XVIII. Cuidarte es mi prioridad

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Estaba jugando con fuego, lo sabía, y le encantaba la sensación de peligro, el cómo la adrenalina aumentaba en su torrente, cómo desbocaba sus latidos cual batería golpeada con gracia, cómo su boca hacía de amplificador para su voz. Pero no se dejaba atacar sin luchar. Coló sus manos bajo las telas del pantalón y la ropa interior de Tanjirou y agarró con fuerza su trasero, hundiendo las yemas de los dedos en su piel y clavando las uñas cada vez que le hacía quejarse ante sus dientes maliciosos y labios succionadores. No quería ser el único en aquellas condiciones. Tuvo que abandonar su reciente hogar para sacarle por la fuerza la camiseta, casi arrancándole los hombros en el proceso.

-Wow... Calma, te veo desesperado. -jugó un poco con su paciencia, mostrando aquel lado oscuro que ni siquiera él conocía. Acababan de descubrir que, estando ebrio y excitado, formaba parte de su comportamiento inconsciente.

-Cállate y bésame. -lo atrajo de golpe de la nuca al rodearlo con un brazo, comiéndoselo como un depredador hambriento a su presa, abriendo y cerrando su boca a la par que compenetraba su lengua para encontrar la contraria. Tenía todos los alrededores de sus labios húmedos, levemente rojizos. Bajó las piernas del agarre y plantó los pies en el largo sofá, con las rodillas dobladas. Permitió con ello que el pelirrojo pudiera acomodarse sobre el, pudiendo levantar ligeramente su torso para meter la mano entre ambos y desabrochar con maña aquel pantalón oscuro.

Este se vio en la necesidad de abandonar las caricias a aquel vientre esculpido por Miguel Ángel para tirar hacia abajo de ambas prendas. Abandonó sus labios una vez más, recibiendo una protesta en forma de rugido leve, necesitaba arrodillarse para esto. Le levantó las piernas y las juntó, deshaciéndose de la ropa restante. Las liberó, dejándolas caer al mismo lugar y regresando a meterse entre ellas, buscando besar aquellos pectorales abultados mientras desabrochaba de su brazo izquierdo el brazalete negro con púas que tenía. Y después, dejando sus manos desnudas de los guantes que no cubrían sus dedos. Lo quería al natural, sin un solo accesorio en él más que los propios de su cuerpo. Descendió en un sendero húmedo, plantando besos y lamidas en sus abdominales hasta la cadera. Bajó por el muslo, comenzando él a arrodillarse una vez más. Alzó suavemente aquella pierna y mimó con su boca la piel más nueva de la larga cicatriz, tratándola como si fuera uno de los detalles más bellos que tenía. Inosuke se mordía el labio y tensaba las cejas por la vista. Era... doloroso y encantador. Jamás creyó que alguien más a parte de él tomara aquel tipo de marcas como algo hermoso. Y ahí tenía a aquel chico que conocía de hacía un mes, dando cariño a su cicatriz. Se ocultó los ojos con el antebrazo, suspirando de forma casi inaudible y larga. El chico de los aretes se dio cuenta del acto de reojo, alargó un brazo y retiró el ajeno.

-No tapes tus ojos, son lo que más me gusta de ti. -tenía parte de verdad y cierta mentira. Adoraba todo su cuerpo, no había nada que no le desagradara, pero aquellas esmeraldas tenían algo. Una vida propia, un ecosistema entero dentro de ellas, bello y luminoso. Oculto por bosques de pestañas frondosas como un lugar mágico que debía esconderse a las presencias humanas.

-Idiota... -lo avergonzaba porque no era capaz de responder. Le ruborizaba demasiado, le provocaba calor en los pómulos y las orejas, uno que le quemaba y no era capaz de refrescar. Y a la par, con aquella mirada rojiza penetrando su alma, el dueño de esta le quitaba el calzado y los calcetines sin mirar.

-Lo soy. -afirmó con una risa dulce. Aprovechó aquel momento de charla para deshacerse de sus propias prendas inferiores. No dio tiempo a que el otro volviera a quejarse por la lejanía cuando ya estaba de nuevo sobre él, besando su frente, su nariz, sus mejillas, picoteando sus labios, su mentón, su cuello... -Me volviste idiota desde que te vi.

-Cuéntame más... -suspiró, dejándose hundir en la tranquilidad y la comodidad de los besos.

-Pensé cómo era posible tener a una persona tan hermosa delante de mí. -recorrió sus costados con las manos, haciéndole suspirar a la vez que continuaba sembrando caricias con los labios en cada rincón de su torso. -Desde que te conocí me has estado viviendo loco todos los días, fue tan difícil aguantar... -un solo beso más y aquellas manos pálidas se posaron sobre sus hombros y le empujaron hasta hacerle caer de espaldas, intercambiando los roles de posición. No tuvo tiempo para sorprenderse, el alemán había arremetida con toda su energía contra su boca una vez más, insaciable. Tanjirou lo disfrutó, sumiéndose en la indecencia y la pasión. El olor a alcohol llenaba toda la sala, calentándola junto con los vapores invisibles que desprendían. Podía sentir la euforia poseer el cuerpo del otro, quien ni siquiera se detuvo para ir despacio. Ninguno de los dos era lo suficientemente consciente como para pensar en preliminares, aunque no les hacía demasiada falta. Ambos goteaban, húmedos y empapados en sus intimidades. La desesperación por más controló las acciones del extranjero, quien se alzó erguido sobre sus rodillas, dejando de besarse. Con el brazo hacia atrás, acarició aquel miembro endurecido, ocasionando suspiros profundos en el pelirrojo. Bajó suavemente, encañonando la punta, tan mojada que podía sentir la viscosidad en sus puertas cerradas.

Rage WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora