Gerbera

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Maratón 2/4

Ahí estaba, parado frente a la puerta de esa familia que siempre lo había querido como a un hijo más. Había recibido una llamada de Eunhye pidiéndole que no se volviera a acercar a su hijo; fue como una estaca que no supo cómo quitarse. Al principio pensó en llamar nuevamente y preguntar qué había ocurrido, ya que no tuvo ni tiempo de contestar cuando le colgaron.

Sus manos y piernas temblaban, su frente estaba perlada en sudor y sus ojos recorrían desde el pomo de la puerta, hasta la telaraña que colgaba desde arriba; pensó que no limpiaban hace bastante, y al instante se golpeó mentalmente por distraerse de su foco principal.

Por fin, después de veinte minutos en los que vaciló, se decidió por tocar el dichoso timbre que anunciaría su, quizá, no tan querida llegada.

— ¿Hola...?— salió Eunhye con una blusa negra y unos sencillos jeans azules—. ¿Qué haces aquí?

Jimin tragó duro, y se frotó las manos, como normalmente hacía cuando se encontraba en la cima de su torre de nervios. Miró su reloj verificando la hora, tan solo para no tener que mirar a los ojos de la omega. Finalmente, bajó su vista hasta sus zapatos.

— Eh... yo, bueno, quise venir de visita porque-

— Te dije que no te aparecieras nunca más, ¿estás sordo?—. Cruzó sus brazos despectivamente y entrecerró sus ojos observando atentamente cada gesto del rubio.

— Lo lamento, no debí haber venido— estuvo a punto de voltearse hasta que, pensándolo mejor, quiso no desistir tan fácilmente, a pesar de que lo hería bastante el tono de la mujer que, en su tiempo, le había entregado cariño incondicional—. No, no me iré, no aún. Quiero ver a Hoseok, sólo una vez, me iré y lo dejaré en paz si eso es lo que él desea luego de esto.

Eunhye lo pensó, y sin decir nada se corrió de la puerta, indicándole al omega que pasara y cumpliera con su cometido.

Jimin, ingresó en esa casa tan acogedora, y se dirigió al cuarto del que era su mejor amigo con tanto temor, que podría correr en cualquier instante, arrepentido de sus actos.

Al llegar hasta la puerta de roble color blanco, se quedó estático sin saber cómo continuar. Se encontraba en el dilema de que no sabía qué diría o haría. ¿Cómo reaccionaría Hoseok? Visitarlo en la clínica era una cosa, ya que la madre del susodicho lo aceptaba allí y hablaba con él, pero ahora, ni ella lo quería cerca.

"Toc, toc".

¡Adelante!—. Se escuchó un pequeño grito desde adentro.

Abrió lentamente la puerta y se encontró con el beta en su escritorio dibujando algo, muy concentrado.

— Mhm—. Carraspeó para que se le prestara atención y, dicho y hecho, así fue.

— Jimin... t- tú, estás aquí— dijo con sorpresa.

Había soltado su lápiz morado con el que estaba coloreando, por lo que se veía, un retrato. Sus ojos expresaron temor, y Jimin pudo verlo, por lo que se sintió la peor escoria que podría existir.

— Lo siento, no quería molestarte— se cortó abruptamente generando un silencio sepulcral en segundos, abriendo paso a un ambiente tenso, tanto que una tijera podría cortarlo—. Bueno... quería que hablemos, ¿quieres eso?

Dudando, el beta, terminó por asentir lentamente con su cabeza. Le hizo una seña a Park para que se sentase en su cama, él se quedaría en la silla de su escritorio, donde quería convencerse de que estaría a salvo.

— Comienza, soy todo oídos.

— Discúlpame, ¿si? De verdad estoy arrepentido de lo que hice. Me comporté como un verdadero lunático teniendo una crisis psicótica. No quise lastimarte... o sí, en su momento, pero no fue a propósito, no estaba en mis cabales— observó el pintoresco techo que tenía dibujado un cielo en pleno día, lleno de nubes y un bonito arcoíris. Sus ojos picaron y sabía que los tenía rojos por aguantar tanto sus ganas de soltar su llanto—. Yo... soy un imbécil, el más grandísimo idiota que ha podido pisar nuestro planeta. Le hice daño a un increíble amigo que jamás me hizo lo que yo, y tampoco lo haría aunque le pagaran un millón de dólares, ¿y sabes por qué? Porque me quiere, o lo hacía, y me cuidaba como nadie de todos los males que hay por haber. Debí haber razonado las cosas desde un inicio; si hubiera sido así, esto no habría pasado. Lo siento tanto, Hoseok, que hasta entendería si no quisieras perdonarme. Lo que te hice es irremediable...

Jung, por un momento, sintió como el miedo se esfumaba, más, él sabía que eso duraría poco, como una pequeña poción mágica que caduca a media noche. Deseaba volver a la normalidad y continuar siendo el mejor amigo de ese omega que estaba tan o más roto que él, pero el terror lo carcomía. ¿Y si Jimin perdía la razón de nuevo? ¿Qué hubiera pasado si no se detenía? La confianza se había perdido, y estaba casi seguro de que no podría recuperarla.

— Tienes razón en algo, y es que no puedo perdonarte, lo lamento. En serio quiero hacerlo, ¿Sabes qué es lo que más deseo? Que regresemos a esos días en los que nos la pasábamos en la casa del uno o del otro y disfrutábamos de nuestra compañía— al ver los ojos de Jimin lagrimear, sintió como él también comenzaba a soltar pequeña gotas saladas— nunca en mi vida hablé más en serio cuando te digo que no puedo hacer nada esta vez. Colmaste el límite y quebraste nuestra amistad. No tienes idea de lo mal que me siento al perderte, ¡pero es que temo por mi, joder!— lloraba desconsoladamente, subiendo el tono cada vez más— ¡no puedo vivir tranquilo! ¡Tengo pesadillas, y en ellas solo te veo a ti golpeándome una y otra vez!— se levantó de su lugar y comenzó a caminar hasta quedar frente al omega, y de un empujón, levantarlo de la cama y posicionarse cara a cara— ¡me siento miserable! ¿¡Entiendes!?—. Golpeó el pecho del rubio sin detenerse.

Jimin, tomó sus dos brazos y lo frenó de golpe, logrando que Hoseok levantara su vista del suelo y lo mirara.

Beauté|KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora