XXXVIII. Devolviendo el favor

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No se atrevió a moverse un solo milímetro, ni siquiera sentía latir su propio corazón. Tenía miedo de que una simple hebra de su cabello rojizo se ondulara con cualquier miserable brisa, que cualquier mota de polvo fuera mínimamente visible mientras flotaba. Había fracasado de nuevo. Otra vez había sido un inútil. ¿Por qué podía protegerlo de estupideces, pero cuando realmente lo necesitaba, no era más que un estorbo? No lo entendía, incluso llegó a pensar que él mismo era el mal amuleto de la peor de las suertes. Veía aquellos ojos incapaces de parpadear, de desviarse a otro lado, de mantenerse libres de las diminutas gotas que caían una tras otra directamente de sus pestañas inferiores, como el rocío que que desprendía de la hebras de pasto al amanecer. Acompañó su llovizna salada con la propia, en silencio, aterrado por abrir siquiera la boca. Si hacía algo, aquella pistola se dispararía y vería morir frente a sus ojos a la persona que amaba, la primera que consiguió hacerle sentir algo más allá de la amistad. La atracción, el querer, el amar... De él dependía si Inosuke vivía o moría en el acto, siendo atravesada su sien por una bala que estaba esperando el mínimo error, oculta en el arma.

-Parece que te tiemblan mucho las piernas. Deberías arrodillarte. -aquella sonrisa, excesivamente falsa a propósito, no abandonaba el rostro de aquel hombre de comportamiento extraño. Sin embargo, bajo aquel tono amigable se percibía la orden, la amenaza. El pelirrojo obedeció, muy despacio, asustado de que si lo hacía demasiado rápido lo tomarían como un intento de hacer algo, y entonces... Cerró los ojos con fuerza cuando plantó las manos en el suelo, sin dejar de permitir que se le escaparan las lágrimas. -Bien, bien. Eres un buen muchacho, así que nos iremos sin hacerte nada. -comenzó a caminar de lado a la par que Akaza se daba la vuelta hacia el auto. -No dirás nada de todo esto y todo quedará en el olvido. Tú sales sin un rasguño, ¿no es genial eso? -no obstante, había algo. Cierto detalle que se les estaba pasando por alto...

-¡Esperen! -alzó la cabeza y abrió sus ojos empapados, incapaz de dejar de llorar. -Déjenme despedirme... Solo eso... Por favor...

-No. -el otro fue rápido y conciso, abriendo al mismo tiempo el maletero del coche.

-Oh, vamos, Akaza. Déjalos que se despidan, pobres chicos... -le entretenía el drama que estaba provocando, espectar el dolor y el sufrimiento de los demás aunque fingiera una profunda tristeza por la situación de los jóvenes. -Tranquilo, no lo voy a soltar. -sonrió de nuevo, tan rápido, como si nunca hubiera cambiado de una expresión a otra.

-¿Por qué...? -Inosuke fue el primero en pronunciar palabra, tan bajo, tan tembloroso. -¡Si me fui solo fue por algo! -gritó, derramando caudales. -¡Eres idiota! ¡Pudiste ahorrarte ver todo esto!

-Ino... Yo solo...

-¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE, PORQUE JURO QUE TE ODIARÉ POR HACERTE ESTO! -se le rasgaba la voz de manera intensa, generando un profundo eco más allá de los muros del cementerio. No dejaba que el japonés abriera la boca para nada. -¡MI VIDA SIEMPRE FUE UNA PUTA MIERDA Y LO SEGUIRÁ SIENDO, ME DA IGUAL! ¡PERO NO QUIERO DEJAR QUE LA TUYA TAMBIÉN! ¡YO POR AHÍ NO PASO! ¡Y AUN ASÍ LO HICISTE, TE HAS JODIDO TÚ SOLO!

-Esto es mejor de lo que esperaba. -comentó por lo bajo el rubio.

-¡¿CÓMO SABES QUE LO SEGUIRÁ SIENDO?! ¡¿LO ERA MIENTRAS TE ACOGÍA EN MI PISO?! -no sonaba molesto, más bien roto, dolido, devastado.

-¡NO, NO LO ERA! ¡PERO VOLVERÁ A SERLO! ¡JODER, TANJIROU, IBA A VENDER MI CASA DE ALEMANIA PARA QUEDARME CONTIGO! -el llanto aumentó a la par que tras el pelirrojo se abría una hilera de agentes armados y escudados que entraron a través de la oscuridad para no ser detectados. Ninguno de los dos yakuzas y el extranjero supo cómo habían aparecido de la nada, o cómo pudieron saber su ubicación. Los tres estaban con los ojos abiertos, incapaces de cargar la información que sus pupilas les enviaban.

Rage WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora