En el aula de Pociones se escuchaba un silencio tan fuerte que casi daban ganas de taparse los oídos.
En realidad, sí que se escuchaban los sonidos que hacían Emma y George al asear la clase, cada uno en su rincón. Se escuchaba a George barrer el polvo y a Emma colocar uno a uno los frascos conforme los iba terminando de fregar.
Pero lo hacían sin mediar palabra porque ninguno de los dos se atrevía a hablar, y eso multiplicaba el silencio por dos. Emma le acababa de confesar sus sentimientos para que él tuviera que hacerse cargo de ellos y él no podía dejar de pensar en eso. Estaba repasando cada uno de los momentos junto a ella, intentando ver cuándo había ocurrido todo frente a sus ojos sin que él se diera cuenta. Ella, por su parte, estaba intentando no reírse de puro pánico mientras evaluaba lo que había hecho.
La tensión en el ambiente era tan palpable que Emma se sentía agobiada, como si le costara respirar. No dejaba de pensar en que George no había vuelto a comentar nada sobre la confesión, lo cual era rarísimo porque, en primer lugar, George nunca se callaba, y en segundo lugar, si se lo había tomado a broma, no estaba riéndose. El silencio era peor que sus chistes. Emma estaba intentando convencerse de que había hecho lo correcto, pero todavía le temblaban las manos.
Te has vuelto completamente loca, Emma. ¿En qué demonios estabas pensando?
Esperaba que de verdad le sirviera para pasar página. Sentía que había estado guardando un secreto y deseaba que, ahora que había salido a la luz, George fuera un poco más considerado con ella al saber sus sentimientos. A pesar de que siguiera saliendo con Anne.
Estaban terminando ya la limpieza cuando se escuchó una risilla traviesa en alguna esquina del aula. Emma se topó de bruces con Peeves, uno de los fantasmas del colegio, sobrevolando la estancia. George compartió un par de palabras con él, pero Emma decidió ignorarlo porque prefería no llamar su atención. No terminaba de comprender por qué los profesores dejaban al poltergeist campar a sus anchas con total impunidad cuando muchas de sus bromas eran verdaderamente pesadas. Había estado tres horas una noche intentando limpiar una masa pringosa verde del pelo de Keira y de una de sus amigas, y las pobres habían pasado toda la semana con el pelo de ese color. Los profesores le habían dicho que no se enfadara por algo así, que eran tradiciones del colegio con las que echarse unas risas.
Yo no le veo la gracia.
—¿Qué tenemos aquí? ¿Acaso no hay nada mejor que hacer que limpiar cristales en este castillo? —se burló el fantasma con una risilla.
—No estamos aquí por voluntad propia, Peeves —renegó George.
—Entonces es un castigo. —Se rio, haciendo sonar el cascabel de su horroroso gorro—. ¿A quién habéis enfadado?
—Al profesor Snape —masculló Emma en voz baja. Se había imaginado su rostro en la superficie de todos los recipientes que había lavado, y pensaba que por eso relucían tanto ahora, por la fuerza con la que había frotado.
Peeves empezó a reírse todavía más, con evidente intención de ponerlos de los nervios, pero ninguno le siguió la corriente. Emma vació el cubo de agua sucia sobre la pila y abrió el grifo para rellenarlo de nuevo. Se agachó un segundo para buscar algo con lo que fregar el suelo, pero al mirar de reojo, observó a Peeves examinando concienzudamente los recipientes que acababa de ordenar sobre el estante.
—Aquí te has dejado una mota de polvo —anunció, señalando uno de ellos.
Emma se acercó con el ceño fruncido. Odiaba que criticaran su trabajo cuando sabía que estaba bien hecho.
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I Didn't See You · George Weasley ·.
Fiksi PenggemarElla lo ve todo. Él solo la ve a ella. Tras la trágica e inesperada muerte de su madre, Emma Blackwood deja atrás su vida en Estados Unidos y sus estudios en la escuela de magia americana Ilvermorny para trasladarse a Hogwarts. Allí, su vida dará un...