Jacinto

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— Mira, sé que no es fácil, pero luego de esto te sentirás mejor. No saldrás hasta estar bien, así que todo depende de ti y cuánto quieras avanzar—. Relamió sus labios sintiéndolos resecos.

— ¿¡Qué!? ¿¡Me tendrán aquí hasta que me ponga bien!? Porque eso quiere decir que jamás saldré—. Jadeó, comenzando a sentirse asfixiado.

— Todos salen, no te preocupes, todos se van cuando llega el momento, y la gran mayoría sólo está un mes o dos aquí, el resto, son casos especiales—. Afirmó intentando tranquilizar al omega que, parecía, estaba por convulsionar.

— ¿Y usted me puede asegurar que no seré un caso especial? Porque no lo creo.

Touché.

— No, no puedo, tienes razón, pero sí no te calmas no llegarás a ninguna parte, ¿si? A mi me verás lunes, miércoles y viernes, mientras que al doctor Kwon martes y jueves. Estarás en constante revisión, y sé que suena poco gustoso, pero es lo que necesitas en este momento. Es por tu bien—. Finalizó y, Jimin, no hizo más que callarse y no objetar nada.

La sesión terminó y, como dijo el psicólogo, se lo llevaron a la habitación siete. Era un cuarto blanco con dos camas de cubiertas rojas, un baño y un armario empotrado de una madera amarillenta. En el lugar lo revisaron y quitaron todo lo que llevaba encima, así solo dejándolo con unas zapatillas sin cordones y cero accesorios.

— En un momento vendrá la at—. Le comunicó la enfermera de ojos celestes. Era simpática, cosa que lo hizo sentir un poco mejor.

— ¿At? ¿Qué es eso?

— Acompañante terapéutico, hay tres a la mañana, tarde y noche. Pero cada lunes vienen los mismos seis y así con cada día de la semana—. Dijo sonriéndole.

— Entiendo...

Llegando al encuentro de ambos, una muchacha de largo y liso cabello negro, y vestido celeste pastel, con unas sencillas zapatillas blancas, se acercó a Jimin.

— ¡Hola!— saludó animadamente—. Soy Jeon Soyeon.

Los ojos del rubio se ampliaron.

"Jeon".

Sabía que no era pariente de Jungkook, pues él conocía a toda su familia, pero, de todos los apellidos que existían, ¿tenía que tener el mismo?

— Park Jimin.

— Es un placer, ven, vamos con los chicos; están ansiosos de conocerte—. Le sonrió y pasó su mano por sus hombros y lo hizo caminar subiendo una rampa (ese lugar no tenía escaleras, todas las subidas o bajadas eran en rampas), y con la misma mano saludó a la enfermera.

Llegaron al tercer piso y una doble puerta blanca —como todo el lugar— los recibió. Soyeon la abrió y se encontró con un comedor y, a un costado, un mini living donde habían tres sofás; el primero, para una persona, y los otros restantes, para dos personas.

— Chicos, él es Jimin—. Presentó con alegría y el omega pensaba para sus adentros qué tenía de divertido estar ahí.

Los mismos cuatro chicos que habían estado en el recibidor, estaban sentados alrededor de la pequeña mesa de centro, jugando a las cartas.

La chica de cabello azul se paró y le sonrió. Todos parecían estar bien con eso de permanecer internados, Jimin no lo entendía. Él sólo quería irse y volver a su encierro, pero no en una clínica, sino que en su casa, donde él sabía que sí quería salir, podía.

— Hola, soy Park Jihyo.

Fantástico, ahora debía socializar, cosa que no quería, por lo que se acercó lentamente al sillón de uno y se hizo bolita en él, ignorando a los demás.

— Déjalo, no debe tener ganas de hablar—. Susurró una voz de hombre desconocida, más él pudo captarla.

Las horas pasaban y, Park seguía en el mismo sitio de antes, pues se había quedado dormido. Ya no tenía ni consciencia de qué hora era.

Fue despertado delicadamente por Soyeon.

— Es hora de la comida, ven—. Lo invitó a levantarse, cosa que hizo de inmediato. Moría de hambre a pesar de que en ese último tiempo, jamás tenía apetito.

— Hola, yo soy Choi San, puedes decirme Sani— habló el mismo hombre que había susurrado antes—. Te explicaré el sistema de las mesas; cada uno tiene un asiento predispuesto, y siempre deberán sentarse en el mismo lugar y mesa. Además no se puede hablar de mesa en mesa, eso está terminantemente prohibido, y no te puedes levantar de la misma hasta que todos hayan terminado, ¿entiendes?

— Sí—. Por fin pronunciaba palabra después de horas, y sentía que había olvidado cómo sonaba su voz. Sí, quizás, exageraba un poco.

— Perfecto, tú puedes sentarte en la mesa uno— la señaló—, junto a Jihyo, Mingyu, Lisa y Soyeon, estas últimas dos son at, no lo olvides. Lo que quiere decir: no malas palabras ni insultos y no faltas de respeto. Yo me siento en la mesa dos con Félix y Ryujin—. Terminó por palmear su hombro e irse a sentar.

Jimin se ubicó donde le habían dicho y vio como llegaban dos mujeres con carritos que tenían fuentes cubiertas de papel de aluminio. Las destaparon y, de la parte de abajo de los carritos, tomaron los platos y comenzaron a servir. Mientras tanto, otras dos mujeres pasaban por las mesas dejando cubiertos y vasos.

— Gracias—. Susurró cuando le dejaron sus utensilios.

Beauté|KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora