¿Problemas en el paraíso? (MARATÓN)
— EN STRATFORD —
El tiempo se había pasado volando y después de estar una semana en Paris volvimos a Stratford. Justin y yo estábamos mejor que nunca, eso de estar los dos solos de viaje en Paris nos había unido muchísimo. Parecíamos una pareja de recién casados, cuando sólo éramos dos adolescentes enamorados. Relación que a los abuelos de Justin les sorprendió muchísimo, como al resto de la familia. Jamás habían visto a Justin tan enamorado de una chica. El hecho de que yo pasase las navidades con su familia y con él significaba muchísimo, para ellos un paso muy grande también.
Bruce y Diane son encantadores, unas de las mejores personas que he conocido. Sentí muchísima vergüenza a la hora de conocerlos pero pronto hicimos buenas migas, encajamos. Me recibieron con mucha ilusión y con los brazos abiertos, en una sola tarde ya me sentía de la familia.
Bruce me contó muchas de sus historias de pesca. Era increíble, me recordaba a mi abuelo, sólo que él me las contaba de guerra. Me sentía como en casa. Las escuché atenta, me parecían interesantes, cosa que a Justin no ya que las había escuchado miles de veces. Parecía una cría, sentada en la alfombra al lado del árbol de navidad aun sin adornar escuchando hablar a Bruce.
Diane en cambio me habló de la infancia de Justin, de cómo ayudó a Pattie, de las travesuras de mi novio, sus antiguos romances, eso no me hizo mucha gracia, pero bueno. También me habló de la vida en Stratford, de la gente que había allí de los antiguos amigos de Justin. Por último me explicó cómo funcionaba la navidad allí. Cosa que tenía más que aprendida, Justin me había contado todas sus navidades y es genial.
Muchísima familia se reúne allí. La familia de Bruce, de Diane, luego está Jeremy, Erin, Jaxon, Jazzy, vamos, no os podéis imaginar la de gente que viene y el banquete que se hace. Y a la hora de dar los regalos tiene que ser genial, estoy deseando pasar estas navidades con toda esta maravillosa gente.
Para situaros un poco, yo duermo en la habitación de Justin. Sí, su habitación de toda la vida. Llena de trofeos, de posters, algún palo de hockey fotos, alguna camiseta firmada y un colchón al lado de su cama, donde yo dormía. La casa es grande, pero con todos los invitados que vienen nos faltará espacio, además me parece genial compartir habitación con Justin.
— ¿Qué hacéis normalmente por aquí para pasar el tiempo? —le pregunté a Diane y a Bruce.
— Ordeñamos vacas, cabras, ovejas y esas cosas de campo. —me contestó Bruce.
— Abuelo... —le reprochó Justin.
— ¿Enserio? —me extrañé.
— ¡No, claro que no! —se echó a reír Pattie— hacemos lo que hace la gente normal, ver la tele, escuchar la radio, ir al cine, al teatro, salir con los amigos.
— Vale. —me ruboricé— ahora ya sé porque Justin es tan bromista, le ha salido a Bruce. —todos estallamos a carcajadas.
— Tendrás que cargar con mis bromas el resto de tu vida. —besó mi cabello Bieber.
— Justin. —le aparté— aquí no.
— No os cortéis. —rio Bruce.
— ¿Justin? ¿Cortarse? Bruce, que eres su abuelo, parece que no lo conozcas. —volvimos a reír todos.
— Justin, nunca pensé que tuvieses tan buen ojo con las chicas. —me alagó su abuelo— te has fijado en la mejor.
— Y que lo digas. —me abrazó por los hombros.
