𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟒

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Su cabeza dolía demasiado, tanto que con moverse ligeramente sentía que iba a estallarle en cualquier momento. Frunció el ceño, arrugando ligeramente su nariz antes de lograr abrir los ojos. Su vista se encontraba borrosa por unos segundos, intentando acostumbrarse a la oscuridad en aquella habitación. Cuando lo logró, pudo ver la rojiza cabellera de Anna, escuchándola roncar levemente y dejando a la vista un hilo de saliva que caía sobre su brazo. Elsa se levantó y levantó su mano derecha para peinar su cabello, lo que llamó su atención fue sentirla más pesada, viendo como el brazo izquierdo de Anna se levantaba también. Y lo vio, estaban esposadas con unas esposas de peluche que podían conseguirse en algún sex shop.

Los recuerdos de la noche de ayer la golpearon, eran escasos, pero recordaba estar en alguna parte del Arcade con Anna, besándose y dejando que la pelirroja la tocara como se le plazca. Aterrada por lo que pudieron llegar a hacer, levantó las sábanas que las cubrían, encontrándose sin sujetador, pero con las bragas y eso la hizo sentirse más confusa y perdida de lo que ya estaba. Se sentó cubriéndose y moviendo el hombro de la pelirroja para poder despertarla, quizás ella tendría más recuerdos y podría darle alguna explicación del porqué estaban usando esposas y en ropa interior.

– Anna, despierta – pidió la albina impaciente, terminando por golpearla con una almohada – ¡Vamos, despierta! ¡Arriba!

– Cinco minutos, solo necesito cinco minutos más.

Quizás si Elsa no estuviera tan alterada por conseguir respuestas, la voz rasposa y profunda de Anna le habría causado una descarga eléctrica, pero siguió golpeándola hasta que la pelirroja se levantó quitándose el rastro de saliva y observando las esposas antes de levantar una ceja mirando a la ojizarca.

– ¿Me despiertas para esto? – preguntó la pelirroja.

– ¿Para qué más te estaría despertando? – se quejó Elsa – También dime que mi sujetador está aquí.

– No, lo arrojaste por la ventana cuando veníamos hacia acá, como también arrojaste las llaves de las esposas al patio trasero – contestó Anna con voz somnolienta –. Pero tranquila Menzel, no hicimos nada. Apenas caímos en la cama, te dormiste.

Anna debió de sentarse cuando la albina lo hizo por el dolor que le causaba tener el brazo estirado . La vio de reojo, notando a Elsa preocupada por, quizás, no recordar mucho de anoche. Anna relamió sus labios antes de ponerse de costado, colocando unos mechones de cabello albino detrás de la oreja de Elsa para besar su mejilla.

– ¿Necesitas que refresque un poco tu memoria de lo que pasó anoche? – preguntó Marsh acariciando su mejilla con suavidad.

– Espera, espera... ¿Hice o dije algo estúpido o que te hiciera pensar que soy una inexperta en ese asunto?

Anna dejó escapar una risa, dando un beso en el hombro descubierto de Elsa, logrando hacer a la otra chica sonrojarse.

– Cariño, créeme que no eres una inexperta anoche cuando me besabas... Ni cuando...

Las manos de Elsa se apoyaron sobre la boca de Anna, evitando que esta dijera algo más que la hiciera sentirse peor y más avergonzada de lo que ya estaba.

– Entendí – interrumpió Elsa –. Solo dime que sucedió y como terminamos así...

















Definitivamente Anna jamás pensó que eso pudiera pasarle ahora. Incluso se quedó con la mente en blanco por eso, Elsa parecía segura de sus palabras porque no tardó en unir sus labios al mismo tiempo en que enredaba sus dedos en su cabello. Una acción que la hizo retroceder hasta que su espalda chocó con una pared, sus manos viajaron hasta apoyarse en los muslos de la albina, cargándola para seguir con el beso. Anna sintió la presión en su entrepierna en cuanto Elsa decidió moverse con intención de tener más cercanía a la otra chica, que gimió contra sus labios.

Tʀᴏᴘʜʏ Gɪʀʟ | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora