Capítulo 14

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Jaelyne

Los días comienzan a pasar. Si esa criada no me regresa el collar, la degollare viva, aunque primero debo recuperar mi cuchilla. El príncipe Kael con su diplomacia, no me ayuda en nada, ni hablar de la Dama que me dió un libro gordo, que ni pienso leer. Sin contar que la gente no para de cotillear sobre que acaricié al dragón, que empiezo a pensar que es el único inteligente en todo este circo.

En conclusión, todo es una mierda.

Camino por los pasillos del palacio y visualizo a Endek delante de una puerta, así que me le acerco.

—Ah el desaparecido —me burlo.

—Soy un hombre ocupado —me aclara.

—Sí, sí, como sea —Oigo sonidos como de la hoja de una espada y me inclino a ver —¿Me dejas pasar?

—El príncipe está entrenando, no debería ser desconcentrado.

—Vamos, Endek ¿Yo? ¿Desconcentrar? No soy ninguna de sus chicas, además quiero preguntarle cuándo se va a hacer cargo del problema con su criada.

—La concubina Ezmirra.

—¿A quién le importa su nombre? —Alzo una ceja.

Bufa.

—De acuerdo, pasa, pero rápido.

Asiento, entonces entro a paso veloz. Visualizo a Kael moviendo su espada, es cierto que está concentrado. Se detiene cuando ve que me le acerco.

—¿Qué sucede? —pregunta tranquilo.

—Tu consejero no me dejaba pasar —Me cruzo de brazos —. Dile que deje de ser tu niñera.

Se ríe.

—¿Vienes a decirme eso?

Bajo las manos y lo señalo.

—No, vine a hablarte de lo que me debes.

—Ya te dije que esto llevará tiempo.

—No tengo paciencia —Apoyo mi mano en la cintura —. Ya sabemos quién fue, dame tu espada y verás cómo comienza a hablar.

—¿Tú? ¿Con una espada? —Alza una ceja —Qué peligro —opina —. No deberías tener un arma en primer lugar.

—¿Te olvidas? Ya tengo una, se llama dragón.

Todos los criados se quedan petrificados y dejan de hacer sus actividades, hasta uno se le cae la canasta que llevaba. Endek camina hacia nosotros para interponerse, pero cuando el príncipe sonríe y me alcanza su espada, el consejero detiene su acción.

—La mejor respuesta que he oído en años —me halaga.

Toco el mango del arma y la levanto despacio. Sí que es pesada. Lo que demuestra que Kael no es ningún debilucho.

—¿Te enseño? —me pregunta viéndome hacer fuerza —La debes sostener de esta manera —explica y siento el tacto de sus dedos.

Alzo la vista encontrándome con sus ojos azules, observándome detenidamente.

—¿Así? —La logro alzar.

—Exacto —Sonríe.

Giro mi vista y veo que varias concubinas han venido a ver, incluyendo a la tal Ezmirra. Hago un gesto de que la voy a degollar y Kael me saca la espada.

—¡Oye! —me quejo y se ríe —¡No te burles!

—Distraerse hará que pierdas —aconseja.

Bufo.

—Bueno, sí, pero...

—¿Puedo interrumpir? —Giro mi vista y veo a la mujer que habló, su cabello es rubio como el mío, tiene las mismas vestimentas que las concubinas, pero un poco más lujosas, incluso lleva diamantes —Hola, Kael —lo saluda haciéndole una reverencia.

—Rebecca —Asiente y la mira bastante, demasiado diría.

Se observan y mucho.

—Creo que estoy sobrando, mejor me voy —Me giro, encontrándome con Endek, el cual me detiene —¡¿Qué haces?! —me quejo.

El consejero sonríe.

—Deberías quedarte, eres la concubina principal del príncipe, no tienes que irte —me indica el hombre, empujándome, acercándome hacia ellos.

—Así que... —Me mira la tal Rebecca —la famosa belleza del desierto, estoy encantada —expresa con mucha educación —. Te quería conocer, vine exclusivamente a verte.

—¿A mí? —Alzo una ceja.

—Estar en mis aposentos sola, me hizo imaginar mucho en quién eras, no me equivoqué, puedo notarlo.

—Señorita Rebecca, debería volver a su habitación —aclara Endek.

—Iré a la alberca —le informa y luego mira a Kael —. Espero que no moleste.

—Para nada —responde el príncipe.

La bonita mujer asiente y veo como se retira, las otras concubinas la siguen como si fuera la jefa o algo así.

—¿Se cree una reina o qué? —opino.

—Claro que no lo es —declara Endek —. No engendró niños, así que eso sería imposible, ¿no, su alteza? —Mira a Kael.

—¿Qué? —El príncipe reacciona y lo observa —Perdón, no estaba prestando atención —Sonríe.

—Le decía que el desierto es más hermoso que el océano.

Tengo la leve sospecha de que habla de mí, así que miro a Endek de mala manera.

—A mí no me metas —le aclaro.

—Endek —le contesta Kael —¿A dónde quieres llegar?

El consejero sonríe otra vez.

—Qué no siga a la sirena, es mala opción y lo sabe —expresa en un tono bajo y tosco.

Kael se ríe.

—¿Qué dices? Las sirenas no existen.

—Sabe de lo que le hablo.

—¿Ya me puedo ir? —Me cruzo de brazos.

—¿Por qué no dan un paseo por la alberca? —ofrece Endek.

¿A donde fue la loca que me mira raro? Ni hablar. Mejor vuelvo con mi dragón, será un monstruo, pero él me cae mejor que toda esta manga de lunáticos.

Belleza del Desierto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora