Epílogo

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Cuatro años después.

Hoy, trece de octubre, era el cumpleaños de Jimin. Cumplía veinte años, y se hallaba en su departamento, el cual compartía con su pareja, Jungkook, de veintidós años.

— ¡Beauté, llegué!—. Avisó al pasar por el umbral de la puerta de caoba. Recién llegaba del trabajo; era un bien formado profesor de francés.

— ¡Aquí estás!—. Asaltó su cuerpo, casi arrasando con él y estando a punto de caer por el impacto.

— ¿Tanto me extrañaste?

— Tonto, claro que te extraño. ¿Recuerdas que día es hoy?—. Preguntó parpadeando varias veces, como en los dibujitos o novelas de antes.

— ¿Tu cumpleaños? ¿Cómo podría olvidarlo?—. Sonrió mostrando su hermosa dentadura blanquecina.

— Entonces sí lo recuerdas...

— Claro, ya hice una reservación en el restaurante que tanto querías ir que está a cuatro cuadras de aquí. Es para las ocho, así que aún tienes tiempo de arreglarte. Luego te depara una sorpresa—. Le guiñó el ojo y fue con su maletín, tranquilamente hasta su cuarto.

Tras él, lo perseguía un Jimin con los ojos abiertos como platos.

— ¡¿Para las ocho?! ¡Jungkook son las siete! ¡Tengo una hora para prepararme! ¡No es suficiente tiempo!—. Frunció el ceño y puso sus brazos como jarra, mirándolo con los humos saliendo de su cabeza como si fuera una chimenea.

— Claro que lo es, te pones un lindo traje y listo, yo haré eso—. Dijo divertido y frunciendo los hombros con simpleza.

— ¿Qué hay de qué perfume debo usar? ¿Y los zapatos? Deben combinar con el traje, ¿Cuál de todos mis trajes debería usar? ¿Y mi cabello? ¿Peinarlo o dejarlo tal cual está? ¡No es tan sencillo!—. Hizo un mohín un con sus labios, y fue rápidamente besado por el contrario quien le sonrió y dijo:

— Comienza ahora entonces—. Se carcajeó y se llevó un golpe en el hombro por Jimin, quien lucía nervioso.

Pasó la hora, y un Jimin con un traje azul y una gargantilla negra, salía de su cuarto, dejando asombrado al castaño, quien estaba esperándolo con su traje de tres piezas negro.

— Debo decir que... te ves increíble, más que increíble, espectacular—. Se paró y fue hasta el rubio tomándolo de la cintura y besando sus mejillas, nariz, frente y llegando a su último destino; sus labios.

Ruborizado, acomodó el pelo de su pareja para que estuviera más arreglado.

— ¿Listo para irnos?—. Le lanzó una sonrisa labial que hacía lucir sus hoyuelos.

— Por supuesto—. Puso brazo en forma de ve, queriendo que Jimin pasara el propio por el suyo y así los unieran.

— Me siento en el baile de Cenicienta.

— Yo soy tu príncipe azul, Beauté—. Relamió sus labios a propósito, para picar al omega.

— Ya vámonos—. Juntó sus brazos y salieron del departamento para dirigirse en su auto negro, a ese tan hermoso restaurante que, Jimin, llevaba tiempo queriendo visitar.

El lugar tenía ventanales por doquier, dejándoles una gran vista de la ciudad, ya que, se encontraba en un tercer piso. Las mesas eran redondas y cubiertas por un enorme mantel color crema que por encima llevaba un candelabro como el de la Bella y la Bestia, y que le daba el toque lujoso. Además de que habían pilares de madera obscura, viéndose solo iluminado por las velas.

— Buenas noches, ¿tienen reserva?—. Preguntó la hermosa joven de cabellos castaños ondulados y pendientes de perlas.

— La tenemos, está a mi nombre, Jeon Jungkook—. Soltó el agarre que mantenían con Jimin, y esta vez, lo tomó por la cintura, atrayéndolo un poco más hasta él.

La chica, miró en la lista que cargaba y asintiendo los dejó con un mozo que los llevó hasta su mesa.

— Este lugar es impresionantemente bello. Como lo imaginé—. Estiró su mano para tomar la de Jungkook, que se encontraba tamborileando en la mesa.

— Me alegra que te guste—. Con su pulgar, acarició la mano del contrario y esperaron a ser atendidos mientras veían el menú.

La velada fue perfecta. Comieron tranquilos y charlaron de miles de temas, como su niñez, repasando viejas anécdotas y riéndose de algún que otro recuerdo; o, las memorias que guardaban del instituto. Todo lo que vivieron años atrás y también, todo lo que habían avanzado. Estaban enamorados y muy felices.

Al terminar de cenar, subieron a su auto, y Jungkook le puso un pañuelo color burdeos en los ojos a Park para que no viera la sorpresa que le tenía preparada.

Tuvieron aproximadamente unos treinta minutos de viaje, y al bajar del coche, Jimin pudo oír el sonido de las olas chocando unas con otras; ya sabía dónde estaban.

— ¿Ya puedo quitarme esto?—. Llevó sus manos al pañuelo, más fue detenido por su amado ágilmente.

— No, no puedes.

Caminaron un poco y, finalmente, llegaron.

— Ya, ahora sí puedes.

Jimin se quitó la tela y pudo apreciar una hermosa fogata que Jeon acababa de encender, junto a un tronco en el que podrían sentarse y, desde allí, ver la luna, ya que, la vista era perfecta para visualizarla, junto a las estrellas y el mar.

Jungkook se arrodilló y sacó de su chaqueta una cajita aterciopelada de color azul.

El rubio llevó sus manos hasta su boca de la sorpresa, ¿iba a hacer lo que él creía?

— Park Jimin, ¿Sabes? Eres adorable, inseguro, un tanto ciclotímico a veces, romántico, de fuerte temperamento, dedicado y exigente, más que nada contigo mismo. Pero aún así, virtudes y defectos, lo eres todo para mi. No puedo vivir un segundo más sin que seas mi marido, ¿entiendes? Me haces reír, rabiar, fastidiar, llorar, alegrar y, principalmente, ser infinitamente feliz. Por eso, ¿quieres casarte conmigo?

Con lagrimitas bajando por sus mejillas, que iluminaban su rostro tanto como la luna, dijo:

Sí, acepto, ¡joder, claro que sí!— y por segunda vez en el día, se lanzó a sus brazos, sintiendo su calidez y disfrutando de ella. Su cuerpo emanaba mucho calor—. Pero debo decirte algo.

— ¿Qué?—. De pronto, lo atacó la preocupación y el temor.

— ¡No te asustes, bobo! ¡Estoy embarazado!—. Casi gritó con una enorme sonrisa en sus labios.

— ¿Hablas en serio? Dime que no es una broma— atónito por las palabras de Jimin, espero a recibir una afirmativa, y así fue. Entonces, él lo abrazó y levantó el en el aire moviéndose de un lado a otro—. ¡Seremos padres!

— Me aliviaste, Nochu. Temí porque no te gustara esa idea—. Dijo apenado, bajando su cabeza.

Jungkook lo dejó en el suelo y lo miró fijamente.

— ¿Cómo puedes siquiera imaginar que esa noticia no me haría el hombre más feliz del mundo?—. Preguntó levantándole el rostro desde el mentón, y depositando un dulce beso en sus labios.

Jimin lo abrazó por el cuello y alargó ese beso, lo hizo más profundo y dedicado.

Serían una familia, y Park Jimin, finalmente pudo respirar tranquilo. Tenía todo lo que necesitaba y no deseaba más que el bebé llegara pronto; que esos nueve meses se fueran volando.

Te amo, Nochu.

— Te amo, Beauté.

Y después de tanto sufrimiento y dolor, ambos pudieron ser felices, con sus altibajos, como todos, pero felices al fin y al cabo.

Fin.

Beauté|KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora