Rage Wild

XXIV. Me gusta tu hermana

-¡Ah, Murata! ¡Qué sorpresa! -Tanjirou comenzó a reír con nerviosismo, mirando al chico asomado en la puerta de la sala de música y manteniendo los brazos alrededor de la cabeza de Zenitsu. Este se ahogaba y trataba de quitarse al pelirrojo de encima con un pataleo inútil. Podía llegar a ser muy fuerte cuando quería... ¿Su entrenamiento físico y mental? Soportar a cinco niños a la vez cuando mamá no estaba. Prácticamente, casi todos los días del año excepto un par de meses de verano. No era la primera vez que alguien lo pensaba, él sería un padre maravilloso y ejemplar, sin duda.

-Huh... -el muchacho frunció levemente el ceño y señaló a Genya tirado en el suelo, que estaba expulsando un extraño vaho por la boca, con los ojos en blanco y la piel roja bajo las ojeras. -¿Qué le pasó? -el muchacho de los aretes parpadeó, intercalando miradas entre su amigo medio muerto y el otro chico.

-Ah... -sabía que tenía que ayudarlo, no podía dejar al más mayor así. Disimuladamente, le susurró a Zenitsu con tono ronco y autoritario. -No digas... ni una sola palabra sobre Hog, ¿entendiste? -no fue su intención intimidar, ni mucho menos, pero aquel escalofrío ya había recorrido toda la espina dorsal del rubio, quien no sabía exactamente qué hacer o cómo reaccionar. Tanjirou lo liberó y se agachó para sacudir al otro, llamándolo con ligereza y suavidad. Fue un momento en el que el quinto joven entró del todo y se quedó mirando a Inosuke tras la batería al notar su presencia. Este le devolvía la mirada, parpadeando con una curiosidad extrema.

-¡Ah! ¿Eras tú quien tocaba? -su sonrisa se amplió, haciendo brillar aquellos ojos oscuros frente a la imagen de aquel rostro delicado y de facciones finas. Ocasionó que el pelirrojo exclamara y tuviera que ser sustituido por Zenitsu en los intentos por hacer reaccionar a Genya.

-¡Sí, sí! ¡Pero ya había terminado! -obstaculizó la vista del otro alumno del recinto, nervioso. -¡De hecho, nos íbamos ya! -corrió hacia el alemán y lo agarró de la mano sin pensar para empezar a sacarlo del grupo de instrumentos variados. En ese momento, Zenitsu consiguió despertar al más mayor, quien se sentó y se frotó la cara caliente.

-Oh, wow... Tanjirou, no sabía que era tu novia. ¿Pero cuándo pasó? -se veía confuso a la vez que contento por él. -¿Es por eso que nunca te interesaste en nadie? ¡¿Tantos años lleváis juntos?! -los señaló, metido en su propia sorpresa. Pero para sorpresa la de los tres japoneses restantes, y no una agradable. Oh, dios... Sabían lo que se le avecinaba a su compañero de escuela.

Murata estaba muerto, pero todavía no le habían avisado. ¿Por qué? Solo había que fijarse en aquellas venas y capilares hinchados en los dorsos de las manos más pálidas, en la arteria inflada del cuello y la tensión en los músculos de la quijada. El chico de los aretes estuvo a punto de abrir la boca para corregirlo, pero fue demasiado tarde. El extranjero se había soltado de su agarre y acortó demasiado las distancias con el otro, remangándose la camiseta hasta mostrar sus entrenados bíceps y hombros afilados por los finales de sus clavículas. Aquello hizo abrir los ojos de sobremanera al otro, quedando muy confuso. No había visto mujeres musculosas más que en concursos y similares televisivos. Estuvo creyendo que lo era todavía, hasta que...

-Repite eso de nuevo si tienes cojones, cucaracha. -profundo, ronco y grave. Imponente y aterrador como el propio villano indestructible de un manga R-18G. La situación pareció ocurrir a cámara lenta. Un puño duro alzándose, un chillido agudo de pánico y una trayectoria inminente.

-¡Inosuke! -como un interruptor de luz, Tanjirou apagó la agresividad excesiva del alemán al exclamar su nombre con voz ansiosa y desesperada. Aquellos blancos nudillos no rozaron la nariz ajena por los pelos, y bajo su postura, Murata temblaba y dejaba escapar lagrimillas de pánico. No fue hasta que el extranjero bufó y se alejó que pudo permitirse perder el equilibrio y apoyarse en la pared por el impacto emocional. -Lo siento mucho. -Tanjirou se disculpó en nombre del músico, mostrando un rostro preocupado y avergonzado. -Perdónalo, él es un poco intenso...