Capítulo 8

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Jaelyne

Meses atrás...

La abuela ha muerto, estoy sola otra vez, ojalá estuviera aquí para ayudarme, como siempre lo hacía.

Corro por las calles de mi barrio, me duele todo, mis cuerpo está lastimado por los golpes que me han proporcionado, mi ropa está rasgada y mi necesidad de huir crece más a cada paso.

No puedo creer que hayan entrado a mi casa, por suerte me animé a saltar de la azotea.

Llego al antro y golpeo seguidas veces aquella puerta que me indigna, por tantas veces que no quise entrar, pero estoy tan desesperada, que debo bajar mi maldito orgullo.

—¡¡Wash!! —grito pegándole la puerta —¡¡Wash!! —lo sigo llamando —¡¡Wash, ábreme!! —insisto asustada cuando veo un auto frenarse en la esquina y dos hombres bajan de allí —¡¡Maldita seas, ábreme maldito enfermo!! —Mis ojos se humedecen.

Me estremezco cuando al fin oigo la puerta rechinar y caigo de rodillas cuando ya no me puedo sostener más, visualizo su sonrisa retorcida cuando me observa en el suelo.

—Al fin la muñeca viene llorando a donde pertenece —declara y frustrada frunzo el ceño.

—Yo... —Presiono los dientes —ayúdame, dijiste que me ayudarías.

Mira hacia un costado viendo como los hombres se acercan, luego me vuelve a observar.

—¿A cambio de qué?

—Haré lo que quieras, pero maldita sea, ayúdame.

Continúa con su sonrisa maliciosa observándome.

—Será un placer.

Hace una señal y los chicos de su pandilla salen a encargarse de esos hombres. Se inclina a agarrarme del brazo y de manera brusca me levanta del suelo, luego apoya su nava en mi cuello.

—Ahora vamos a negociar los términos de nuestro trato —Se relame los labios.

No tengo fuerzas ni para hablar, tengo un nudo en la garganta, pero siento el cuchillo cortar mi piel, así que abro despacio mi boca temblorosa para contestar.

—De acuerdo.

Actualidad...

Abro los ojos sintiendo el filo del cuchillo en mi cuello y despierto, notando que fue un recuerdo en mis sueños, toco donde sentí la mala sensación.

—¿Estás bien? Te ves pálida —pregunta Kael que ya se encuentra levantado y con nueva ropa.

—Me quedé... —Me toco la cabeza adolorida e incómoda —¿Dormida?

—Así parece —expresa serio —. Por eso te dije que durmieras en la cama —aclara viendo mis gestos.

Frunzo el ceño.

—¿Qué te importa?

—Me preocupo como cualquier persona con un poco de moral —aclara.

—Era una expresión —exclamo molesta.

—Como se ve que no se puede razonar contigo, como me dijo Endek, tendré que darte la razón y seguir mi camino. Con permiso —Hace una pequeña inclinación con la cabeza y se dirige a la puerta.

Me levanto rápido del sillón.

—¡¿A dónde vas?! No puedes dejarme aquí ¡Y devuélveme mi mochila! ¡¿Dónde la dejaste?!

—La guardó uno de mis siervos, no te preocupes, tus pertenencias están en buenas manos.

—¡¿Y por qué no me las regresas?!

—Solo tenías tres cosas allí, esa ropa no puedes utilizarla aquí, la cuchilla no la necesitas y... —Hace una pausa —el collar, que parece lo más inofensivo, no te lo daré todavía hasta este seguro de que no sea nada raro.

—¡Tráelo, es un regalo de mi abuela! —me quejo.

—¿Tu abuela? —Ladea la cabeza —¿Puedes contarme más de ella?

—No —digo cortante y me cruzo de brazos.

—Entonces no te regresaré el collar. Como sea, en un rato vendrá la Dama y va instruirte en todo, así que estate lista.

Maldita Dama, ya va a ver esa mujer, a mí nadie me va a dar órdenes, ni tareas.

Belleza del Desierto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora