XIX. Juntos y separados

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A medida que las horas transcurrían, el malestar de Tanjirou se terminó disipando, permitiéndole recuperar la energía necesaria para cuidar del otro chico. Estaba más tranquilo al ver que también se encontraba menos enfermo de su resaca, sin náuseas, pero todavía con dolor y cansancio. Siendo sincero... era feliz. Recordaba perfectamente cómo Inosuke le había confesado que le parecía atractivo y le gustaba, tal y como él hizo también. Su seguridad había dado un significativo salto con respecto al alemán. Pero... este no se acordaba de nada, y eso machacaba demasiado sus esperanzas. De igual manera... había algo que no estaba bien con todo aquello, y tal vez, nunca lo estaría. Había estado recogiendo la funda del sofá y el cojín para lavarlo, e hizo lo mismo con la ropa de cada uno, no sin antes sacar la cartera de los pantalones del contrario y dejarla guardada en un cajón del mueble de la televisión. Mientras hacía todo aquello, iba y venía del cuarto para asegurarse de que continuaba descansando. No fue hasta que terminó que se permitió regresar con él y comenzar a mimarle la espalda en cuanto lo vio echado boca abajo. Sabía que estaba despierto porque lo estuvo escuchando gemir muy débilmente de molestia durante toda la mañana, y no se detuvo hasta que le puso la mano encima. Acariciaba su piel con dulzura, mejorando ligeramente el estado deplorable del extranjero. Con la cabeza ladeada hacia el pelirrojo y la mejilla aplastada contra la almohada, lo miraba con una expresión lastimera, aún sufriendo los efectos posteriores a una ingesta elevada de alcohol. Tenía ganas de morir en ese momento, pero no lo diría en voz alta. Su orgullo no se lo permitía. En cambio, su atención se centró en otra cosa.

-¿Con quién me peleé?... -no era normal que le doliera tanto la cadera, como si se la hubieran aplastado. Y mucho menos en la otra zona. Eso ya sí que se escapaba a su razonamiento escaso. ¿Le habían metido una vara en plena lucha o qué? ¡Eso era trampa, no podía hacerse...! Bueno, él sí podía hacerlo, pero al revés no.

-Con Genya. -utilizó un tono bajo, cuidando la delicadeza de sus oídos y cabeza adolorida. No mentía, sí que se pelearon. Y creyó que se había acordado un poco de ello.

-Voy a... -emitió un quejido. - ...matarlo por esto. -cerró los ojos, frunciendo el ceño. Tanjirou presionó los labios, desviando la mirada de forma incómoda y nerviosa. Ahora sí sabía por dónde iban los tiros, el extranjero pensaba que sus dolores inferiores fueron provocados por una paliza contra el más mayor del grupo. Si tan solo supiera que el culpable lo tenía delante... Más tarde hablaría con él sobre todo lo ocurrido, cuando se encontrara mejor. Por ahora, solo tenía que centrarse en cuidarle. Por un momento, teniendo aquellas cosas en mente, dejó de mover la mano sobre aquella espalda. -Tontaro... ¿Por qué te detienes? Sigue. -exigió, intentando sonar duro, en vano. Sus intenciones por imponerse provocaron una risa tierna en el otro chico, quien volvió a sobar toda su superficie desnuda.

¿A quién quería engañar? A pesar de parecer tan tranquilo y aceptando fácilmente la situación, por dentro era un mar de caos y gritos enloquecidos. Era la primera vez que le ocurría algo así, la primera vez que le gustaba alguien... y la primera que tenía relaciones sexuales. La primera... Y juraba que también la del extranjero.

-¿Quieres algo? ¿Algún dulce, agua...? -le vio negar con la cabeza. Eso le preocupaba, no había tomado bocado desde la última cena, e Inosuke nunca rechazaba una comida. Aunque podía entenderlo, debía de sentirse muy enfermo como para querer evitar meterse algo al estómago. -¿Te sientes algo mejor? -le había dado antes un remedio para el dolor, tenía que haber disminuido un poco, al menos.

-No me subestimes. -gruñó, frotando el rostro contra la almohada.

-No lo hago. -suspiró. De verdad que... había momentos en los que le alteraba los nervios. Tuvo en ese momento el destello de memoria que explicaba cómo habían terminado en el cuarto. Él mismo había cargado al alemán, y en cuanto lo dejó, se quedó dormido con él. Ya era consciente de otro detalle más, uno que realmente no tenía importancia. Aquellos ojos verdes le escrutaron de reojo sin que se diera cuenta y regresaron a desviarse, provocando una mueca en el dueño de estos.

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