Capítulo 2: El casi beso.

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Una lapicera se puede perder muy fácil en una habitación.





Empezamos a poner nuestros nombres en las hojas y yo hago la primera pregunta.

—¿Cuál es tu nombre completo?— esto también lo tengo que escribir en la hoja.

—Mí nombre es Ryan Tomas Cooper— lo anoto —¿El tuyo?

—Ambar Elizabeth Sevedo— le respondo, él también anota.

—¿Fecha de nacimiento?— pregunto.

—10 de mayo— me rio un poco —¿Qué?— pregunta raro —¿Tú cuando cumples?— pregunta.

—También el 10 de mayo— me río y el también comienza a reírse.

—Parece que tenemos algo en común— me da una sonrisa, pero no era una sonrisa arrogante ni divertida, era una sonrisa sincera, linda, y hace que sin querer mis ojos que estaban mirando los suyos pasan a su boca.

Tiene unos labios muy lindos, Ambar concéntrate me digo para mí misma.

—¿Quieres besarme?— me pregunta sacandome de mis pensamientos —llevas como hace media hora mirando mis labios— dice divertido  —igual tranquila, todas quieren lo mismo— dice con la arrogancia que ya conozco de él.

—Eh...que...— sacudo mí cabeza entendiendo que me acaba de decir  —puff... ya quisieras— le digo nerviosa.

—Yo sí quiero— me dice mirando mis labios, trago en seco —¿Tú quieres?— me agarra de la mejilla y me acerca a su rostro.

Su tacto... Su tacto se me hace muy familiar.

Como si ya lo hubiera echo antes.

Sus dedos fríos me quieren hacer tener un dejá vu pero no logro llegar a ese recuerdo.

Siento mí corazón a mil, nunca antes en mí vida me había pasado eso, y eso que lo conocí hoy nomás.

Dejándome llevar y sin pensar con claridad yo también me voy acercando y voy colocando mí mano en su nuca, pero cuando estamos a tan solo dos centímetros reflexiono de lo que estamos haciendo.

No sé nada de él, no podemos hacer esto, no ahora, es un error.

Sus ojos se van cerrando y con mis fuerzas lo empujo, que casi se cae.

—No podemos hacer esto, es una locura, no-nos conocemos ni siquiera— le digo con los latidos muy acelerados de mí corazón.

—Para eso es el trabajo, para conocernos— me dice encogiéndose de hombros —pero como tú quieras— su expresión de extrañado se vuelve seria —¿Seguimos?— pregunta, no entiendo a qué se refiere —el trabajo— dice obvio, rodando los ojos.

Parece que se molestó o algo de eso, no lo sé. No tengo tiempo para estupideces.

Solo asiento y sin decir nada más adelantamos un poco más el trabajo, cada pregunta que le hago, la responde cortante y serio, aunque cuando él me pregunta algo, le respondo con alguna broma o algo así porque Dios, soy graciosa aveces, pero ni siquiera se ríe o hace una mueca.

Y yo pensé que me estaba llevando bien con el, pero...me equivoqué. Siempre me equivoco. ¡Jesús! Solo me negué a un beso con un desconocido. ¿Eso está mal? Debería ser yo la ofendida por pasarse de la línea.

Así como el mismo se metió con la persona equivocada, conmigo no se va a ser el bipolar sin que yo lo sea más que el. Entonces durante las siguientes preguntas le respondo más cortante de lo que él lo hacia, perece que se sorprende pero no dice nada. El ambiente es incómodo. Tenso. Se puede cortar con un cuchillo fácilmente.

El Miedo De Ámbar #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora