Capítulo 25 · La Marca ·

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Cuando la señora Weasley la despertó, Emma había dormido quizás un total de tres horas. Tanteó en la oscuridad en busca de su ropa y corrió al baño para darse una ducha rápida, ya que había sudado mucho por culpa de la inquietud y los nervios.

Y ese maldito sueño.

Cuando bajó a la cocina, todavía medio dormida, los chicos ya estaban sentados en la mesa esperando el desayuno. Fred removía su cuenco de gachas de avena con cara de sueño, pero George le dedicó una sonrisa sincera, sin rastro de burla, algo muy inusual en él. Aquello confirmaba las sospechas de Emma de que la noche anterior había sido solo ella quien había sentido una extraña tensión, y que él simplemente le había dado un vaso de agua en mitad de la noche a su amiga.

Es tu amigo, Emma, tu amigo. Todo sigue igual que antes de las vacaciones.

Lo que consiguió hacer que conciliara el sueño la noche anterior no fue otra cosa que la firme convicción de que, por mucho que hubiera visto aquella inminente ruptura, tal vez, no tenía por qué hacerse real. Quizás, de hacerlo, sería dentro de mucho tiempo. ¿Por qué amargarse por algo que se escapaba de su entendimiento? ¿Y si esa visión no era más que una discusión con Cedric y un malentendido y todo se arreglaba?

La falta de sueño la tenía adormilada y sumida en un sopor de lo más incómodo del que se deshizo cuando escuchó los gritos de enfado de la señora Weasley hacia los gemelos, que, no contentos con su broma al primo de Harry el día anterior, habían escondido sus caramelos inventados y otros artículos de broma en lugares insospechados de su ropa, como el dobladillo de los pantalones y la capucha de sus chaquetas, para llevarlos al Mundial. A la señora Weasley le faltaba poco para echar chispas y comenzar a llorar.

—¡No entiendo qué hemos hecho para que intentéis matarme a disgustos! —gimoteaba lanzando hechizos convocadores a los gemelos, provocando que los caramelos salieran de los bolsillos de los chicos y fueran hacia sus manos—. ¡Solo habéis conseguido tres TIMOS cada uno! ¡Os pasáis el verano inventando tonterías! ¿Qué haremos con vosotros?

—Molly, no hace falta que... —intentó calmarla el señor Weasley.

—¡No me extraña que Emma pase de vosotros y haya elegido a un chico que verdaderamente se preocupa por su futuro! —gritó en dirección a la aludida, que intentó por todos los medios fingir que no lo había escuchado—. ¡Solo os interesan esas bromas estúpidas!

La señora Weasley estaba tan alterada que ni siquiera se despidió de los gemelos cuando fue la hora de marcharse. Ninguno de los dos habló durante el camino, así que Emma se entretuvo poniéndose al día con Harry, quien le contó cómo había sido su verano. Se habían escrito algunas cartas desde entonces, e incluso Emma le había enviado una tarta de zanahoria por su cumpleaños y una docena de miniquiches de queso y jamón al enterarse de que los Dursley, su familia, lo estaban matando de hambre.

Dos horas después, tras conseguir subir el último tramo de la montaña, pararon para tomar aire. Allí, les esperaban Cedric y su padre, que tomarían el mismo traslador que ellos para acudir al recinto del Mundial.

—¡Arthur! —saludó Amos, abrazando al padre de los Weasley—. Qué buen día hace, ¿verdad? Te presento a mi hijo, Cedric.

 Qué buen día hace, ¿verdad? Te presento a mi hijo, Cedric

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I Didn't See You  · George Weasley ·.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora