Capítulo 15

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Kael

Despierto en la madrugada y me inclino en mi cama, observo que Jaelyne no duerme en el sillón, así que frunzo el ceño. Me levanto rápido del colchón, me visto con una prenda nada más, nada rebuscado y salgo de los aposentos para buscarla.

Teníamos un trato y hace esto, qué desubicada.

Veo que el guardia duerme, parado al lado de la puerta, y lo miro de mala manera, pero no lo despierto, por las dudas.

Camino por los pasillos y me detengo en dirección a la cámara de la alberca. Pienso en Rebecca, recordando en que dijo que estaría por ahí, aunque ya la hora ha pasado de eso, voy en dirección hasta allí. Mis sospechas son acertadas, cuando veo a Jaelyne en la orilla, mirando el agua.

¿Qué no lee las reglas? Es seguro.

Me le acerco despacio, alza la vista mirando las estrellas y el viento se mueve haciendo volar sus cabellos dorados.

Parece una hermosa pintura, una obra de arte de alto valor.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto cuando ya estoy cerca de ella.

Gira su vista hacia mí y su semblante sereno se esfuma, es notable que cuando está sola se siente mucho más calmada y mejor, como si le traería paz, para no tener que estar todo el tiempo a la defensiva.

—Me dió curiosidad —solo se limita a decir.

Pongo las manos detrás de mi espalda, cerradas en puños, cuando me paro a su lado.

—¿Tienes algún problema con Rebecca?

—Me da igual tu novia.

Hago una carcajada.

—¿Mi novia? Para nada.

—Pues eso parecía cuando se miraban —Alza una mano.

—¿Celosa?

—¿Por qué estaría celosa?

Miro hacia el agua.

—No lo sé —Sonrío —. Solo intento entender qué haces aquí. Me disculpo por ser irrespetuoso, como ella nombró este lugar, no encontré otra razón.

—Deberías dejar de escuchar a Endek, te está atrofiando el cerebro, aquí no hay nada romántico, solo cosas extrañas con el viento —Mueve la mano.

—¿El viento? —Alzo una deja y dejo de observar el agua para mirarla a ella.

—Sí, te dije que estoy sintiendo cosas raras, aunque todo es extraño aquí, así que no le tomo importancia.

Me río.

—Estás loquita.

—¡Tú lo estás! —Levanta su dedo índice.

—No se señala —la reprendo —. Maleducada —me burlo.

—Discúlpame, pero mi abuela me educó bien —Se cruza de brazos —. Me enseñó como no ser débil, aunque algunas cosas las aprendí yo solita —expresa orgullosa.

—Suena a una mujer fuerte —Le hago un cumplido.

—¡Lo era! —expresa emocionada —Una vez golpeó a tres tipos y los dejó tirados en el suelo.

—Vaya, qué impresionante —opino.

De repente se da cuenta que bajó la guardia y deja su emoción, volviendo a mirar el agua.

—Como sea ¿No puedo visitar la alberca? ¿Por qué me estás siguiendo?

—Si te hubiera visto un guardia estarías en problemas, pero te lo perdonaré, será nuestro secreto.

—No quiero secretos contigo, ya tengo suficiente con el de fingir estar en algún tipo de relación —Me observa extrañada.

Hago una carcajada.

—Dices esas cosas, pero no te he hecho nada que te haga incomodar.

—Tienes razón —Sonríe con malicia —. Esto de fingir, ni parece, creo que no sabes ni cómo se hace —se burla.

—¿Y cómo se hace? —Continuo sonriente.

—Cuando todos están mirándonos... —Se acerca despacio y agarra mi ropa, nuestros rostros están a centímetros nada más —nosotros deberíamos estar besándonos.

—Sí, seguramente.

—Pero me gusta más esto —expresa de manera seductora, cuando se arrima a mi cuerpo y de repente me empuja.

Caigo al agua y el chiste no le salió como quería, porque me agarro de su brazo, entonces ella se tropieza también, ambos terminamos empapados por la alberca.

—No sé qué pretendías, pero no te salió —digo molesto.

Se inclina porque se ha caigo sobre mí y me encuentro con su rostro, gotas de agua caen por sus mejillas, mientras las hebras de sus cabellos brillan por la luz de la luna, que combinan con cada líquido cristalino que los trasluce.

Creo que el enojo se me fue, aunque el de ella no.

—Mi punto es, que no vas a obtener nada —me aclara.

—Creo que me confundes con un aprovechado.

—Dijiste que sí debíamos besarnos —recalca.

Me río.

—Lo admito, caí en tu trampa.

—¿Me culpas a mí? —Golpea el agua.

—Y lo sigo haciendo, porque continúas sobre mí —Me río.

—Podría ahogarte —Entrecierra los ojos.

—No lo harías, soy tu único aliado, aunque por las dudas... —Agarro sus brazos y la giro, ahora soy yo quien se encuentra sobre ella —Esta agua está muy fría —Me río.

—¡Salte de encima! —chilla —¡Me quitas mi espacio personal!

—¿Lo tienes? —me burlo otra vez —Y si mal no recuerdo, tú no respetaste el mío.

—Tú querías besarme —Sonríe de lado.

—¿Por qué no? Eres una mujer hermosa.

Nuestros rostros siguen cerca, el silencio de la noche es indescriptible, nada podría interrumpir este momento más que ella, estamos tildados mirándonos, pero sé que no durará mucho.

Belleza del Desierto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora