¿Color rojo en el pelo? Es mejor el negro.
El desayuno fue silencioso y muy incómodo, demasiado para mí gusto, bueno, para mí, cada vez que miraba a Ethan me sonreía pero la sonrisa era una pícara, la de recién y me guiñaba un ojo, y yo solamente tragaba saliva y seguía desayunando. Otra vez no puedo decir nada. Solo puedo comer y rara vez pasa.
Casi siempre cuando me siento incómoda pierdo el apetito.
¿Qué me dirá Cassie cuando le cuente lo que pasó?
¿Se lo tengo que contar?
¿Qué hago Diosito?
Le digo algo como: hey Cassie, nuestro mejor amigo vino ayer y no pasó ni una semana y casi me folla con sus dedos largos. ¿Qué tal eh?
No quiero que nadie lo sepa y no creo que Ethan abra la boca.
Mejor no digo nada, no decimos nada por ahora, porque no tiene porque enterarse.
—¿Y tu bebé?— se refiere a mí Ferrari.
—Un enfermo lo chocó la semana pasada— digo cortante y rodando los ojos recordando al idiota de Ryan —me lo devuelven el lunes que viene.
—¿Entonces vamos en autobús?— pregunta dejando su taza en la mesada.
Solo asiento.
—Si quieres caminado pero vamos a llegar tarde.
Termino de desayunar comiendo la última medialuna.
De repente suelta un gruñido.
Yo lo quedo mirando con el ceño fruncido, qué, ¿Acaso le molesta que vayamos en autobús?—¿Ámbar, te enojaste por lo que hicimos recién?, estas cortante y no sé que te pasa, si es por eso solo dímelo— dice rascando su cabello.
—Primero, no, no estoy enojada, segundo, no estoy cortante, solo me siento rara después de eso, y tercero, me gustó lo que hicimos, en serio pero... nosé si debamos hacerlo, eso... eso sería raro e incómodo, ahg no lo sé— digo masajeando mí cien.
»Solo sé que si lo llegáramos a hacer, va a pasar una vez, lo entiendes, ¿No?— digo mirándolo a los ojos.
—Eso ya lo sé Ámbar, pero por lo menos podré tocarte una vez más— dice rascando su nuca nervioso.
Siempre tan directo, igual que yo.
No sé como nuestra amistad sigue en perfecto estado (por así decirlo) con nuestra, a lo que llamamos: honestidad impulsiva. Aunque no nos ocultamos nada nunca.
Al menos no él, pero yo si.
—Primero vamos al instituto y luego lo hablamos, y esto— digo señalando a nosotros dos —a nadie hay que decirle, ni siquiera a Cassie— le digo.
Termina de desayunar y estamos por irnos cuando Roxie nos llama.
—Señorita Sevedo— dice llamándome.
—Solo dime Ámbar Roxie— me río.
—Perdon la costumbre— dice —quería decirle que voy a hacer las compras y que seguramente llegaré tarde, así que les dejo las llaves por si llegan temprano, tengo que buscar las fresas de la señora Scarlett— dice dándome la llave de la casa.
—Ok Roxie. Sevedo y sus fresas— digo teniendo un escalofrío. Odio las fresas. Amo las frutillas. Raro. Son iguales de sabor me dicen todos. Pero yo lo veo diferente. Las frutillas son frutillas y las fresas son fresas, joder.
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El Miedo De Ámbar #1
Teen FictionUn simple apodo puede desestabilizarla. Un nombre tan común puede enloquecerla. Una mínima coincidencia se relacionan con sus pesadillas y recuerdos. Lo superó. O eso creyó. Ámbar prometió nunca enamorarse después del acontecimiento que vivió. Tien...