Capítulo 2

3.4K 421 199
                                    

Jaelyne

Me duele todo, a pesar de que las sábanas en las que me encuentro se notan suaves ¿Dónde estoy? Abro los ojos y me siento abruptamente, lo que provoca un quejido en mí por el dolor de mi cuerpo, al haber sido golpeada por Wash. La razón de mi insensato movimiento, es por la sorpresa de estar dentro de una carpa algo rústica pero lujosa ¿Cómo he llegado aquí? Me observo, ya no llevo mi falda corta de jean ni mucho menos mi top rasgado, tengo algún tipo de túnica extraña, blanca y sencilla. Me siento como en otra época, en algún lugar de Asia ¡Regrésenme a Suramérica!

Ya deja de bromear Jaelyne, no es como si no te hubieran secuestrado antes. Aunque esto es nuevo ¿Quién arma todo este escenario? Seguro un lunático. Ah hablando del Rey de Roma. Visualizo a un muchacho, tiene el cabello largo y negro, viste esa túnica rara, pero un poco diferente a la mía, esta tiene más telas y la de él es azul, como sus ojos. He aquí el loco, felicidades.

—Me presento —dice de manera cortés —mi nombre es Kael...

—El secuestrador —lo interrumpo —. Mira, no sé qué me hiciste y no quiero saberlo, yo me largo de aquí —Me levanto adolorida y me observa confundido.

—No te he secuestrado, y no deberías pararte —expresa fríamente.

—No sé qué te dijo Wash, pero no soy una chica fácil, que te quede claro, así que muévete de mi camino —le advierto.

—Señorita, creo que no está entendiendo, si se va, morirá. Es peligroso salir allí fuera, encima sola, hay bárbaros y el desierto no es un chiste.

Huy sí, está bien loco, mejor seguirle la corriente.

—Ah tienes razón, que tonta soy, pero no te preocupes, le diré a mis amigos que vengan por mí y ya no habrá problema ¿Contento? Déjame pasar.

Me pregunto dónde estará mi mochila, la necesito tanto.

—¿Cómo te comunicarás con ellos? —me pregunta —¿De qué región eres? Por tu caída creía que venías del reino de los cielos.

Uh este se encuentra más loco que Wash cuando está drogado.

—Eh sí, soy de ahí y vendrán a buscarme pronto, así que no te preocupes —Le sigo el delirio.

—Su alteza —Entra otro loco a la carpa —siento interrumpir, pero eso es imposible.

—¿Escuchas detrás de las cortinas Endek? —le pregunta indignado el tal Kael.

—Como guía y consejero debe escucharme, la muchacha no tiene ningún tatuaje del reino del cielo, además si hubiera sido así, nos hubieran notificado, esos tiranos son unos controladores.

Se lo piensa.

—Tienes razón —Me mira —¿Qué hacemos con ella?

—No podemos llevarla al harem del Rey, el médico dijo que no es virgen. Lo siento, hay que abandonarla en el desierto.

Frunzo el ceño.

—Dije que no quería saber lo que hicieron mientras estaba inconsciente —Me cruzo de brazos —, y además ¿Un médico? No hay doctores en kilómetros de donde vivo ¿Dónde estamos?

Los ojos azules del joven se giran a mirarme.

—Este es el reino de los siete desiertos —responde pero no con algo lógico.

Hago una carcajadas.

—Dejen de delirar, por favor —Los empujo y logro salir de la carpa, mis ojos se abren grande —. Ay mierda —expreso sorprendida.

¡¿Qué rayos está pasando?!

Veo un cielo bastante claro, es como si no estuviera plagado de contaminación, solo hay una o dos carpas, camellos, poca gente, pero lo más impactante, es que hay un enorme y bello desierto.

¿Estaré alucinando?

—Señorita —Se me acerca Kael —¿Cómo se llama?

—Ja... Jaelyne —digo pérdida en el oasis que ven mis ojos. Normalmente no hubiera respondido, pero estoy aturdida —me dicen Jacky —Me giro a mirarlo y señalo el lugar —¿Has visto eso? Es asombroso.

Ni con todos los ahorros de mi vida, conseguiría pagar un viaje hasta un sitio así, estoy perpleja.

Sonríe.

—Sí, es verdad, el desierto es hermoso —Luego me mira extrañado —¿Nunca lo habías visto?

—¿Cómo iba a verlo? —Alzo una ceja —¿Eres idiota?

Frunce el ceño.

—Más respeto esclava, no somos amigos.

¿Esclava?

Me río.

—Tú deliras, no soy tu esclava.

—Ya que no perteneces a ninguna etnia, automáticamente pasas a ser una, es fácil de entender —Alza una ceja —¿De dónde eres, que no sabes algo tan básico?

—Soy del lado de la gente cuerda cariño, ya no se usa más la esclavitud hace muchísimos años, no somos bárbaros.

—En eso tienes razón, no somos bárbaros —repite —, esos sí que están locos, aunque realmente no creo que te encuentres cuerda —Se gira a mirar a su consejero, que se mantuvo callado todo este tiempo que hablamos mirando el desierto —. No soy un tirano, no puedo dejar a una chica discapacitada en el desierto —Me señala con su pulgar.

¡¿Discapacitada?! Si tuviera mi cuchilla ya le hubiera dado una lección ¡¿Quién se cree?! Príncipe de los lunáticos.

Belleza del Desierto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora