Capítulo 43 · Legeremens ·

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Emma estaba comprensiblemente enfadada con Dumbledore por la encerrona. Le había hecho prometer que no indagaría más acerca del tema antes de contarle que sabía dónde estaba su madre. No podía comprender cómo la había escuchado hablar el año anterior sobre su muerte y no le había contado la verdad. ¿Cómo de ruin podía ser una persona como para dejar a otra sufrir de manera tan deliberada?

Se estaba empezando a dar cuenta de que fiarse de Dumbledore era muy complicado, porque era la misma persona que le había prometido que Hogwarts era un lugar seguro. ¿Cómo iba a confiar en que su madre también estaba a salvo, si su concepto de un lugar protegido era la escuela en la que había muerto Cedric y se había colado un mortífago?

Solo la charla posterior con su padre había conseguido calmarla y convencerla de no hacer nada por su propia cuenta. Le dijo que si su madre se fiaba de Dumbledore, entonces, ella tenía que fiarse también. Amelia tenía un plan y ese plan, tal vez, requería una fe ciega por parte de su familia.

Por mucho que me cueste aceptarlo.

Cuando Emma entró en aula de Arte por primera vez, se asombró al notar lo vacía que estaba el aula. Solo había ocho alumnos más, y uno de ellos era George, que la esperaba de brazos cruzados junto a la ventana, apoyado en la pared y con la mirada perdida en el exterior.

Se quedó plantada en la puerta unos segundos mientras observaba su figura como si la estuviera viendo por primera vez. Le sorprendía lo mucho que había cambiado desde que lo había conocido hacía ya dos años. Quedaba poco ya de aquel chico de quince años de espíritu alegre y actitud descarada. Sus facciones se habían afilado, el pelo se le había oscurecido un poco y su mirada ya no era divertida y cargada de burla. Se estaba convirtiendo en un hombre frente a ella, madurando sin parar por obligación de las circunstancias.

Emma tomó asiento junto a él y le miró con una sonrisa escueta. George no la había visto entrar, pero al notarla a su lado la saludó con un apretón en la mano y un beso sobre sus nudillos.

—No sabía que te habías apuntado a Arte —susurró Emma. El profesor Hendel ya había entrado en clase, pero estaba todavía por iniciarla.

—Dumbledore me paró ayer por el pasillo y me recomendó esta clase. Luego dijo algo sobre el amor y sobre ti —respondió con una sonrisilla. Metió la mano en su mochila y sacó un sándwich—. No has desayunado, así que cómetelo o se lo diré a Verónica.

Emma hizo una mueca que casi parecía una sonrisa y le dio un mordisco al sándwich escondiéndose detrás de George. Si Verónica se enteraba de que no quería comer le echaría la bronca y luego se lo contaría a Carol y a Alfred. Emma no quería correr riesgos.

Se alegraba de compartir una clase con George. No conocía demasiado al resto de alumnos, y no tenía muchas energías aquel año para hacer nuevos amigos. Con George, podía sentarse en última fila y no sentirse tan sola.

La primera lección consistía en pintura mágica. El profesor entregó un lienzo en blanco a cada alumno para que se expresara como más quisiera. Emma habría aceptado aquella tarea con ilusión de haberle sido propuesta el año anterior, pero ahora miraba la tela blanca y no se le ocurría absolutamente nada que plasmar en ella. No encontraba inspiración, ni motivación, ni ganas.

De reojo, vio que George se esmeraba por pintar lo que parecía un edificio de fachada roja. No dominaba demasiado la pintura y, siendo honestos, no parecía tener mucho talento para plasmar nada sobre el papel, pero parecía estar esforzándose, por cómo se mordía la lengua entre los dientes mientras pensaba.

Cuando terminó la clase, Emma solo había sido capaz de dibujar el símbolo que no la dejaba dormir por las noches. Enrolló el lienzo y lo escondió en su mochila antes de que el profesor se acercara. No quería que viera cómo Emma había desperdiciado una hora entera y un lienzo virgen en un símbolo sin gracia ni dificultad.

I Didn't See You  · George Weasley ·.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora