Capítulo 30

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Jaelyne

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero una explosión se escucha, sacándome de mis pensamientos, entonces me levanto del suelo y visualizo a Askar entrar a los calabozos.

—¡Vamos! —Abre la reja —¡Hay que irnos! —Toma mi mano y me hace correr —Mierda —se queja cuando se acercan guardias, así que me suelta y desenvaina su espada —. Corre por allá, hay una salida y escóndete allí, iré a buscarte en cuanto termine.

Asiento y me dirijo, levantando mi vestido para correr, yendo a donde me indicó. Oigo el choque de espadas con un guardia y cuando cruzo en el pasillo, ya no veo la lucha. Respiro con agitación, entonces apoyo mi espalda en la pared esperando.

—¡Ja! Estás solita —se burla otro guardia que viene.

Alzo una ceja.

Evidentemente este hombre no me conoce, claro es un guardia del reino de los cielos, mi fama está en el desierto, igual siempre terminan subestimándome, en donde sea.

El guardia intenta atraparme y le pego un puñetazo en la cara, el cual le ha dado en la nariz, así que se desmaya por culpa de la sangre supongo. No lo maté, ¿no? Creo que no. Investigo y me levanto cuando veo otro guardia. Este se me acerca, entonces le doy una patada en la ingle, termina adolorido en el suelo. No me puedo quedar esperando, vienen más. Le pego un codazo a otro e intento esquivar a uno. Conozco este tipo de situaciones, quedarse en el lugar no es seguro, pero es que Askar no venga, es un problema. Ni siquiera conozco el sitio como para al menos guiarme un poco.

¡Ya no hay tiempo!

Vienen más así que corro, no puedo aguardar más, son demasiados, y está bien que sepa pelear, pero varios contra uno no es justo.

—Belleza del desierto —Me detengo visualizando a la reina —. Te estaba esperando —dice tocando una esfera violeta.

—¡Bruja! —grito y se ríe.

—Ese insulto no está tan errado —Apoya una mano en una palanca y la activa —¿Te gustan las sanguijuelas? También van en el menú de mi poción.

—¿Poción? —Alzo una ceja —¿Qué poción?

—Es una lástima que no llegues a vivir como para ver mi gran hazaña —Mueve la palanca y una compuerta se abre debajo de mí —. Espero que te duela.

—Qué alentador —exclamo con sarcasmo y comienzo a correr —¡Mierda! —chillo intentando agarrarme de algo para no caer.

Abajo hay una pileta llena de sanguijuelas, oh dios qué asco.

Acabo de descubrir que tengo una nueva fobia.

—Me... me caigo —Me sostengo del borde con fuerza.

La mujer camina alrededor para acercarse y pone su zapato sobre mis dedos.

—No es personal, es que eres la única que me sirve.

Aplasta con fuerza mi mano, entonces chillo, termino soltándome por el dolor y parece todo en cámara lenta cuando caigo, terrible, horrible desesperación.

Belleza del Desierto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora