XX. Tu mundo y el mío no son compatibles

336 49 46
                                    

No se le daba demasiado bien interpretar las complejas emociones de las personas, él era más simple que eso. Pero incluso así, podía deducir que Tanjirou estaba... ¿enfadado? Sí, esa era la palabra, supuso. Molesto. Ni más, ni menos, que con él. Y lo entendía, también le cabreaba tener que aguantarse y seguir llamando a aquello amistad. De todas formas... ¿Qué culpa tenía él para que el pelirrojo se enojara? No era como si lo hubiera decidido por gusto. Habían pasado cerca de diez minutos y todavía continuaba en la cama, ahora sentado, mientras que el otro se había vestido e ido de la habitación. Aún estaba en el apartamento, podía escuchar y sentir sus pisadas. Era consciente de que solo estaba empeorando las cosas al quedarse allí, en ese piso. Implantaba presencia en Tanjirou, y al revés igual. Se gustaban, querían una relación oficial. Una que tenía complicaciones para darse. No podían seguir así. Muy a su pesar... tenían que separarse. No existían alternativas. Si tan solo su identidad fuera conocida... mandaría todo a la mierda. Pero no era así, debía protegerse, ocultarse. Se levantó de la cama y abrió el armario, sacando la muda de ropa propia, la suya, la que llevó en el concierto. Salió del cuarto, y delante de aquellos ojos rojos que salían de la cocina, se encerró en el baño. Ignoró la voz del contrario que lo llamaba y comenzó a limpiarse con toallitas húmedas. A la tercera vez, decidió contestarle.

-¿Qué quieres? -su tono salió más tosco de lo que planeó, haciendo callar por unos segundos a Tanjirou.

-Tenemos que hablar... -cierto era que se había molestado, y necesitó un rato en solitario para relajarse y tomar algo. En el proceso, decidió que tenía que preguntar por qué. Por qué no podían comenzar una relación. ¿Qué era lo que ataba a Inosuke a Alemania? Siempre podía cancelar todo allí, vender la casa, alquilarla... ¿cuál era el problema? No era que quisiera tan rápido comenzar una vida de pareja tan avanzada, se estaba quedando en su piso porque no tenía otra opción. Sino que... le quería cerca, en la misma ciudad, con las miles de oportunidades para verle cada día. Su respuesta no llegó. En cambio, la puerta se abrió, dejando ver al alemán vestido. Hubo unos breves momentos donde ambos desaparecieron en la mirada del otro, en trance. -¿A dónde vas?... -se dio cuenta de las ropas de calle. ¿De verdad el extranjero estaba planeando salir solo? ¿Por qué? Su nariz escocía. Aquello no estaba pintando nada bien.

-¿Qué querías hablar? -devolvió el hilo a la conversación inicial que le dijo tener. Era doloroso, le costaba tragar saliva. Y juraba que al otro también.

-Ah, sí... -su expresión se tornó más pesada, decaída. Suspiró, dejando escapar muestras de ambas emociones. -Entiendo que en algún momento vas a irte... es el plan inicial, se supone... -pausó, no sabiendo escoger bien las palabras en su cabeza. -Me gustaría saber, quitando el tema del dinero... si hay alguna posibilidad de que eso cambie... Que te quedes...

-No. -tardar en responder solo alargaría el dolor de ambos. Si esa forma existiera... sería el primero en tomarla. Era consciente de que su repuesta había hecho mucho daño. Y a él también. Pero no podía mentirle en aquel tema. No había florecido una confianza emocional para romperla ahora. Trataba de mantener la mirada sobre los ojos rojizos que lagrimeaban.

-¿Por qué no puedes mudarte aquí? -su voz se rompía, y aun así, hacía un enorme esfuerzo por sonar tranquilo. Lo peor era que la contestación a esa pregunta no existía, solo recibió una negación con la cabeza. Al ver el intento del alemán por huir, sin pensar, lo empujó con desesperación para retenerlo, acorralándolo contra la pared que el otro acababa de golpear con la espalda. No fue fuerte, pero sí impactante.

Realmente, el extranjero no creyó que aquello fuera a ocurrir. Sus ojos se abrieron de más, confusos por aquel comportamiento. Oh, joder... Le había hecho llorar. Veía con enorme culpabilidad como aquellas mejillas canela se mojaban, cómo aquella mirada ciruela le penetraba el alma y le rompía en pedazos. ¿Tanto le gustaba a este chico? No, no era que sintiera algo más que atracción mental a un nivel tan alto. Simplemente era mucho más sensible. De todas formas... seguía siendo doloroso. Incluso para él. Solo que su razón para sentirse así era que fue la primera persona en la que confió como amigo, como ajeno.

Rage WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora