XXI. Tu nombre

392 48 39
                                    

-Hemos encontrado a la niña de Hashibira, señor, a las puertas de la cafetería principal del centro.

-¿Niña? -tras aquel elegante escritorio, se alzaba la figura oscura de la masculinidad fina, reposando en un sillón carmesí, de un rojo tan intenso como la sangre y el vino que amaba tomar de labios pálidos, muertos. -Siempre escuchamos que era un muchacho... -aquel hombre apoyó los codos, inclinando su cuerpo grácil hacia delante. -No importa... No cambia nuestro objetivo. ¿Estás seguro de que lo es?

-Sin duda, tiene el mismo rostro y cabello que ella. -bajo las escasas luces del despacho, era complicado diferenciar las vistas, las identidades.

-Así que, todavía vive... Después de cuatro años sin rastro alguno y dada por muerta. Es como si se hubiera levantado de la tumba... -se acomodó con lentitud, apoyando la espalda en el respaldó esponjoso. -Eso, o el incompetente de Kaiser fue un completo inútil... Tiene el mismo coraje suicida que su madre al aparecer aquí. -pausó, dejando un silencio afilado en el aire. -Su madre aún debe estar en el caserón. Tráemela, quiero verla ahora.

Fue costoso. Jamás creyó que algún día tuviera que confesar en alto toda su vida actual. Lo más extraño de todo fue que una vez que comenzó no pudo parar, como si su propia mente le pidiera desesperadamente que lo dejara salir, que no continuara acumulando desdichas, emociones, opiniones... Que se permitiera deshacerse de aquella coraza de fuerza y orgullo, y se apoyara en alguien más a parte de en su propia resistencia. Esta no era infinita, aunque se empeñara en pensar que sí. Lo liberó todo; después de profundizar en la asquerosa convivencia con su padrastro y su intento de suicidio, contó aquel año completo en el que estuvo viviendo como un salvaje, sin compañía humana cerca, y lo bien que se sintió a pesar de no ser suficiente. Hizo hincapié en las destrezas que había desarrollado por ello, la habilidad que adquirió para dislocar su cuerpo a voluntad aunque doliera, el aumento de su flexibilidad, la mejoría de sus reflejos y precisión, la profundización de su instinto básico y sentido del tacto. Narró con emoción las hazañas de haber escalado acantilados en busca de refugios, la lucha por el territorio y el alimento contra depredadores que lo dejaron exhausto, el hecho de aprender el idioma de los rugidos, los gruñidos y las posiciones del cuerpo. Al inicio, ninguno de los japoneses estaba seguro de si realmente aquello era como lo hacía sonar, pero a medida que avanzaba, se hacía más creíble, pues con cada anécdota se levantaba una parte diferente de la ropa y mostraba muy diminutas cicatrices en todo su cuerpo, tan claras que nadie nunca llegó a notar simple vista, incluso él las olvidaba al no tener una visión tan aguda. Si se sometiera a un escáner para detectarlas, su piel completa se vería como un lienzo salpicado de pintura. Describió hasta el mínimo detalle de cómo casi hizo de Rengoku papilla en sus intentos por robarle todas las provisiones en su acampada, algo que hizo reír bastante a Genya al imaginar a aquel hombre en dicha situación. Dejó bien claro lo agradecido que estaba con él por haberle ayudado a reinsertarse a través de la música, lo contento que estuvo cuando Löwe, a pesar de ser constantemente atacado por su actitud asalvajada y animal, no abandonó su tarea de enseñarle todo sobre la percusión y cómo golpear con el mínimo esfuerzo y mayor calidad. Presumió bastante sobre la manera en la que había superado al castaño, la fama que el grupo tomó de golpe cuando se añadió a ellos oficialmente, los nuevos fans enloquecidos que, en un principio, fueron atraídos por su físico hasta ser seguidores de su música, dejando de lado la imagen. Sin embargo, su tono comenzó a menguar a medida que hablaba, descendía de la emoción a la monotonía, explicando que jamás había dejado que ni un solo dato personal fuera conocido debido a su desconfianza, al temor de que su padrastro pudiera reconocerlo y rastrearlo. Sabía de lo que era capaz ese hombre, e ir tras él era un problema de gravedad neutra. Que por dicha razón no regresaba aún al grupo, ni contactaba con la policía para ello. Y mucho menos ahora, que había sentido un par de agujas clavarse en su espalda cuando lo echaron de la cafetería junto con el más mayor. Lo mencionó también, poniendo los pelos de punta al otro par, a pesar de ya haber avisado al moreno en el acto. De todas formas... estando acompañado era imposible que alguien se acercara, así que estaba bien así a pesar de inquietarle.

Rage WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora