Capítulo 25

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Jaelyne

Rebecca hasta hace un rato me amenazaba con su poder de agua o yo qué sé, pero ahora la encuentro en el pasillo acosada por el rey. Lo podría mandar a volar en un santiamén esa mujer, estoy segura. Tan santito que se veía ese viejo verde, pero nadie acosa a una mujer delante de mí, ni siquiera un monarca.

El hombre tiene acorralada a la concubina contra la pared y se nota el desagrado de ella, así que apresuro el paso.

—¡Su majestad! —lo llamo y deja de tocarla, apartándose de Rebecca —Buenas tardes —Hago una reverencia —. Su hijo me envía a buscarlo, me dijo que era urgente una conversación con usted —le informo sobre mi mentira.

—Entiendo, gracias por avisar —disimula, lo que no finge es su mirada lasciva hacia mí, ya que me observa de arriba abajo —. Gracias, belleza del desierto —Me sonríe y luego mira a Rebecca —. Seguiremos nuestra conversación en otro momento, belleza del océano —Le da un beso en la mano y se retira.

Una vez que está fuera de mi línea de visión, observo a Rebecca, la cual se acomoda la ropa avergonzada y no dice ni una sola palabra.

—No sé mucho de reglas pero... —Hago una pausa —¿no sé supone que no puede tocarte porque eres concubina de Kael?

Sí, algo de atención le presté a las lecciones de la Dama, extraño, pero cierto.

—Es el rey, es su palabra contra la mía —Baja la vista —. Ya sabes quién va a ganar.

—¿Disculpa? —Alzo una ceja —Tú ahogas gente, ese hombre estaría muerto si quisieras.

Se ríe.

—Si lo hiciera, tiene pruebas contra mí, terminaría en la horca, no es tan fácil, además no estoy en mi hogar, este lugar me sofoca, no puedo —Suspira —. Luego de que mataron al guardia con el que huí, tiene todavía más pruebas contra mí, de hecho... ahora le es más fácil aprovecharse, ya que no permanezco en el cuarto de Kael —Presiona el puño —. El rey pidió mi ejecución, pero en realidad estaba feliz de no concretarla —Mira hacia la ventana —. Ojalá pudiera volver al mar —dice con tristeza.

Frunzo el ceño.

—Si no lo haces tú, lo haré yo.

Se gira a mirarme y me sonríe.

—Te juzgué mal, lo veo, gracias.

—Esto es incómodo —opino.

Se vuelve a poner seria.

—Ni creas que te regresaré el collar —me aclara.

—Lo sospeché, mira, no hace falta que seamos enemigas, puedes ser mi aliada, puedo ayudarte —Extiendo mi mano hacia ella —. Ayudémosnos de forma mutua.

Me quedo con la mano quieta, ya que se queda mirándola, pero al final no la acepta, así que la bajo cuando sube la vista a observarme fijo a los ojos.

—Estás a prueba —me aclara.

Trago saliva y me da un escalofrío.

—Bueno... ¿y si te ayudo con Kael?

Entrecierra los ojos.

—¿A qué te refieres?

—Aún no te decides si irte porque te sofocas o quedarte por el amor de Kael, también podríamos escapar juntas, pero si todo eso no te satisface, podemos pensar en otras opciones ¡Yo también quiero largarme de aquí! ¿No es acaso que venimos del mismo lugar? Ayúdame.

Suspira y baja la vista.

—Lo pensaré —Se gira y da una orden a sus criadas —¡Vámonos! —Las mujeres la siguen.

Las muy malnacidas estaban escondidas mientras el tipo la atacaba, qué asco de gente. No sé si son peores que en mi barrio, pero que están mal de la cabeza, eso seguro. Bueno, no interesa ahora, aquí lo que importa es lo mucho en que Rebecca puede servirme.

Voy consiguiendo aliados, es mi día de suerte, aunque no debería confiarme tanto.

Todavía debo enfrentar a Fared.

Belleza del Desierto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora