XXVIII. El comienzo de un divertido desastre

311 41 23
                                    

-¿Y a dónde mierda se supone que vamos? -incluso después de diez minutos en tren, sin saber a dónde rayos le estaba llevando, continuaba de mal humor por su culpa, por lo rápido que terminó la faena en la ducha. Mentiría si dijera que no llegó al clímax, Tanjirou era demasiado talentoso en aquello, y precisamente ese era el jodido problema; que quería disfrutarlo en condiciones, parar el tiempo con él y tocarse como si este jamás se volviera a reanudar. Quería sentir cariño, no simple desesperación por follar. Estaba cansado de eso, necesitaba aprecio, más que solo una ronda rápida. Por eso estaba enfadado. Él no quería tener simple sexo. Él quería hacer el amor, de verdad. Poner su alma en ello, desnudar sus entrañas y ser acariciado en el espíritu. El cuerpo cualquiera podía tocarlo bien... Pero los sentimientos no. Por una vez... Por una maldita vez que fue él quien le buscó, y no por interés, al otro se le ocurrió la genial idea de salir. Imbécil. Eso era, un estúpido desgraciado.

-Sé paciente, Inosuke. -lo sabía, le estaba pidiendo peras al olmo, mas no podía decirle nada o rompería la magia del momento cuando llegara.

-¡Ya he sido lo suficientemente paciente, idiota! -gritó, llamando la atención de los pasajeros. Mantenía su cabeza ladeada sobre su propio hombro para al pelirrojo que estaba tras él. Este le presionó los hombros con las manos.

-Inosuke, por favor, no grites en público... -era una enorme falta de respeto. No sabía cómo sería en Alemania, pero allí daba muy mala imagen.

-¡Cómeme los hue-! -el japonés le tapó la boca con la mano, algo fuerte por su trataba de vocalizar con ella encima.

-Si dejas de gritar y eres paciente te llevaré todos los días que mi instituto esté abierto para que toques la batería. -no tuvo más remedio, se vio obligado a tirar del chantaje. Pero consiguió lo que buscaba; el silencio y la calma malhumorada. Soltó su boca y plantó la mano en su cadera. Tenía buen agarre y era segura. -Por cierto, tengo una duda...

-¿Qué quieres? -lo observó de reojo con el ceño fruncido, arrugado.

-¿Por qué te ves tan diferente en los vídeos? Me refiero... -carraspeó un poco, aclarando a un tono más grave. -No luces tan... -"femenino" era la palabra, pero no podía decirle eso, tenía que buscar alternativas. -... tan pulcro. -podía valer.

-Es por la máscara. Esa cosa es tan aterradora y buena que hasta parece que me hace ser más grande. -ahí tenía razón, era uno de los motivos por lo que Tanjirou preguntaba. Hasta que no supo que era él, creyó que Hog, aun siendo el más bajo, rondaba los 20 años o más. Y sin embargo, sin máscara era tal y como su edad indicaba, a mitad de la adolescencia. Esa cabeza de jabalí sí que funcionaba muy bien.

-Humm... -sacó ligeramente los labios, hinchándolos. -Sí, puede ser. Aunque solo pasa con tu torso. Tus piernas no cambian, y nunca te graban por detrás, así que no puedo asegurar que se vea igual tu cu-... ¡Ah!

Pisoteado por el tacón de goma de la bota de cuero. Lo peor era que no lo levantaba, sino que apretaba y aplastaba a conciencia, como si quisiera destrozarle el pie por completo. Aunque no era tan cruel, a los tres segundos lo liberó y bufó con fuerza, simulando un felino de gran tamaño.

-Deja de decir estupideces, ¿qué te importa cómo me vea ahí? Tú no eres fan de mi música, así que cállate la boca. -aquello fue un golpe bajo. No tuvo que pensar demasiado para saber que al pelirrojo no le iba el tipo de música que tocaba, seguramente hubiera ido por el otro chico de la cicatriz larga. Y no le faltaba razón.

-Eso no es cierto... -inclinó ligeramente las cejas, ofendido. -Es verdad que no es mi estilo, pero escucharte a ti y a tu grupo me hizo cambiar de opinión sobre vosotros. Sabéis cómo atrapar a la gente tocando. -sin planearlo, provocó un rubor leve que el alemán trató de ocultar al girar la cabeza al frente.

Rage WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora