Era una agradable mañana, el sol estaba en lo alto y brillaba con esplendor. Suspiró, acarició su espalda e hizo una mueca al sentir unas de aquellas contracciones de Braxton Hicks a las que se había acostumbrado hace algunas semanas, se detuvo a esperar que pasara y siguió caminando. Había decidido salir a comprar algunas cosas para la comida de esa noche, aprovechando que Axel había salido por unas cuestiones de trabajo, desde que cumpliera la semana 36 no la dejaba estar sola por más de un minuto y eso empezaba a darle ganas de golpearle el bonito rostro que tenía. Faltaban dos semanas para que Charlotte naciera y eso solo volvía más paranoico a su esposo, así que para despejarse ir a dar un paseo al supermercado no sonaba mal.
Caminaba por los pasillos buscando lo anotado en la lista, silbaba bajamente cuando sintió como algo escurría por sus piernas, eran gotitas deslizándose como si algo goteara desde su interior, se asustó y lo hizo mucho más cuando un dolor agudo empezó en su vientre bajo y subió. Se dobló un poco y jadeó. Eso no podía ser, ¿por qué ahora?, cerró los ojos y pensó como iba a llamar a Axel. Una señora se acercó y le preguntó que se hallaba bien, ella le respondió que sí y la amable mujer no pareció creerle.
— Vamos a buscarte una silla y llamar a tu esposo—le dijo y la llevó hacia uno de los empleados quien la miró preocupado y fue a buscar una silla para que se sentara. Cordelia se sentó, tuvo otra contracción y comenzó a contar cuan frecuentes eran—. ¿Cuál es el numero?
Se lo dictó, cerró los ojos y llenó bruscamente sus pulmones de airea. Empezaban a ser más seguidas y la verdad no quería dar a luz en un supermercado. Comenzó a llorar, esperaba que Axel llegara rápido.
El hombre conducía como loco por las calles, debía llegar al lugar donde se encontraba su esposa y el trafico era una mierda total y absolutamente. Aparcó como desquiciado, bajó, corrió al interior y salió con una dolorida Cordelia en brazos. La acomodo en la parte trasera y como quien persigue el diablo arrancó el auto. Llegaron en tiempo récord al hospital donde pusieron a la pelinegra en una silla de ruedas para llevarla al interior y acomodarla en una habitación privada del ala de maternidad. La ayudaron a desvestir, acostarla en la camilla y pusieron todo lo necesario para el monitoreo del feto y de la madre.
— ¿Por qué saliste de la casa?
— No empieces, Axel o hare que te saquen de aquí—lo amenazó y gruño al sentir otra contracción—. Cállate y dame la mano—sollozó.
Las horas se hicieron eternas para ambos, afuera empezaba a oscurecerse y hasta ahora solo había dilatado la mitad. El efecto de la epidural había empezado a perderse y el dolor volvía en pequeños hormigueos que subían por toda su espalda. Sus ojos habían dejado de llorar hace unos minutos y ahora solo podía pensar en que aquel era un terrible castigo. Otra contracción y Emily apareció por la puerta con una sonrisa.
— ¿Cómo vamos, Cordelia?
La aludida lanzó una terrorífica mirada ante aquella pregunta tan estúpida. Hizo una mueca y apretó con más fuerza la mano de Axel que empezaba a adquirir un tono rojizo.
— Estoy lo más bien que se puede estar cuando sientes que desean romperte la cadera—masculló.
— Eso es bueno. Veamos que tal vamos—se acercó a la mujer y comenzó a revisar signos vitales de ambos y luego que tal iba el canal de parto—. Oh, vaya. Creo que es hora de traer a tu hija al mundo, ¿estás lista?
Asintió y la ardua labor de parto comenzó. Casi a las tres de la mañana la pequeña Charlotte dio su primera bocanada de aire y lloro con pulmones fuertes, se la llevaron para pesarla y limpiarla. Cordelia cayó exhausta en la camilla, le sonrió a Axel y rió un poco.
— Lo hiciste—musitó y la besó en la coronilla—. Esa es mi chica.
— Por fin la tendremos en nuestros brazos—sonrió y suspiró.
Charlotte fue entregada en los brazos de su madre, quien la acunó con dulzura y la saludó.
— ¡Hey! , bonita—dijo con cariño—. Soy tu mami y él tu papi—señaló a Axel. Charlotte bostezó y saco una diminuta y adorable lengua—. Ambos te amamos mucho, cariño—dejo un tierno beso en la rosada frente.
— Te amo, Cordelia
— Y yo a ti, Axel.
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AMOR DE CONVIVENCIA.
RomanceEl licor recorriendo el torrente sanguíneo más un hombre apuesto e irresistible, el ambiente de un club. Trae como consecuencias muchas cosas. Advertencia: esta puede ser la típica historia de amor y por lo tanto no está excepta de clichés.