11: El plano de las sombras.

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El viaje se hizo eterno.Durante el camino no pude quedarme quieta, como es usual, y comencé a sentirme como un león enjaulado.Los nervios me carcomían y la espera lo empeoraba.Mi destino se encontraba tan oscuro e impenetrable como el basto bosque que nos rodeaba.Por más que intentara fijar en algo mi vista, todo no era más que un rápido borrón.Perdí por completo las riendas de mí misma y ya no sabía cómo recuperarlas.

—Esto...¿su Majestad?—Chawoo detiene su lectura al percatarse de la forma en la que mis piernas se sacuden ruidosamente—¿Está prestando atención?

—Por supuesto.—Mordisqueo mis dedos y devuelvo la cortina sobre la ventana a su lugar inicial.

—¿En caso de envenenamiento mágico qué ingredientes precisa para una poción curativa, entonces?—Ella cierra el libro y alza una de sus cejas, escéptica.

—¿Me estás cuestionando, Chawoo?—Frunzo mis labios.

—No se haga la ofendida ahora.Por cierto, ya que ambas sabemos que no lo sabe...los ingredientes son un diente de hidra, pétalos de nenúfar dorado y agua del manantial celestial.—Resopla y deja el libro dentro de su canasta—¿Desea hablar de lo que sucede?

—No sé de lo que hablas.

—Claramente está nerviosa y asustada por los recientes acontecimientos.

Guardo silencio.

—Podemos mirarnos mutuamente durante todo el día, su Majestad.Si algo aprendí de la convivencia con usted es la paciencia.

—Qué dulce.

Cuando ella continúa mirándome en silencio, soplo nerviosamente el mechón rubio que cae sobre mis ojos y me rindo.

—De acuerdo, estoy asustada.¿Es eso lo que querías oír?—Bajo la voz y me inclino hacia ella—Pero Chawoo, ¿qué diferencia hace admitirlo? ¿Acaso tú no temes también?—Inspecciono sus facciones—Y hacerlo no cambiara nada de lo que sucede.No sirve de nada.Ya no hay marcha atrás.

El rostro de mi amiga se ablanda notablemente al notar la angustia y el cansancio que tanto he intentado ocultar durante todo el trayecto.

—Su Majestad...usted siempre es la primera en decir que no debemos juzgar a los seres sin conocerlos, ¿lo recuerda?—Su mano se desliza entre las mías—Además, no tiene por qué temer.Hay leyes que la protegen.

—Esas leyes no aplican en el plano de las sombras, Chawoo.—Murmuro con gravedad—Ninguna cuenta allí.Sólo las de...

—Su esposo.

Sus palabras me producen un escalofrío cargado de rechazo.Angustiada, suelto sus manos.

—No es mi esposo.—Suelto de forma tajante, echándome hacia atrás en el asiento—Aún no.

—Usted misma lo dijo: aún no.—Ella me observa—Pero lo será pronto.Y si quiere sobrevivir debe obedecer los consejos de Myeong.¿Recuerda lo que le dijo por aquél entonces, cuando le informó que debería desposar a otra deidad?

Alzo mi barbilla y observo la ventana, viendo hacía la nada.

—Myeong decía muchas cosas.

—¡Su Majestad! No sea tan caprichosa.—Su tono de voz casi es maternal al reprenderme:—Lo recuerda a la perfección.Ella le pidió que terminara sus estudios, fuera obediente y responsable.También que fuera cauta en lo que respecta a sus palabras y sus actos, rodeandose de personas de confianza que pudieran aconsejaría sabiamente.

—Era fácil para ella decirlo.—Murmuro—Myeong nunca tuvo que renunciar a su libertad para casarse con un extraño.

La expresión de Chawoo se llena de tristeza repentinamente.

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