Capítulo 4

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La mañana había llegado, despertó como de costumbre para después levantarse y dirigirse al baño y tomar una ducha.

Cuando terminó de frotar su cuerpo con el jabón, abrió la llave para que el agua saliera. Se acercó hasta quedar bajo el chorro de agua, quitando primero el jabón de su cabello.
El agua bajaba por su cuerpo, mientras que en el transcurso se tornaba un poco amarillenta, producto del tinte cayéndose.

Limpió su rostro antes de bajar la mirada hasta sus pies. Viendo como el tinte se desprendía de su cabello. Sabía que no tenía que alarmarse, con el tiempo aprendió que eso pasaba cada vez que se aplicaba el tinte. Y eso era lo que había ocurrido.

En la noche de ayer, justo antes de bañarse, se había aplicado una capa de tinte, para que nadie pudiera notar sus raíces castañas bajo su cabello rubio que todos solían creer que tenia y ahora mientras se lavaba, estos eran los resultados.

Dejó de prestarle atención a cosas que para él ya eran común. Y no seguir perdiendo el tiempo.

Minutos después salió, caminó hasta el espejo, colocándose los pupilentes que solía ponerse desde muy temprano. Ocultando así sus ojos marrones, por unos color azul.
Todo lo contrario a como eran en realidad.

—Sólo unos meses más— Se dijo a él mismo.

Se alejó del espejo y comenzó a arreglarse, para después tomar sus cosas y salir ahí.

Salió de su habitación hasta llegar al comedor, ahí ya estaba su hermano, así como él, su apariencia era igual a la suya. Cabello rubio, ojos azules, así ocultando su verdadera identidad.

Todo había cambiado durante estos ocho años, ellos ya no eran aquellos niños que salieron asustados de Corea, para llegar a un lugar desconocido, donde no conocían a nadie. Cortando toda conexión que tuviera que ver con Corea.
Tenían estrictamente prohibido hacer una llamada para poder comunicarse y saber lo que pasaba durante su ausencia, mucho menos pensar en regresar. Así como tampoco decir sus verdaderos nombres.
Desde esa noche que habían salido de Corea, habían dejado de pronunciarlos.

Lo único que sabían, era que siempre los habían mantenido en las mejores escuelas, siempre con la fachada de una beca, más sin embargo, no sabían quién pagaba, pero para Hyukjae era lógico que era el amigo de su padre, el señor Kim Younghoon. Él había sido quién los había sacado de Corea de manera ilegal.
Para él no había dudas que Younghoon era el que estaba atrás de todo esto. Cada una vez al mes recibían un cheque con una cierta cantidad de dinero, pero sin levantar sospechas.

Así pasando desapercibidos por New York, nadie hasta el momento sabía quiénes eran en realidad.

Ahora ya eran dos adolescentes, sólo faltaba unos meses más para que pudiera tomar las riendas de la empresa y volver a ser Lee Hyukjae.

—Toma— Dijo su hermano sacándolo de sus pensamientos, mientras le pasaba la leche.

Ambos hermanos, desayunaron en silencio.

Cuando estuvieron listos, salieron del apartamento donde vivían. Por supuesto no estaba situado en los barrios ricos, sino más bien del otro lado de la ciudad. Donde no se situaban las personas adineradas.

Caminaron hasta llegar al metro, tenían el tiempo exacto para llegar al colegio.

Cuarenta minutos después llegaban al colegio. Se detuvieron unos cuantos pasos antes de entrar por la puerta.

—Te veo en el receso— Dijo él.

Empezó a caminar sin esperar respuesta por parte su hermano menor. Sabía que la respuesta sería la misma de siempre.

Aiden se quedó viendo a su hermano, mientras él se dirigía hacia su aula. Él también comenzó hacer lo mismo.

Cuando llegó, se sentó en el mismo lugar, siendo ignorado por todo el resto de la clase y sabía muy bien la razón.

Sólo porque Kan Aiden no tenía miles de dólares en su tarjeta de crédito, ni ser hijo de un importante empresario. Sino todo lo contrario.
Eran becados y vivían en uno de los barrios más baratos de New York, algo insoportable para todos ellos.

Volteó a ver hacia la puerta, justo en ese momento entraba Natalie Cole, la chica que le gustaba, la siguió con la mirada hasta el lugar que ella solía sentarse. Un lugar menos apartado que él, ella hija de uno de los empresarios más influyentes, pero ella al igual que el resto, lo ignoraba por su condición social.

Siempre se preguntaba como seria su vida si sus padres no habian muerto aquel día. Ellos nunca hubieran salido de Corea, mucho menos los hermanos Kan no existirían y no serían ignorados por todo el mundo.

Sabía muy bien que si fuera Lee Donghae, en vez de Kan Aiden, las cosas serían diferentes. Natalie no lo ignoraría, estaba casi seguro que sería ella quien buscaría la forma de llamar su atención.
Natalie tenía sólo un par de meses más para que le hiciera caso, porque cuando Hyukjae tomará posición de la empresa de su padre y recuperar la herencia que les pertenecía, y por fin fuera de nuevo Lee Donghae, sería él quien no le prestaría atención a ella.

Dejó de prestarle atención y se dedicó a sacar sus cosas que necesitaría para la clase que comenzaría en tal sólo unos minutos.

De pronto escuchó como unos pasos apresurados se acercaban a la aula donde estaban.

Alzó la mirada y se encontró con la única persona que los hacia menos por su condición social.

Ella sonrió al verlo y entró apresurada, sentándose al lado de Natalie, no sin antes alzando su mano en forma de saludo.
Sólo ella era la única que los trataba al igual que el resto, lástima que para él sólo era una amiga.

Amata Et Amissa (Eunhyuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora