— Jimin, ¿cómo has estado?—. Preguntó su psiquiatra, y él diría que era una pregunta ridícula, porque era claro que no había estado bien.
— Pésimo.
— ¿Se puede saber por qué?—. Movió su silla hacia adelante, haciendo esa acción que siempre realizaba en cada una de las sesiones. Tomó la historia clínica de su paciente y comenzó a leer lo que el psicólogo había anotado.
— Mi novio me dejó—. Su corazón latió rápido, desbocado.
— Eso puedo leer— dijo, revisando las anotaciones—. ¿Tienes ideas "feas"?
— ¿Cómo qué? ¿Morirme? Sí, ¿golpear la pared? Ya lo hago, y con frecuencia.
— Muéstrame tus manos—. Ordenó.
Jimin reposó sus manos vendadas, y manchadas de sangre seca, sobre el escritorio.
El médico podía decirse que estaba anonadado, pero no tan sorprendido, pues ya había visto casos así y hasta peores. No obstante, esto ameritaba que Jimin tuviera sesiones más seguido, y solo había una forma de gestionar eso.
— Jimin, no quiero tener que internarte, pero eso deberé hacer, ¿lo sabes?—. Con todo su pesar, vio como el temor bailaba en los ojos del muchacho.
— ¿Qué? ¿Internación? ¿Por qué?—. Asustado, inhaló y exhaló varias veces, profundamente.
— Porque esta depresión está avanzando más rápido de lo que imaginé, y no puedo permitir que te lastimes. Necesitas estar bajo vigilancia, así que, lo lamento, pero necesito que llames a tu madre y me la pases para comentarle sobre esto.
La respuesta de la señora Park fue un sencillo:
"Intérnenlo, eso me dejará libre de él por fin".
— Aguarda en la sala de espera, la ambulancia vendrá a recogerte, ¿si? Y, tranquilo, nada malo te pasará allá—. Tocó su hombro, queriendo transmitirle seguridad.
— ¿Quién me lo asegura? ¿Usted? No confío en eso—. Dijo retirando la mano de su médico y retrocediendo dos pasos.
— Gracias a tu obra social, no te internaré en cualquier lugar, es un muy buen recinto, en donde te tratarán bien, y si no lo hacen, verás una abogada semanalmente, y a ella puedes comunicarle lo que sea; está para cuidarte.
El psiquiatra llamó a otro paciente y cerró la puerta de su consultorio. Jimin quería echarse a llorar ahí mismo de la impotencia, tristeza e ira que sentía. ¿Su madre no podía haberse negado? ¿Acaso era consciente de lo que estaba aceptando? ¿Cuánto tiempo estaría encerrado? ¿Y sí abusaban de él? ¿Y sí lo golpeaban? ¿Y sí...? Muchas preguntas se formulaban en su revoltosa mente.
Después de una hora, llegó la ambulancia y, para entonces, él ya había enviado un mensaje a Taeyong, avisándole lo ocurrido. El nombrado solo se puso extremadamente nervioso, y le preguntó cuándo lo vería de nuevo, a lo que Jimin contestó que no sabía.
Se subió al transporte y en todo el trayecto sintió como sus ojos amenazaban por dejar caer lágrima tras lágrima, más el miraba hacia el techo impidiéndoselos. Cuando llegó a la clínica, lo recibieron en un cuarto donde había mucha gente y parecía que todos estaban esperando algo.
La puerta que estaba al lado de un sofá, hizo un pequeño: "bip" y se abrió dejando ver a una mujer que, por lo que podía deducir, era una enfermera.
— Bien, vamos—. Dijo sin más, y cuatro jóvenes y un adulto se pararon de sus asientos y se dirigieron hasta la pelirroja mujer.
— ¿Debo ir?—. Miró al médico que lo había acompañado en el camino.
— No, tú no, debes esperar. Iremos, pero por otro lado, esos son pacientes que salieron de paseo y acaban de volver—. Sentenció siendo poco agradable a los ojos de Park.
Pasó otra hora más y finalmente parecía que habían terminado el papeleo, por lo que le dijeron que se dirigiera al ascensor que estaba justo en frente de la mujer de recepción, y se subieron a él. Esperaron unos minutos y bajaron en el segundo piso. Allí habían consultorios, nada más que el ambiente era mucho más acogedor con sus cuadros de flores y animales, y esa alfombra que cubría todo el suelo de color gris obscuro. Al entrar al consultorio tres, se encontró con su psicólogo, y agradeció por fin ver una cara conocida.
— Buenas, Jimin, ¿cómo te sientes?—. Sonrió juntando sus manos y jugando con un dulce entre ellas.
— ¿Siendo honesto? En el infierno—. Su rostro era serio, más por dentro se sentía como un niño pequeño que había perdido a sus padres de vista.
— Tranquilo, ya te irás sintiendo más cómodo, te lo aseguro, esta solo es tu primera noche. Luego de charlar un poco conmigo, te llevarán a el cuarto que tendrás y allí te harán la revisión las enfermeras.
— ¿Revisión?—. Dudó, su cabeza daba vueltas entre interrogantes y más interrogantes.
— Sí, se asegurarán de que no lleves tu celular, piercings, collares, pulseras, cordones, pastillas o cualquier material filoso— había simpleza en sus palabras, y no parecía estar bromeando. Continuó—: ¿Tienes a alguien que te traiga ropa para dormir y para estar?
— ¿Cuánto tiempo me tendrán encerrado aquí?
— Eso es indefinido, por eso también necesitarás cepillo de dientes, shampoo... jabón hay, no te preocupes—. Esta vez, desenvolvió el caramelo con el que había estado jugando y lo llevó a su boca, saboreándolo.
— Oh, claro, porque mi única preocupación es no tener jabón—. Bufó molesto.
ESTÁS LEYENDO
Beauté|Kookmin
RomanceEl amor de dos niños, crece y se vuelve algo puro, envidiable y maravilloso. Los demás, desean algo que no tienen y perjudican. ¿Pueden superarlo o se rendirán? ¿Qué tan resistentes serán sus "te amo"? ⇝ No resubir ni adaptar. ⇝ Contenido homosexua...