Capítulo 24

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Carter.

Mis ojos se sienten demasiado pesados, mis garganta de siente áspera y seca, no puedo moverme, mi cuerpo se siente pesado como si tuviese toneladas de cemento sobre mi. Lo primero que soy capaz de mover son mis dedos y luego de eso mis ojos.

La luz cegadora proveniente de un foco me obliga a cerrarlos de golpe hasta que siento que estoy listo y vuelvo a abrirlos.

Estoy en una habitación blanca de hospital y por un segundo me encuentro perdido hasta que recuerdo todas las cosas que ocurrieron.

Preocupado y alterado ante el recuerdo de anoche me levantó de golpe, el dolor debido al brusco movimiento también llega, sin embargo, solo puedo pensar en dos cosas.

Mi corazón está latiendo tan rápido que la máquina a mi derecha me está aturdiendo con aquel sonido incesante.

Estoy apunto de llamar a alguien, alguna enfermera o quién sea que me pudiese dar información sobre lo que había pasado, pero un pequeño quejido interrumpe mis pensamientos.

Cuando giro la cabeza, sentada en aquella silla incómoda de la habitación se encuentra Laurel completamente dormida.

Cierro los ojos con alivio al ver su pequeña figura relajada, pero el sentimiento de inquietud regresa cuando veo manchas de sangre en ella.

—Laurel—la llamó por primera vez, pero mi garganta está tan seca que lo único que sale es un pequeño sonido. Carraspeó y lo vuelvo a intentar. —Amor, despierta.

Ella parece no escucharme y a pesar del dolor lo vuelvo a intentar. —Laurel.

Finalmente sus ojos verdes se abren y juro por todo lo que existe que jamás me había sentido tan feliz de saber que una persona se encontraba bien y ella no es cualquiera, es mi esposa.

Cuando los restos de su sueño se desvanecen y es plenamente consciente de lo que está sucediendo lo primero que hace es jadear y mirarme como si no se creyera lo que está viendo.

—Sabes, acabo de despertar luego de un disparo de bala. Lo más sensato sería que mi esposa venga a mi a darme un beso y no que yo tenga que levantarme de la camilla para arrebatárselo.

Laurel suelta una pequeña sonrisa y con más rapidez de lo que esperaba está frente a mí uniendo sus labios con los míos.

No es un beso apasionado, ni siquiera estamos moviendo los labios, pero es el beso más sincero y Perfecto que he recibido jamás.

Cuando se separa, acarició su cabello y es como si nada hubiese ocurrido. Sin embargo, el dolor en mi herida me recuerda que no estoy del todo bien y siseó.

—Oh, Dios mío estás sangrando—dice Laurel asustada viendo como pequeñas gotas de sangre salen de mi vendaje. —Acuéstate, acuéstate.

Hago lo que me ordena con una mueca de dolor, ella camina con total desesperación fuera de la habitación y antes de un parpadeo la veo volver con una chica que por su vestimenta deduzco que trabaja en el hospital.

—No sé qué ha pasado, está sangrando y está recién operado. ¡Eso no es bueno!

—Señorita, cálmese. Voy a revisar el vendaje, ¿está bien? —la tranquiliza la doctora o enfermera no tengo ni puta idea de cuál sea su área.

—Cariño, estoy bien—le digo, pero ella niega con la cabeza.

Se coloca a mi lado tomando mi mano mientras la chica revisa el vendaje y no puedo evitar soltar un gruñido cuando limpia la herida para colocar un vendaje nuevo.

Química Innegable© (LDD#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora