Capítulo 9: El deseo.

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Cuando Brianna dice que no laves los platos... por favor no lo hagas.







—De esta no te me vas a escapar— suelta mis manos y se para —bien, iniciemos con el trabajo.

¿Qué mierda fue eso?

Finjo naturalidad y me paro para sacar las cosas de mí mochila.

—¿Quieres algo para merendar?— pregunta.

—Cualquier cosa está bien— le doy una sonrisa de boca cerrada.

—Ahora vuelvo— dice y se va por la puerta.

¿Qué está pasando aquí?

¿Por qué me pongo así de nerviosa cuando estamos tan cerca?

¿Que me estás haciendo Ryan?

Empiezo a ver su habitación por segunda vez, está igual de ordenada que la semana pasada.
Tiene algunas fotos en la pared de sus padres y él y parece que con sus abuelos, tíos y demás.

Estoy tan entretenida mirando las fotos que no me doy cuenta cuando Ryan entra con una bandeja que contiene un termo, muchas galletas, y un mate.

—Dime una cosa ¿Te gusta el mate?

—Claro que sí, es riquísimo— digo.

—Perfecto— dice y deja la bandeja en la mesa.

Nos sentamos en los puf y agarro una galleta que parece recién horneada y la llevo a mí boca.

—Uhm... Dios, que rico— digo chupando el dulce que queda en mis dedos.

Ryan se mueve incómodo y traga saliva.

—Si, las preparó Emily, me encanta como cocina, pero me encanta más mí mamá cuando las hace.

—Me pasa lo mismo, pero con mí padre, mí comida favorita son los spaghettis que hace él, solo él, de otra persona me gusta, pero no es lo mismo— digo tomando el mate. Está bien caliente, así me gusta.

—Mí plato favorito es la lasaña, pero como a ti, solo me gusta la que prepare mí mamá.

—La semana pasada comí lasaña, y me comí tres platos— me río por la cara de Ryan.

—¿En serio?

—De verdad, me quedé sola cenando mientras Roxie, nuestra cocinera, hablaba contigo para no dejarme sola comiendo como una cerda.

—Wao, es que no me lo creo, ¿y sigues así con ese perfecto cuerpo que tienes?— me sonrojo por lo que dijo. Diablos, ¿por qué?

—Ojalá, tengo un mini gimnasio en mí casa, y al día siguiente bajé esos par de kilos que subí comiendo esa lasaña. Ojalá tuviera este cuerpo, pero requiere mí voluntad para quedar así como estoy— me señalo.

—Increíble, ¿entonces tienes resistencia no?— se ríe un poco.

—Sí, en el gimnasio estoy cuatro horas, así que sí— respondo encogiéndome de hombros.

—Gracias por el dato— me guiña un ojo.

—¿De nada?— frunzo el ceño.

No me contesta, se ríe y le entrego el mate para que él tome.

Nos quedamos en silencio y entonces pregunto:

»Ryan, ¿porque pagaste la mitad de mí bebé sin decírmelo?

—Porque era al menos lo que correspondía. Si era por mí te iba a pagar todo, pero no ibas a pagar nada e ibas a saber que era yo, así que por eso pagué la mitad.

El Miedo De Ámbar #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora