Rage Wild

IX. Efecto espejo

Bien, fantástico, maravilloso. Conocía esas señales de haberlas visto antes, cuando todavía el más mayor se encontraba en una relación y hablaba de su linda novia. Actualmente, estaba solo. Oh, pero juraba que tras esas gafas acababa de registrarle como conquista. Asquerosamente incómodo y repulsivo. La pesadilla hecha persona. Conocía a Löwe y sabía que ni un huracán lo detenía cuando se trataba de temas del corazón. Era un tipo con imagen grande y corazón muy cursi. Se acababa de meter en otro problema más. Se preguntaba si Tanjirou tendría por ahí alguna soga con la que poder ahorcarse. Retiró las manos lo más disimuladamente que pudo, más blanco que la propia nieve de en invierno. No le hacía ni puta gracia. Sin más, echó a correr fuera de la tienda, dejando a su compañero tirado sin haberle dedicado una sola mirada más. Menos mal que no planeaba regresar hasta dentro de un mes, cuando sanara. Su amigo habría tenido tiempo de olvidarse de su maldita y bella cara, no volvería a verla jamás. Ni de broma. Ah, definitvamente ya no iba a volver a salir solo, ni siquiera a la esquina de la calle. Hizo lo mismo que cuando salió, atravesando como un loco la sociedad en la que estaba metido. Ingresó en el portal y cerró con fuerza tras de sí, apoyándose en esta con un rostro agitado, asqueado e impactado. Quería gritar de ansiedad, pero no podía. En su lugar, dejó la bolsa caer y se agitó los pelos con la mano hasta dejarlos hechos un desastre, despeinados y enredados como si un vendabal acabara de golpearle. Con una furia imparable, agarró de nuevo la bolsa y procedió a subir por la escalera. Iba convertido en un basilisco, con unos acelerones potentes. Antes de llegar a la puerta, estando ya frente a ella algo fatigado, esta se abrió de repente y una especie de cohete rojo se estrelló contra él a la misma velocidad con la que iba. Ambos exclamaron y cayeron al suelo de sentón. Uno fuera del apartamento y otro en la entrada.

-Joder, eso debió doler. -la voz de Genya resonó con eco en el pasillo, estando detrás del muchacho de cabellos colorados.

-¡¿Inosuke?! -reaccionó de inmediato al abrir los ojos, arrodillándose más cerca del alemán. -¡Lo siento! ¡¿Te has hecho daño?! ¡¿Y tu brazo, lo golpeé?! -estaba desesperado, nervioso, angustiado. Y no era para menos. En cuanto él y sus dos amigos llegaron al apartamento vio que el chico no estaba allí. Se asustó tanto por el hecho de pensar que había salido solo con todo ese tránsito de gente... No era una buena hora para salir, creía que si lo hacía sería a una hora más temprana y despejada, y decidido a buscarlo, al atravesar la puerta, dio con él de golpe, literalmente.

-I-I'm-...! Shut up! ¡Y-yo est-...! ¡Cállate! -que tartamudeara de aquella manera era algo nuevo. Habían captado perfectamente que estaba nervioso, más pálido de lo normal y despeinado. Se levantó con brusquedad, al mismo tiempo que Tanjirou.

-No me digas que te metiste en una pelea... -lo agarró por los hombros, rezando porque no hubiera sido así.

-No, stupid! Why do you-...?! ¡No, estúpido! ¡¿Por qué-...?! -se detuvo de inmediato, cambiando su ceño fruncido en una mueca curiosa y sorpresiva. Al segundo, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro, con la vista desviada hacia detrás del pelirrojo. -Gynna! -ignoró completamente la cara del muchacho que tenía delante y lo rodeó como si no existiera, encarándose con una alegría desbordante frente al chico punk.

-Ehh... Sí, hola... -su expresión se torció en confusión por el raro comportamiento, desviando la mirada con vergüenza. Podía ser un chico intimidante por su imagen, pero era muy fácil de cohibir, siempre sensible a las muestras genuinas de atención.

-Hi! ¡Hola! -dios, aquella sonrisa en su fino rostro era la primera que los dos amigos del pelirrojo veían. El más alto se tornó tan rojo como un tomate, en silencio, emitiendo un sonido similar al de una tetera hirviendo. Y Zenitsu... gritaba y se lamentaba con rabia, vocalizando mal y sin sentido el asco que le daba una cara así en el cuerpo de un hombre.