Cerato

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— ¿Y cómo has estado?

— Pésimo, tuve varias crisis, lloré mucho y poco a poco estoy perdiendo todo lo que amo... lo único que me queda es mi novio—. Dijo decaído y desganado. No tenía energías para nada, ni siquiera para hablar.

— Bueno, debes apreciar lo que aún te queda, no lamentarte por lo que has perdido, porque si ya no está, quiere decir que la vida no los quería unidos, y si por el caso contrario, sí los quiere así, volverán, no te preocupes. Libera tu cabeza de los malos pensamientos y ocúpala con nuevas aficiones, personas, o lo que se te ocurra—. Le sonrió queriendo dirigirle una mirada comprensiva, algo que agradeció Jimin.

— Supongo, pero no puede evitar dolerme, me siento destrozado. Con el paso del tiempo, me voy cuestionando de qué sirve seguir viviendo. Es decir, ¿a quién le importaría? ¿Realmente iría alguien a mi funeral? ¿Alguien lamentaría mi muerte? No lo creo—. Por quinta vez en la semana, sus ojos se llenaban de lágrimas y sus manos jugaban inquietas.

— La muerte no es la salida. Quien quiere avanzar, lo hace, todo está dentro de nosotros. Además, ¿no me dijiste que sigues con tu novio? ¿No crees que a él lo haría pedazos perderte?

— Quiero pensar que sí, pero a su vez pienso en que él estaría mejor sin una carga como la que represento yo. Me siento culpable por atarlo a una persona tan miserable—. La primera gota cayó y se sintió patético por dejarse llevar tanto frente a un completo extraño.

— No eres un miserable, quizá sí pasaras varias desgracias, pero eso no implica que debas convertirte en una. Vamos con calma, ¿Está bien? Sí esto continúa así, te recetaré alguna medicación, por ahora, veamos como sigues sin ellas. No me gusta entregar pastillas de primeras. Intenta distraerte, hacer cosas que te gusten, ponle todo tu empeño y cuando te sientas mal, avisa a alguien, pero no a cualquier persona, sino que alguien que pueda auxiliarte, ¿me comprendes?

— S-sí...—. Quitó con sus manos las gotitas que caían detrás de otra mientras pensaba que no conseguiría lo que el médico le había aconsejado.

"Inténtalo, no pierdes nada con hacerlo".

Palabras de él mismo, cada vez que se proponía algo que, era incierto si lograría realizar.

— Bueno, ¿Tienes algo más que decirme?—. Preguntó cuidadosamente, para no omitir ningún gesto facial que podría indicarle si es cierto o no lo que dice el rubio.

— ¿Sabe? Siento que no podré hacer nada de lo que me propongo. ¿Podría darme un diagnóstico? Sé que llevamos sólo dos sesiones, pero algo debe de saber.

— Por ahora, lo máximo que puedo decirte, es que tienes depresión, y si para la próxima sesión no hay avances, te recetaré algo para ver si así podemos hacer que cambie tu humor. Y sobre lo de que no puedes... mira, todos podemos, pero debemos querer poder, tenemos que ser conscientes y decidir con firmeza avanzar, no titubear.

— Pero no es fácil.

— ¿Quién dijo que lo sería?

Lo había dejado sin palabras. Jaque mate.

Continuó hablando el psiquiatra luego de unos dos minutos en silencio en los que, Jimin, desvió su vista sin poder mantenerla y se fijó nuevamente en lo asfixiante que era la habitación. Sintió un nudo en su garganta.

— He hablado con el equipo de médicos que hay para ti, y decidimos que tendrás psicólogo—. Sonrió sin ninguna emoción.

— ¿Dejaré de verlo?—. Preguntó preocupado.

No quería tener que comenzar desde el inicio con otra persona más. Además, ya le había caído bien su psiquiatra.

— Oh, no, tranquilo, me verás semanalmente al igual que a tu psicólogo. Él anotará cómo te sientes y avanzas; yo también te escucharé si así lo quieres, pero además de eso tendré un control sobre lo que tomes.

— Es un alivio—. Suspiró más tranquilo.

— Por cierto, necesito que un adulto que esté a tu cargo venga, para hablar, ya sabes—. Posó sus manos sobre el escritorio uniéndolas, y acercándose levemente con su silla para estar más cómodo.

— No, no sé, pensé que no era necesario que viera a mi madre—. Sentenció.

— Bueno, debido a que eres menor de edad, estoy en una situación en la cual debo de informar ciertas cosas—. Selló sus labios luego de lamerlos por lo resecos.

— Intentaré hablar con ella, pero en todo caso, ¿no es lo mismo si se hace cargo mi novio? Él tiene dieciocho—. Casi rogó a sus adentros porque dijera que sí.

— Lamentablemente, no, necesito que sea un tutor o padre, lo siento, son las normas. Cuando cumplas la mayoría de edad, ya no será necesario— suspiró levemente sin ser demasiado notorio—. Bueno, ¿algo qué agregar?

— No, no hay más—. Sentenció, y despidiéndose, se dirigió a la puerta.

— ¿Qué tal todo, cielo?—. Esa potente y firme voz, lo abrazó como un rayo de sol en su rostro por la mañana; nada más reconfortante.

— Bien, supongo— titubeó— Me dijo que tengo depresión, que deberé ver a un psicólogo además de a él, que probablemente comience a tomar pastillas para mi humor, y que necesito traer a mi madre—. Dijo con los ánimos por el piso.

— ¿Antidepresivos?

— Exacto.

Caminando juntos hacia la salida, saludaron a los de recepción, y se alejaron a cortos y pacíficos pasos, del recinto.

— ¿Quieres comer algo?—. Invitó para sacar a su pareja de esa burbuja que solo irradiaba tristeza.

— No tengo hambre...—. Mirando al suelo, iba caminando sin pisar las líneas. Algo infantil, pero que le daba toc si no lo hacía.

— Vamos, Beauté, es momento de que te animes. Hoseok te perdonará, ya verás, y sobre tu madre... bueno, son familia, y todas las familias tienen sus demonios, ustedes no serían la excepción. Sé perseverante y espera que, ya todo se solucionará, pero sí tú haces algo, porque quedándote quieto y con los brazos cruzados, no llegarás a ninguna parte. No obstante, yo solo puedo acompañarte en esta gran lucha, no arreglarla por ti ni porque tu felicidad sea lo que más deseo.

Beauté|KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora