𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟎

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Embarazada.

Elsa acababa de decir esa palabra que le causaba tanto miedo a Anna, porque jamás pensó que alguna vez tendría que afrontar esa noticia. Nunca nadie le dijo que hacer o cómo reaccionar cuando su pareja, o alguna chica con la que haya tenido relaciones, llegará y le soltará aquella fuerte noticia. No recordaba cómo había reaccionado cuando esa chica apareció para pedirle ir al hospital y verla recibir la noticia de que no había ningún bebé en camino.

Pero... no podía estarlo, ¿O sí? Elsa le dijo que el preservativo se rompió, ¿Cómo no se dio cuenta antes? ¿Por qué siguió? No, debía ser una simple broma, ella quería que fuera solo eso.

Anna se quedó en silencio, mientras los demás atacaban a la albina con preguntas. Apenas podía escucharlos, sentía un agudo sonido cerca de su oído. Pudo sentir unas manos sujetar su cintura, como si supiera que ella en cualquier momento se desplomaría. Elsa lo sabía de solo ver su pálido rostro y no escuchar respuesta alguna de Anna cuando decían su nombre. Parecía estar teniendo un gran debate interno consigo misma porque tampoco parecía responder ante los chasquidos que hacia frente a sus narices. Nada. Anna Marsh se perdió un tiempo hasta lograr reaccionar cuando la discusión entre Kristoff, Rapunzel y Elsa se volvió más acalorada.

Anna parpadeó un poco, siendo sostenida por los hermanos Nattura en ambos lados, veía a su novia mover las manos con tanta fuerza que no sabía si alguien ya había sido golpeado. Eugene intentaba calmarla y Moana intentaba hablarle, algo le decía.

– ¡Cierren la maldita boca, por dios! – estalló la albina – ¿Por qué mierda opinan de esto? ¡No debían escuchar una conversación privada! ¿No les enseñaron a respetar la privacidad?

– Estabas gritando, ¿Qué querías que hiciéramos? ¿Quedarnos callados? – preguntó Kristoff.

– ¡Si! – Elsa lo empujó – Porque no les interesa lo que hable o grite con Anna. Es mi novia, es nuestra relación y es nuestra privacidad.

– Creo que a todos nos preocupa esa noticia porque-

– No, no, no – Elsa levanto la mano para frenar las palabras de Moana – ¿Saben que? No quiero verlos, no quiero escucharlo y no quiero saber nada de ustedes por ahora. Se pueden ir a hacer la estúpida fogata y, por el amor a dios, no rompan o quemen nada. Juro que les haré pagar cada centavo, ¿entendido? – Todos asintieron y Elsa se giró para encarar a su anonada novia – y tú, al auto. Necesitamos hablar.

Anna asintió, siendo jalada por la ojizarca fuera de la casa y metiéndose en su auto. Jamás se pregunto si Elsa tenía licencia, pero verla tan molesta y alterada también la hizo pensar bastante si debía o no hablarle porque no quería meterse en problemas. Tragó pesado, intentando controlar el sudor en sus manos y queriendo hablar, deseaba tanto decirle algo. Pero de verdad estaba aterrada, Elsa no le dirigía la mirada, solo conducía en un tenso silencio.

– ¿Puedo poner algo de-

– No.

Pasaron por una pequeña clínica que podría haberle hecho los estudios y también por otro centro médico. Ninguno fue el elegido y Anna comenzaba a impacientarse, queriendo saber si Elsa estaba o no embarazada... porque no podía ser madre ahora, no podía tener hijos y no estaba lista para criar a un bebé.

Dejó escapar el aire que había estado conteniendo desde su corta respuesta, removiéndose en su asiento mientras veía las luces de la ciudad. Miró, por segundos, a su novia que parecía estar más concentrada en llegar a su destino que entablar alguna conversación con Anna y descartar la posibilidad de maternidad.

Una vez en el estacionamiento de un hospital, Elsa apagó el motor y mantuvo las manos aferradas al volante, pensando como proseguir con aquello.

Anna siempre creyó que Elsa era alguien difícil de leer en un principio, quizás porque tenía gestos que la confundían o simplemente la albina le ponía el camino bastante difícil. Ahora, no sabía que estaba cruzando por su cabeza porque jamás, en su corto tiempo juntas, la había visto tan molesta.

Tʀᴏᴘʜʏ Gɪʀʟ | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora