𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟖

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La noticia de que la albina estaba embarazada llegó a los oídos de sus amigos y ninguno tardó en enviarle una pequeña amenaza a la pelirroja mezclado con bonitos mensajes para la otra chica. Gerda se ocupó de organizar toda la casa para que ambas pudieran seguir viviendo allí mientras ella se mudaba a una más adecuada para una sola persona, sin estar demasiado lejos de su hija y nuera. Incluso Hans regresó a Disney para ayudar a Anna a mover algunas cosas de Elsa a su nueva habitación como también ayudar a mudar a Gerda.

Anna había conseguido un empleo en Hot Topic mientras que Elsa prefirió aceptar el trabajo de secretaria que su padre le ofreció para tenerla vigilada y cuidarla.

Durante el tercer mes, Elsa ya se había acostumbrado al calor corporal de Anna y la pelirroja no se quejó de los golpes que recibía a mitad de la noche ni escuchar a su novia correr al baño por las náuseas. Ahora Anna sonrió cuando sintió el suave respirar de Elsa contra su cuello, su brazo sobre su cintura y aquella pequeña sonrisa que le causaba tantas emociones. Como pudo, retiró el brazo ajeno que aprisionaba su cintura y observó cómo la albina se removía en su lugar, buscando el cálido cuerpo de su pareja que ya estaba de pie al borde de la cama. Se quitó la parte de arriba de su pijama, quedándose solo con unos pants negros con estampado hufflepuff.

– Els, arriba – susurró, apoyándose en la cama –. Hoy es el ultrasonido.

– Mañana – gruñó, cubriéndose con las sábanas hasta la cabeza –. Podemos ir otro día y hoy dormir todo el día, ¿Que dices?

Anna  levantó una ceja, tomando el borde de las sábanas y las quitó por completo para arrojarlas al suelo. Elsa se abrazó a sí misma, llevaba una holgada camiseta de hockey con unos shorts de Anna. La pelirroja rió al verla aferrándose a la almohada y tratar de encontrar un lugar donde el sol no le diera en la cara. Era sábado y el reloj digital de Darth Vader marcaba las nueve treinta, podía dejarla dormir un poco más y tendría tiempo para poder salir a correr un poco. Se estiró, volviendo a colocar las sábanas sobre la platinada y acercarse hacia su armario. Sacó unos shorts deportivos y una musculosa gris con el escudo de Capitán América en una esquina. Se terminó de quitar el resto del pijama para poder cambiarse, buscando unos calcetines limpios y sus tenis para correr. Se sentó al borde de la cama, tras sujetar su cabello en una coleta alta, y se dispuso a atarse los cordones.

– ¿Saldrás? – preguntó Elsa, se notaba aún el sueño que tenía.

Se giró para encontrarse a Elsa sentada en la cama, frotaba sus ojos con sus manos antes de estirarse. Anna se inclinó para besar sus labios con una pequeña sonrisa entre medio.

– Bueno pensaba salir a correr, pero puedo quedarme si quieres – contestó.

– No, creo que estaré bien, ¿si? Quizás pueda aprovechar para darme un baño y adelantar algunas cuantas cosas del trabajo – confesó levantándose.

– ¿Segura? Puedo ir a correr más tarde u otro día – se apresuró a decir Anna –. Es decir, el bebé puede-

– Solo tengo tres meses, Marsh, no va a nacer todavía – se burló Menzel, apretando las mejillas de su pareja y dándole un casto beso en sus labios – Ahora vete.

La pelirroja fue empujada fuera de la habitación, aún sintiendo las manos de Elsa en sus hombros al bajar las escaleras para quedar en la cocina.

– ¿Desayunas ahora o cuando vuelvas de correr? – preguntó Menzel, rozando sus dedos en el abdomen de Anna.

– Uh... C-creo que... ¿Después? – balbuceó.

Aún no lograba acostumbrarse del todo al estar viviendo con Elsa, habiendo pasado casi cuatro meses en aquella casa (porque antes de recibir la noticia, Elsa parecía que se había mudado allí). Miró a su pareja ponerse de puntillas para alcanzar la caja Froot Loops y, al hacerlo, se llevó varios a la boca. Por algo había comprado varias cajas de aquel cereal, Elsa siempre estaba comiendo entre comidas o, a veces, a medianoche cuando los antojos atacaban.

Tʀᴏᴘʜʏ Gɪʀʟ | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora