiertos...

La mirada de Agoney recae en la boca de Raoul, quien ha empezado a contener la respiración sin darse cuenta y acaba mordiendo ligeramente su labio inferior como acto reflejo.

"Para que luego diga que no sabe expresarse" maldice el catalán mentalmente intentando controlar sus instintos.

El canario, dándose cuenta de que lleva varios segundos hipnotizado y perdido en el tono rosado de los labios contrarios, decide levantar la vista de nuevo y enfrentarse ahora a la luz que desprenden los ojos ambarinos de Raoul.

-Es como que me consigues transmitir la calma y la paz que sientes cuando duermes -acaba la explicación el moreno- no sé, es raro

-No es raro, es precioso -le corrige con media sonrisa el menor

-¿Sí? No sé... yo no digo estas cosas, Raoul -reconoce algo avergonzado Agoney imitando el gesto del contrario- yo reviento taquillas y rayo coches

-Pues deberías hablar más

-¿Tú crees?

-Sí

-¿Sabes qué creo yo? -pregunta el canario alzando una ceja

-¿Qué?

-Que estamos hablando demasiado

Raoul suelta una carcajada que acaba siendo asesinada por los labios del contrario, devorando los propios con fiereza y sin compasión alguna. Superada la sorpresa inicial, el catalán cierra los ojos y empieza a mover los labios y la lengua acompasandolos a los de Agoney. Las manos de Raoul, que permanecen estáticas en el cuello del contrario, acarician con los pulgares la barba de Agoney mientras que las del canario optan por posarse en las caderas del rubio para unir sus cuerpos buscando una fricción fortuita entre ambos que acaba logrando con éxito.

Raoul no sabe dónde pretende llegar el tinerfeño con todo esto -o quizás si lo sepa pero no quiere pararse a pensarlo- pero él simplemente se deja llevar, porque algo que sienta tan bien no puede salir mal.

Raoul se deja llevar porque si él siente fuegos artificiales en las entrañas con cada beso y pura dinamita con cada roce travieso, ¿por qué Agoney no iba a sentir lo mismo?

Raoul se deja llevar y la primera advertencia del destino le llega de la mano de su padre, quien ajeno a todo lo ocurrido la noche anterior, opta por abrir la puerta para despertar a su hijo descubriendo así que no está solo.

TIEMPO MUERTO (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora