Capítulo 60

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Jaelyne

Hoy debería ser un buen día, pero no lo es. No sé qué hice, sin embargo al parecer soy la culpable del malestar del rey. Me encuentro con Rebecca en el mismo pasillo de antes, donde se desmayó el monarca, esperando a que venga Fared. Sí, el infeliz es el que tiene que venir a decidir qué pasa con la situación. No sé si quiero que venga, porque quizás empeore todo, pero esta espera me está matando.

Alzo la vista y veo a Kael venir, así que de forma instantánea sonrío.

—Kael, dile a este que nos deje de apuntar con su lanza —Señalo al guardia.

El príncipe hace una señal y el hombre se aleja, entonces el chico de ojos azules se aproxima hasta nosotras.

—¿Puedo preguntar qué pasó? —expresa serio —Todo el mundo anda diciendo que quisiste matar a mi padre, dime que es un delirio.

Trago saliva, dejo de sonreír y mi tranquilidad se esfuma, bajo la vista nerviosa.

—Es que... no lo sé, no fue a propósito, solo me enojé y algo raro ocurrió.

—¿Te enojaste? —expresa intentando entender —No comprendo.

—Yo tampoco.

Uno mis manos y mis dedos se mueven de forma nerviosa. Estoy avergonzada de no poderlo explicar.

—Fue un accidente —Intercede Rebecca.

—Necesito saber exactamente qué pasó, no se puede defender nada sin una explicación —él la mira a ella.

—Todo el mundo sabe lo que soy capaz de hacer con el agua —aclara la rubia —. Jacky hizo algo parecido sin saberlo, pero con la arena. Lo que pasa es que no está acostumbrada a su poder y sus emociones hicieron el resto.

—Con la arena —recuerda algo y luego reacciona —¿Dices que se enojó con mi padre? ¿Sobre qué?

Rebecca se sonroja y baja la vista avergonzada.

—Por... por algo que me dijo.

—¿Qué te dijo? —Alza una ceja.

—N... no puedo contártelo —Su vista se me mueve hacia un costado.

—Si no me lo dices, ¿cómo podemos aclarar este asunto?

—¡Le dijo una asquerosidad! —respondo yo y me vuelve a mirar, así que me sobresalto —Una asquerosidad que le hizo a ella —repito y agrego.

—¿Qué estás insinuando, Jaelyne? —Frunce el ceño —¿Estás diciendo que mi padre violó las reglas?

—Hace tiempo —dictamino.

Kael vuelve a observar a Rebecca.

—¿Qué clase de mentiras le metes en la cabeza?

—Yo no... —expresa avergonzada mi amiga y mantiene la vista en el suelo —yo no he dicho ninguna mentira.

Frunzo el ceño y me pongo delante.

—¡No es mentira! —le aclaro.

Puedo ver el enfado del príncipe al mirarme, entonces cuestiona.

—¿Acusas a mi padre de abusar de una de mis concubinas?

—¡Lo acuso y lo vi! —Alzo más la voz y trago saliva nerviosa —¿No me crees?

—¿Tienes pruebas de lo que estás diciendo? No puedo creerte, porque respaldas a una mentirosa, esa mujer se escapó del palacio con engaños y con otro hombre ¿De verdad piensas que puedo dudar de mi padre por una traidora? Cualquier excusa de ella no es válida. La perdoné, pero esto es pasarse, mi padre se está muriendo ¿Cómo pueden aprovecharse de eso?

—¿Y no me crees a mí? —Mis ojos se humedecen —Te digo que yo lo vi, es más, me ofreció intercambiar con ella, es verdad, créeme —insisto.

—No —exclama fríamente —. No puedo creer en algo que no veo.

—¡Kael, eres un imbécil! Pensar que confié en ti, me entregué a ti —Mis lágrimas caen —. Creí que eras diferente, me equivoqué ¡Eres igual a todos!

—Qué decepción —Me mira con tristeza.

—¿Decepción? —exclama Rebecca interfiriendo —Si vas a decepcionarte por algo, mejor que sea por algo real —Se le acerca a pegarle un cachetazo.

La cara de Kael se voltea.

De un momento a otro el guardia intercede y empuja a Rebecca hacia la pared, apuntándola con su lanza.

—Puede ser enviada a la horca por eso, señorita —le aclara el hombre.

—¡Pues hágalo, ya no me importa! —ella le contesta.

—¿Qué sucede aquí? —Llega Fared estando sonriente.

Esto va de mal en peor.

—Estas mujeres deben ir a la horca —responde el guardia.

—¿No vas a decir nada? —le pregunto a Kael.

—No tengo nada más que decir —me contesta y se gira para irse —. El problema es del general —Veo como el príncipe se retira.

Y me parte el corazón, que pensé que no se podía romper más de lo que ya lo tenía.

—Deja a las señoritas —Informa Wash al guardia y me quedo callada —. Mejor aún, retírate —le ordena.

—¡Pero señor! —exclama el hombre.

—Vete ahora, yo me encargo.

Al guarda no le queda más remedio que irse, entonces nos quedamos a solas con Wash.

—¿Qué pretendes? —le pregunto con fuerza, aunque en realidad estoy destruida.

—No te preocupes, muñeca, ya te cobraré el favor. Solo recuerden no hacer ningún paso en falso mientras tanto, ¿de acuerdo?

No me gusta como suena eso, presiento que trama algo muy malo. Por eso, esto va de mal en peor, pero siendo Wash, la palabra "peor" se queda corta.

Belleza del Desierto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora