VIII. Belleza hipnótica

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El silencio mandaba como un cruel y corrupto rey sobre las cabezas de su pueblo, imponente, poderoso, y acompañado de su aterrador consejero; el miedo. Esperaban y esperaban después de haber madrugado un poco, sentandos en los sofás del vestíbulo del hotel, angustiados, agitados, sin más fuerzas para soltar una sola lágrima.

-¿Por qué tarda tanto?... -la voz femenina y debilitada de la bajista resonó con lástima en los oídos de sus compañeros.

-Sé paciente. -aconsejó el moreno, con un extraño e impropio tono comprensivo, tan contrario a él.

-¿Y si no lo han encontrado?... -volvió a resonar el tono agudo.

-Dorn...-Löwe advirtió por lo bajo, sin ser invasivo. No necesitaban escuchar más aquellas palabras que todos repetían en sus cabezas, ya era suficiente con ello.

-Puede estar perdido... -ella tembló, haciendo un poco de hincapié en que su compañero desaparecido no era muy listo.

-Dorn. -la advertencia viajó esta vez desde el guitarrista.

-¿Y si se ha suicidado?...

-¡Dorn! -ambos hombres alzaron la voz angustiados y llamando la atención de las pocas personas del hotel. Se sintieron cohibidos de inmediato por el grito, habiendo hecho saltar a su compañera del sitio.

-Por favor, no repitas eso de nuevo. Nunca. -el más grande no iba a permitir aquellos pensamientos tan horribles tan pronto. Habían pasado dos días, todavía había esperanzas. No quería que sus cabezas asustadas les arrebataran eso. Tenían que pelear contra el miedo.

-Lo siento... -murmuró en un hilo de voz muy agudo. Si pudiera llorar, lo haría, pero no le quedaban más reservas.

-Ha sido un fin de semana. Todavía pueden encontrarlo... Intentemos pensar que saldrá bien y que volvera intacto.

El silencio volvió a sumirlos tras haber hablado, dejando transcurrir cinco minutos tensos hasta que Rengoku salió del ascensor y se dirigió hacia ellos, sin aquella característica sonrisa suya. Los tres se levantaron de golpe, esperando desesperados que el más adulto dijera algo. Este negó con la cabeza.

-No hay rastro de él todavía. -aquello les sentó como varias patadas en el estómago, aumentando sus náuseas del pánico y el desasosiego. Vieron a los agentes salir del edificio tras la espalda de su representante. -Coninuarán con la búsqueda en el auditorio. En su habitación no encontraron ningún indicio de que hubiera sido él quien decidió irse. Es claramente un secuestro, por ahora. -los rostros afligidos de sus chicos lo estaban masacrando por dentro. No podía con ellos. -Prometo que removeré cielo y tierra hasta dar con él y con quienes se lo hayan llevado. Esto no va a quedar impune. -en casos como aquellos, mantener la identidad oculta era lo peor que podía ocurrir, dificultaba en exceso las investigaciones. -No podemos cancelar la gira hasta saber algo, podrían encontrarlo en cualquier momento, y si es pronto y está bien, seríamos capaces de seguir. Así que... nos mantendremos aquí hasta que todo se resuelva.

-Solo... Solo sabemos que antes de la segunda parte del concierto, él se fue a su camerino. -Dorn lo recordaba bien, había sido su culpa que Hog se metiera en su pequeño espacio de soledad por picarlo.

-Dorn, ese es un muy buen dato. Avisaré a los oficiales para que comiencen por ese camerino. Si hay algo, lo encontrarán en menos de una hora, el auditorio está muy cerca de este hotel. -sacó su teléfono móvil, marcó el número y llamó, alejándose de los muchachos.

Y evidentemente, no fue hasta transcurrida media hora que el tono del celular de Rengoku saltó mientras relajaba a los chicos con unos refrescos en el mismo lugar de antes. Sin haberse movido. Sus ojos se abrieron más de la cuenta y agradeció a través de la línea. Los otros estaban atentos a cada palabra, pero no había contexto ninguno. En cuanto colgó, sus miradas insistentes casi fulminaron al hombre de lo intensas que eran.

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