Ella lo ve todo.
Él solo la ve a ella.
Tras la trágica e inesperada muerte de su madre, Emma Blackwood deja atrás su vida en Estados Unidos y sus estudios en la escuela de magia americana Ilvermorny para trasladarse a Hogwarts. Allí, su vida dará un...
Se despertó con una ansiedad que le apretaba el pecho, tanto que le costaba respirar. Se llevó las manos hacia la garganta, como si fueran a facilitarle el acceso del aire, pero no había nada que pudiera hacer para aliviarlo excepto intentar calmarse, lo cual parecía imposible en aquel momento.
Había tenido un sueño horroroso y verdaderamente esperaba que no fuera premonitorio, porque jamás había sentido nada peor. Ni siquiera cuando la había atacado aquel dementor. Se dio cuenta de que estaba llorando cuando se le cayó una lágrima en la mano. Se limpió con la manga del jersey y se llevó las manos al pelo, realizando respiraciones muy lentas.
Se había visto a sí misma nadando en mitad de un mar de aguas oscuras, dando grandes brazadas para intentar mantenerse a flote. Por más que lo intentaba, no conseguía coger aire, y había algo que la sujetaba del pie e intentaba hundirla hacia las profundidades. A su alrededor, nadaban todos sus seres queridos, que hablaban entre ellos con grandes sonrisas. Algunos, incluso, reían a carcajadas. Ellos la veían y la animaban, le decían que todo estaría bien, pero no se daban cuenta de que se estaba hundiendo. Había despertado justo cuando el agua le había comenzado a cubrir la cabeza.
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Aquello no podía ser premonitorio, porque parecía demasiado irreal para ser cierto. Si se estuviera hundiendo, sus seres queridos la ayudarían, era obvio. Y aún así, ¿por qué había parecido tan real?
Apartó un poco la cortina de su cama y observó que Bella estaba despierta, ya que se veía luz a través de sus cortinas. Emma no quiso molestarla, puesto que la joven estaba un poco extraña desde las vacaciones de Pascua.
En los últimos meses, su relación había evolucionado tanto que Emma la consideraba parte de su círculo cercano, intentando, incluso, que Verónica y Maisie la aceptaran como una más. La más difícil de convencer de las dos había sido Verónica, pues era la más orgullosa, pero Emma sabía que terminarían llevándose bien, puesto que tenían personalidades muy similares.
Tras la incomodidad inicial de intentar conocer a alguien con quien solía llevarse mal, Emma había encontrado en Bella una chica inteligente, sensible y comprensiva. Resultaba que, en realidad, tenían muchas cosas en común, y aunque Bella parecía siempre guardarse una parte de lo que pensaba porque le costaba expresar sus sentimientos, Emma iba poco a poco entendiendo su forma de ser. Sabía que su educación en casa había sido muy distinta a la suya, y eso, definitivamente, había provocado esas diferencias abismales entre las dos en ciertos puntos de vista.
Sin embargo, Bella continuaba decaída. A pesar de que se animaba cuando Emma pasaba tiempo con ella, cuando estaban por separado —Bella le había pedido que no las vieran en público juntas, pues su familia era demasiado controladora—, la chica parecía sumirse en sus pensamientos, y esos pensamientos claramente la atormentaban. Al empeorar tras las vacaciones de primavera, Emma supo que era algo que había ocurrido en su casa, pero Bella no accedía a contárselo y no quería presionarla más.
—¿Qué haces despierta? Son las dos de la mañana.
La voz de Bella sacó a Emma de sus pensamientos. Se había levantado y había acudido hacia su cama, cerrando las cortinas para tener un poco de privacidad. Examinó el rostro de Emma y llevó una mano hacia su mejillas.