XXXVI. Tú eres mi espectáculo

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Lo estaba consintiendo demasiado. No era por el dinero, Inosuke se lo devolvía siempre a la cuenta y no había problema en ello. Era más... que lo estaba malcriando. Todo lo que pedía se lo daba sin discutir. Le había conseguido ya varias bolsitas de gominolas, las cuales no duraron ni un minuto. Un helado, también desaparecido. Un broche con forma de jabalí que llevaba puesto en el pecho, una bolsita de tela aromática a pino y una manzana caramelizada que estaba encargando de lamer por todas partes. Se dio cuenta de que Tanjirou llevaba un rato mirándolo, sin saber que el motivo era porque estaba dudando de si era bueno darle tantos caprichos. Pensó que tal vez quería probar su aperitivo dulce. Lo inclinó hacia la boca de él.

-¿Quieres? -su ofrecimiento sacó al pelirrojo de sus cavilaciones, haciéndole parpadear dos veces de manera rápida.

-¡Oh! ¿Puedo?

-¡Por supuesto que puedes! ¡Solo haberlo pedido! -unas semanas atrás se habría metido con él y le habría insultado por estúpido. Permitió que pusiera su mano sobre la propia, la que sujetaba aquel palo clavado en la fruta, y lamiera el caramelo duro. Lo escuchó emitir un sonido de gusto, adivinando que le encantaba el sabor

-¡Está muy bueno! -sonrió ampliamente, cegando con su brillo los ojos esmeralda.

-Como alguien que yo me sé. -volvió a retomar su tarea con el dulce, observando de reojo como el japonés tosía desesperado a causa de que se le había desviado la saliva por otro conducto al oír su ocurrencia.

-¿Ha-hablas de mí? -sus mejillas se tornaron tan rojas como la propia manzana de caramelo.

-¿De quién si no? -entrecerró los párpados, dedicándole una mirada traviesa y juguetona a la par que daba un lametón lento y sensual a conciencia, buscando provocarlo. Y lo consiguió, con aquella apariencia japonesa tradicional, tan arreglado, con los labios rojos por el colorante del caramelo, hizo que Tanjirou comenzara a sudar.

-N-no seas así... -le pidió indirectamente que se detuviera, se estaba calentando y no quería ir en pleno festival con una tienda de campaña en la entrepierna. Pudo calmarse cuando Inosuke se retiró el alimento para darle un beso dulce y corto. Y a nadie de alrededor le importaba porque era muy normal ver una pareja heterosexual besarse con cariño. Si tan solo supieran lo equivocados que estaban... Y lo mucho que le divertía al alemán poder hacer lo que le viniera en gana. Su cabeza se desvío hacia un lado y detuvo su caminata, tirando de la mano del pelirrojo al no dejarle avanzar. Este lo imitó y lo miró extrañado, confuso.

-¿Inosuke? -estuvo cerca de preguntarle qué miraba tanto, pero fue cortado por un fuerte tirón. En menos de un segundo ya estaba siendo arrastrado, obligado a tropezar múltiples veces por la velocidad. Agradeció a cualquier dios existente no haber acabado de bruces en el suelo y que la carrera se hubiera terminado, sin haber sido muy larga. Suspiró con fuerza, calmando su cuerpo al inclinarse hacia delante y apoyar las manos en las rodillas, un poco jadeante.

-¡Necesito eso! ¡Gonpachiro, lo quiero! -tiró de la manga del haori del chico varias veces, señalando una máscara de kitsune blanca con decoraciones rojas. Y lo mejor; llevaba cosida una tela para ocultar la cabeza o el pelo.

Y ahí iba de nuevo... Otro capricho más. ¿Sería que se había acostumbrado a una vida de lujos, aunque dijera que no le importaban? Bueno, realmente aquello, más que lujos, eran tonterías varias, ni siquiera eran caras. Pero aun así... Tenía que poner un alto en el asunto. Aquello no estaba bien, se estaba pasando. No era que quisiera arruinarle el festival, era que tenía que aprender a controlarse.

-Inosuke... ¿no crees que estás siendo muy... exigenge? -intentó utilizar la palabra menos ofensiva para él, por su temperamento fogoso. Sin embargo, aquellas esmeraldas se le clavaron con visible sorpresa. Oh, no... Sabía lo que continuaba, cuando el extranjero se enfadaba era terrible. Esperó sus gritos y su ceño fruncido, mas no llegaron. En cambio, aquellas pupilas pequeñas se dirigieron de nuevo a la máscara. ¿Qué demonios estaba pasándole por la cabeza? Jamás lo había visto reaccionar así al rechazo de un capricho. Tenía miedo por aquel comportamiento desconocido.

Rage WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora