32 - 4 años

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SARAH

Ambos volvimos a la sala, donde Daniel y Charlott conversaban animadamente.

— Sam y yo saldremos...no se a que hora volveré, de seguro tarde...así que... —

— Está bien —soltó Daniel con desagrado— que se diviertan —habló de la misma manera.

 — Igual tú —remarqué con enfado. Tomé la mano de Sam y le pedí que nos vayamos. Nos despedimos secamente y nos fuimos

— Tengo muchas cosas en mente para pasar ésta noche —la voz de Sam rompió el silencio que se formó dentro del auto camino a su casa. Lo miré de reojo y noté su sonrisilla.

— ¿Y puedo saber una de esas cosas? —pregunté picara. Su sonrisa aumentó.

— ¿Lo quieres con detalles? —susurró relamiendo sus labios. No logré reaccionar hacia tal gesto, así que mantuve el silencio y eso lo hizo reír.

Llegamos a su solitaria casa donde reinaba un silencio escalofriante. Al entrar a ésta los recuerdos salieron a flote en mi mente. Antes de que dijera algo, me tomó por las piernas y me subió a su hombro. Solté una carcajada mientras él comenzó el recorrido hacia su habitación. Al llegar a ésta, Sam me sonrió con lujuria.

— Quédate...aquí...conmigo —me pidió entre besos calientes.

— No lo sé, se armaría un gran escandalo si se enterasen que tu asistente vive prácticamente contigo —solté desanimada.

— Entonces ya no es mi asistente, está despedida señorita Elmor —susurró sobre mis labios.

— ¿Y cuál es su justificación señor Whirlan? —cuestioné esquivando sus mordiscos.

— Es muy desobediente y terca —gruñó tomando mi trasero con fuerza.

— Tal vez sea porque ya me arte de que me dijera que hacer todo el tiempo —solté rodeando mis brazos en su cuello.

— Que irónico —comentó Sam— a mi me encanta dar ordenes y tú las detestas —me dijo bajito.

— Espero que le guste los desafíos, porque no le haré fácil señor Whirlan —lo desafié rozando con sensualidad sus labios. Él sonrió placentero y sin previo aviso me arroja a la cama. Solté un pequeño grito e intenté oponerme, mientras él intentaba colarse entre mis piernas. Su ronca risa me estremeció y cedí. Nuestros cuerpos estaban pegado, nuestros ojos clavados el uno al otro.

— No entiendo como es que te dejé ir —habló rozando su nariz con la mía.

— Éramos jóvenes —le dije antes de besarlo y dejar de hablar del pasado. Sus labios se movían lentamente hasta detenerse.

— Quiero que me prometas una cosa —soltó de repente— que me abrazarás cuando esté fuera de si, no importa que tan furioso este, porque sé que es lo único que necesito —en su cuerpo podía notar su inquietud. La tristeza en sus palabras y el amor en sus ojos.

— Lo prometo —dije lo que quería oír solo para relajarlo. Pero sabía que le daría más que un abrazo. Mis labios volvieron a buscar los suyos. Nuestro amor puro salió a flote en nuestras caricias, nuestra piel caliente rozándose entre si. Sus manos pronto me sujetaron con fuerza el cabello separando nuestros labios. Solté un gemido por el lujurioso movimiento— quiero que me muestres —solté desesperada .Él me observó dudoso— quiero que me muestres esa parte de ti que no conozco —Sam mantuvo su rostro serio, listo para decir no— por favor —le supliqué. Suspiró rendido y su mirada pasó de temor a una de adoración.

— ¿Eres lo bastante valiente para conocer esa parte de mi? —me desafió con su mirada.

— Si —contesté de inmediato. Me levantó entre sus brazos y me llevó por un pasillo, donde se escondía una puerta desconocida para mi— no me digas, es tu cuarto rojo —bromee soltando una risita.

