Celo inesperado

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Entro en el piso de Rikichi con la llave que me obligó a coger. No quería al principio pero la idea de que haya una emergencia y no podamos entrar me hizo aceptarla a regañadientes. Cada día noto a Byakuya mas alejado de mi aunque, de vez en cuando parece acercarse algo. Obviamente, no los días que tengo que venir aquí obligado tan solo para que Rikichi se cargue de energía o yo que sé y no se apague como una vela consumida.

Aun no me creo demasiado todo ese rollo de la dependencia del omega por la marca pero ¿Cómo cuestionarlo si nadie sabe nada de estas cosas? Tan solo algunos parecen mas expertos y obviamente, todos nos creemos a pies juntillas las cosas que dicen. Si no fuera porque Zangetsu me confirmó que es cierto, habría mandado a la mierda hace mucho a Rikichi y su famoso padre.

-¿Tienes hambre?- Dice con una leve sonrisa.- He hecho taiyakis.- Yo arrugo el entrecejo y siento como mis tripas rugen.- No los he envenenado ni nada.

-No tengo hambre, gracias.- Le digo serio, como siempre. No me gusta ver o sentir esa tristeza en él, pero no voy a dejarme arrastrar por un chico manipulador de la lastima que todos parecen sentir por él.

Admito que su aspecto cada vez es peor. Cada día esta mas palido, no es tan viperino como al principio y mucho menos impulsivo. Su vientre parece no crecer tanto como el de otros omegas aunque mi experiencia se reduce a Byakuya, y él no cuenta porque traía dos bebes.

-Ya sé que no quieres estar aquí conmigo.- Dice mirando hacia abajo y apretando los puños.- ¡Pero al menos podrías disimular!

-¿Para que?¿Para darte falsas esperanzas? Eso sería aun peor.

-¿Es que nunca podrás sentir algo?

-Lo siento, Rikichi. Realmente desearía que esa noche hubieras tropezado con otro.

-Eso ya lo sé. Así tu podrías haber seguido con tu omega y tu vida feliz.

-Si, pero sobre todo porque tal vez esa otra persona, podría haberte hecho feliz.

Suspiro cuando por fin se va a dormir y recojo los platos de la cocina. Veo de reojo los taiyakis. Mierda, son mis preferidos y huelen genial, pero he aprendido por el mal camino que no puedo fiarme de nadie, en especial de Rikichi. Si yo fuera él, aprovecharía cualquier oportunidad para hacerme caer de nuevo y usar eso como baza para hacerme sentir culpable. Más aun. A estas alturas sé que el embarazo no va bien del todo. No es que haya problemas específicos, pero comienzo a sospechar que las advertencias de Urahara no eran simple palabrería. Tal vez sea ciero que Rikichi jamás debio quedarse en cinta.

***Yhwach***

Sonrio ampliamente cuando veo aparecer a Byakuya tras el carrito doble donde trae a mis gemelas, aunque lo que me hace sonreir no solo es tener a mi omega perfecto cerca sino ver la cara de estreñido del pelirrojo tras él. En cuanto llega a mi lado, aprovecho su despiste para rodear su cintura y besarlo en los labios aunque en seguida me aparta.

-¿Qué crees que estas haciendo?

-Saludarte. Despues de todo eres mi omega.

-Solo por interés mutuo.- Dice bajando el tono y mirando de reojo al pelirrojo que ha estado a punto de explotar y ahora intenta disimular su cabreo. Dioses, que divertido es esto.

-Sabes que aun así, eres demasiado especial para mi.

-Pues guárdate los saludos para tus otros omegas.- Dice mordazmente lo que me hace tener cierta esperanza de que los celos por fin hayan brotado en él.

-Ya te dije hace un par de meses, que podría dejarlos a todos por ti, si me aceptaras.

-Ni aunque fueras el ultimo hombre en la tierra.- Dice mirándome con tanto fuego que no puedo evitar ronronear seductoramente.

Nuevo Mundo (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora