Capítulo 40: Tres meses.

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Roxie: Consejera y hada madrina.








Narra Erick.

—El arma estaba cargada. Cuando claramente te dije que ninguna bala. ¡Solo quería que le advirtieras que estaba en París!— se asusta con mi grito. Mi vena está por estallar de la furia, del miedo de que le haya pasado algo. Chloé desapareció todo un mes desde ese día y recién hoy se dignó a aparecer porque intuía que la iba a buscar por cielo, mar y tierra como sea.

—Erick...— murmura.

—¡Cállate Chloé!— la sobresalto golpeando la mesa.

—Quería que sea más creíble.

—¿Piensas que soy idiota? ¿Que acaso no ví cuando le rozaste la cara? ¡Casi la matas!

—Me dijiste que era buena esquivando balas. Por eso lo hice.

—No me interesa que sepa o no esquivar las putas balas. Yo te dije que ni siquiera cargues el arma. Me desobedeciste en todo. Creo que lo más ridículo que dijiste fue que me amabas— me río.

—Lo siento Erick...

Agacha la cabeza apenada. Como una sumisa. Maldita estúpida inservible.

Me acerco a ella. Tiembla cuando toco su rostro. Se sonroja cuando levanto su mentón y huelo su cuello.

—Erick...— jadea. Ruedo los ojos.

No es ella. Ninguna es ella.

—Solo una orden te pedí. Ni para eso sirves.

—¿Por qué la quieres? Yo te puedo hacer muy feliz. Solo déjame intentarlo— propone.

Me río nuevamente. Acerco mi boca a su oído.

—Corrección. La amo. Y tú... No le llegas ni a los talones. Y el echo de que te pongas celosa me hace a saber que no puedo confiar en ti.

—Ella no te ama. Nunca te va a amar, nunca te va a perdonar— tenso la mandíbula molesto —Quería matarla. Es una arpía que no te merece. Merece morir la perra.

—Suerte la próxima— finalizo la conversación degollando su cuello con la daga guardada en mi pantalón —y ella si me ama querida. Cuida tu lenguaje la próxima que hables así de mi chica— derrocho ironía.

Me limpio la mano con un trapo mientras veo el charco rojo alrededor de su cabeza en el piso como se va haciendo más grande. Después lo limpio.

Me siento en mi escritorio tecleando y hackeando para ver las cámaras de la casa de mi tío. Me gusta ver lo que hacen cada tanto Lizz, Liam y Kevin. Lo último que ví fue el pedo que se agarraron Lizzie y Kev por su cumpleaños y las prácticas del curso. No tuve tiempo de ponerme al día.

—Eres mi padre...— se me descuelga la mandíbula. Ya lo sabe.

—Joder...— murmuro. No esperaba que ya lo supiera.

Liam le afirma que es cierto porque Kev está estupefacto. No puede hablar.

Lizz sale corriendo. Tecleo el número de su casa porque supongo que va a hablar con su mamá. También puedo ver lo que hace allí. No soy un acosador. Digamos que me preocupo mucho por ella.

En unos minutos llega, se embriaga, discute con Scarlett muy fuerte y vuelve al curso.

Llora. Está... Triste, pero feliz...

Veo las marcas en sus brazos. Mierda. Ella misma se las hizo. 

Escucho como hablan de su creación básicamente. Su baja autoestima me rompe el puto corazón. Jamás la oí así, siempre fue esa chica llena de vida y alegría que resaltaba entre todos por su deslumbrante belleza y actitud.

El Miedo De Ámbar #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora