𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑𝟎 ;; 𝐟𝐢𝐧𝐚𝐥

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Definitivamente tuvieron que tomar esas clases de maternidad. El jeep estaba repleto de insultos y gritos por parte de Elsa, todos dirigidos hacia la pelirroja que conducía lo más rápido posible al hospital. Había subido el volumen de la radio para intentar calmar a Menzel, pero que comenzara a escuchar la voz de Britney Spears fue lo peor que pudo pasarle.

– ¡Apaga esa mierda! – grito Elsa – ¡Apágala o juro que terminare contigo, Anna Marsh!

Anna pisó el acelerador, sabiendo que si no llegaba a tiempo, Elsa la termina asesinando antes de ver a su pequeño bebé. Hizo sonar el claxon, para que los autos se movieran, gritando que era una emergencia.

– ¡Dile que se quede dentro! – pidió con desespero Anna – ¡Que se quede dentro porque ya casi llegamos!

– ¡¿Crees que no se lo estoy haciendo entender?! – grito Elsa.

Anna detuvo el auto frente a las puertas del hospital, apagando el motor y saliendo lo más rápido posible mientras Elsa empujaba la puerta para que Anna lograra ayudarla a bajar, abriendo la puerta trasera para tomar el bolso y cerrar el jeep.

– Ni siquiera tenemos el nombre – balbuceó Elsa.

– Bebé primero, nombre luego – habló Anna atravesando el pasillo – ¡Ayuda!

Una enferma se acercó con una silla de ruedas que Anna no empujó. Iba con su mano atrapada en las de Elsa, rezándole a uno de sus personajes ficticios y tratando de hacer reír a su novia. Las llevaron al piso de obstetricia, dándoles una habitación y la ropa indicada para que Elsa estuviera más cómoda. Anna la ayudó a quitarse la ropa, quedando desnuda y siendo cubierta por el camisón hospitalario. La ayudó a recostarse en la cama e intentó distraerla con algo más que no fuera el embarazo.

– ¿Sabes que? Eres igual de fuerte que Carol Danvers o... ¡Eres la mujer maravilla! Y ¡Dios! eres tan increíble como Leia y Rey – habló la pelirroja a un lado de la cama.

Sintió la fuerza aprisionando su mano, chillando porque su novia estaba sufriendo de contracciones que se volvían más fuertes a cada rato. Anna gritó, tratando de liberar su mano, pero era un trabajo perdido.

– Mi mano, Elsa, mi mano – sollozó la chica de pecas – ¡Necesito mi mano para atender unos asuntos!

Elsa grito, generando que Anna chillara por el dolor de su mano. Su novia sujetaba la baranda de la cama a su lado y sostenía con mayor fuerza la mano de Marsh. En todo ese tiempo, Nancy entró con guantes y una sonrisa que solo sirvió para hacer enfadar a la platinada.

– ¡Duele! – grito Menzel.

– También duele mi mano, ¡También duele mi mano! – sollozo Anna.

La obstetra hizo que Elsa levantara y separara las piernas, viendo si podía iniciar o no el parto.

– Faltan cuatro centímetros de dilatación para que podamos comenzar – habló Nancy alejándose – Elsa necesito que...

– ¡No me digas que demonios tengo que hacer! – interrumpió bruscamente la albina – ¡Quiero a mi mamá!

– Si sueltas mi mano, prometo llamarla – sugirió Anna.

Elsa sacudió su cabeza, cerrando los ojos para intentar aguantar el punzante dolor en su vientre. Gruñó antes de poder tensar su mandíbula y darle a entender a Anna que no la soltaría por nada. La pelirroja comprendió, modulando a la obstetra que ella se encargará de llamar a los padres de la platinada.

– – –

Un fuerte alarido se escuchó en toda la habitación, seguido de más insultos e insistencias de la obstetra de que siguiera pujando. Como si fuera sencillo. Elsa sufría y Anna también, ni siquiera estaba sintiendo la mano. Nuevamente un grito escapó de la garganta de Menzel, inclinándose hacia adelante por inercia y como venía haciendo desde que entró en labor. Anna trataba de distraerla, hablándole de la primera vez que se conocieron y eso sólo trajo que su mano fuera apretada con mayor fuerza. Recibió una molesta mirada por parte de Menzel que la hizo cerrar la boca.

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⏰ Última actualización: Jan 07 ⏰

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Tʀᴏᴘʜʏ Gɪʀʟ | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora