36: La reina.

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Ni bien aterrizamos en tierra, estratégicamente de espaldas al castillo, me deslizo desde el lomo de Rhottengg y me lanzo en una carrera contra reloj.

Nadie me detiene cuando me ven ingresar y subir de a saltos las largas escaleras hacia la torre donde descansa su rey.Por el contrario, todos los súbditos se hacen a un lado y comienzan a murmurar con cierta incertidumbre.No sé cuánto saben de lo sucedido y cuánta información fue manipulada para evitar que se conociera la gravedad de los hechos, pero su actitud me dice que han oído rumores.

—¡Changgu!—Grito ni bien mis pies golpean el escalón superior—¡He vuelto!

—¡Por aquí!—Responde la voz del dios.

Girando hacia una puerta ligeramente entornada al final del oscuro pasillo, me lanzo a toda velocidad y me adentro a la habitación sin miramientos.Ni bien lo hago el rostro nervioso y sorprendido de Bork me da la bienvenida.

—¿Lo tiene?—Es lo primero que me susurra.

Yo simplemente me limito a asentir.Una vez que su atención recae en el frasco entre mis dedos sus hombros caen y suelta un profundo suspiro.

—Qué alivio.—Expresa—Pensamos que nunca volverían.

Sin pensarlo más, me adentro en los aposentos y le permito cerrar la puerta a mis espaldas.

La habitación está rodeada por un hechizo de protección que me genera cierto cosquilleo incómodo en el segundo en el que pongo un pie dentro.Por la cantidad de energía que polula por la habitación sé que de ser un intruso probablemente habría volado en un millón de pedazos.Afortunadamente a mí solo me deja algo aturdida.

—No hay tiempo.—Escucho decir en boca de Changgu—Dámelo.

Al oírlo giro mi rostro en su dirección y me quedo impactada por la visión de Hyunggu. Su rostro está el doble de pálido y las líneas oscuras se han extendido por todas las partes visibles de su cuerpo hasta llegar a la cuenca de sus ojos.Los párpados que los recubren, apenas entornados, muestran un par de canicas completamente negras y sin vida.Parece estar completamente ausente.

Yo le hice esto.

—Eunji.—Me llama nuevamente Changgu con un tono tenso—Reacciona.No hay tiempo.

Le ordeno a mis piernas que se muevan y me acerco hasta la cama.Entonces le entrego el frasco sin desviar mi atención del rostro del enfermo.

—¿Cómo...?—Jadeo—¿Cómo empeoró tan rápido?

—Se fueron durante más tiempo del que crees.—Masculla Changgu—Cinco días humanos para ser exactos.

¿Qué? ¿Cómo es posible que perdiéramos el sentido del tiempo así?

Abro la boca para preguntarle cómo es posible que eso sea verdad pero me detengo bruscamente al notar el brillo que emana de la palma de sus manos.Estas, temblorosas, se ciernen sobre el pecho de Hyunggu.

—He estado intentando contener la maldición.—Explica con pesar.

Ante sus palabras me percato de que él también se ve muy mal y parece estar pasando por un profundo cansancio.Tiene oscuras ojeras bajo sus ojos y todo el color dorado de su piel se ha drenado casi por completo.

—Ya no sé por cuánto tiempo más pueda hacerlo.—Sus párpados amenazan con cerrarse y sus labios se fruncen con dolor—No sé tampoco si funcionara el antídoto.Si el veneno se extendió lo suficiente puede que ya no le quede la suficiente energía vital para luchar...

—No.—Lo interrumpo bruscamente—Es un dios mayor.Él va a despertar.Ha pasado por cosas peores.

—Espero que tengas razón.

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