— Algo así —soltó serio y mi sonrisa se borró. Abrió la puerta lentamente y al instante se iluminó, dejando a la vista la habitación de la tortura. Aunque me imaginé como el de aquella película, éste estaba un poco vacía. Tan solo había una enorme cama. Una especie de maquina que no quise mirar por mucho tiempo y estantes cerrados. Una de las paredes al parecer era de cristal ,pero estaba cubierta por una cortina azul marino.

— Esto...es... —la verdad no tenía palabras.

— Me deshice de la mayoría de las cosas, no creí que las volvería a usar —dijo con tanta calma.

— No importa —lo miré. Él pareció frustrado— aún conservas algunas cosas ,úsalas...en mi —le pedí. Noté como la vena de su cuello resaltó. No sabía si estaba furioso.

— No entiendo a donde quieres llegar con esto —si, estaba furioso.

— Solo quiero conocer, quiero conocer lo que aprendiste en estos 4 años —traté de convencerlo. Tomé su mano de modo que supiera que no temía.

— ¿Y si te lastimo? —preguntó apretando mi palma. En sus ojos noté que no lo decía solo físicamente.

— Estoy preparada —acaricié su rostro suavemente— si te parece bien, podemos empezar de un modo tranquilo, no lo se...¿azotes? —mi rostro ardió de vergüenza. Sam soltó una risita al verme. Apenas le sonreí tímidamente.

— Algo tranquilo entonces —se puso serio de repente. Me tomó de la nuca y me besó de una forma voraz. Intenté tocar su pecho pero me tomó de las muñecas deteniéndome. Lentamente bajó sus manos hasta llegar al borde de mi blusa. Acarició detenidamente la piel de mi abdomen, causándome escalofríos. Hasta que me la quitó de un tirón— di que eres mía —me pidió tomándome de mi mentón, obligándome a verlo justo a los ojos.

— Soy tuya —solté suavemente. Sus ojos se cerraron con placer y su agarre se debilitó.

— No sabes cuanta paz encuentro al escucharte decir esas palabras —susurró desabrochando mis jeans. Me los bajó lentamente hasta estar al fin en ropa interior— eres preciosa —dijo con simpleza pero con mucho significado para mi— así que quieres azotes ¿he? —habló burlón. Mis mejillas se pusieron rojas— voy a consentirte en lo que quieras —se alejó de mi y se sentó en el borde de la cama. Lo miré sin entender hasta que se dio un par de golpecitos en su regazó y entonces comprendí. Tragué saliva y me acerqué . Rápidamente hizo que me recostara sobre sus piernas boca abajo. Sus enormes manos acariciaron mi trasero. Mis músculos se contrajeron al sentir el primer azote y luego otro ,y otro. Sentía lo enrojecido que estaba— ¿quieres que pare? —preguntó aprontando mi glúteo. Negué con la cabeza decidida a no rendirme. Pero tan solo dio uno más y se detuvo. Sentí como sus dedos se abrían camino hasta mi vagina. La acarició lentamente sobre la tela de mis bragas, las cuales ya estaban bastante mojadas. La combinación del dolor y el placer se volvió sublime. Corrió las bragas y volvió a acariciarme lentamente.

— Sam —gemí bajito. Con su mano libre tomó uno de mi glúteos y lo azotó al mismo tiempo en que me penetra con sus dedos. Mi cuerpo tiritó y el placer aumentó. Sus largos dedos se movían sin piedad al igual que su pulgar que estimulaba mi clítoris. Logré retener mi orgasmo no mucho tiempo. Pero cuando llegó, mi cuerpo se sintió en las nubes. Flotaba en su cielo. Sobre su lugar favorito. Cuando recapacité y mi cuerpo se calmó lo miré de reojo. Se encontraba serio viendo mi trasero y acariciándolo con su dedo índice— Sam —lo llamé. Él me miró a los ojos y sonrió. Nunca en mi vida me cansaré de esa sonrisa, tan arrogante y maliciosa. Un puto gesto que me moja las bragas y llena mi alma. 









Mi Amor Eterno : Ayer, Hoy Y Por Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora