Capítulo 50

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[Viernes 14 de Abril de 2028]

-Alexander Bondoni.

Sin darle lugar a dudas y negativas, puedo decir que mi hermanito es el bebé más lindo que he visto en toda mi vida. Y no, no lo digo porque se parezca a mí cuando era pequeño, lo digo porque realmente es muy bonito.

Los minutos que que mi papá tardó en llegar del hospital nos parecieron eternos a toda la familia ya que los seis estábamos muy ansiosos a la espera de conocer al bebé.

Sé que únicamente esperé tres meses para poder conocerlo -ya que la mitad del embarazo pasó desaparecido para mis papás y para mí- pero las ganas de conocer al bebé eran tan inmensas que él sólo hecho de tener que esperar otros veinte minutos para poder verlo me parecía algo imposible de hacer.

Yo necesitaba conocer finalmente a mi hermanito de manera adecuada, al igual que el resto de mi familia que también estaba desesperada por ver llegar el auto de mi padre.

La espera fue una completa tortura para todas las mujeres de la casa.

Mis abuelas se instalaron en la sala de estar para mantenerse al pendiente de la entrada y así percatarse del preciso momento en que mi papá llegara para  poder salir a recibirlos de inmediato. Mis tías ordenaron una y otra vez la cuna de la sala de estar para mantenerla lista por si mi hermanito venía dormido o en algún momento necesitaban recostarlo en un lugar donde pudieran estar al pendiente de él. Gianna se encargó de acomodar nuevamente todas las alacenas para asegurase de dejar las cosas del bebé al alcance para así facilitar el preparar los biberones cuando las necesitases alimenticias de mi hermano necesitaran ser cubiertas con urgencia extrema. La niñera corroboró que la habitación de Einar aún se mantuviera lo suficientemente limpia para recibirlo, verificó por milésima vez que ningún peluche o ropa de cama tuviera restos de polvo y se encargó de esterilizar todo para eliminar cualquier bacteria o partícula que pudiera afectar el sistema respiratorio del bebé y, por consecuencia, pudiera ponerlo en riesgo.

El nerviosismo se hizo presente de manera más marcada unos minutos después de la ida de mi papá, sin embargo Matías y yo nos mantuvimos esperándolo con un semblante mucho más tranquilo y calmado que el de nuestras abuelas. También queríamos conocer pronto al bebé, pero no teníamos porque demostrar esa enorme necesidad.

Matías y yo buscamos diferentes formas de pasar el rato sin hacer desorden ni limpiar la impecable casa. Jugamos un rato en la habitación de Matt, vimos un par de vídeos en mi laptop, dibujamos un poco y comimos un par de dulces que sacamos a hurtadillas de la cocina cuando Gianna no se encontraba dentro. Todos para poder hacer la espera más amena y no dejarnos dominar por los nervios.

Hasta que finalmente el ansiado momento llegó.

Mis abuelas saltaron del sofá apenas
se notificó por los altavoces que mi padre había dado la orden de abrir el portón eléctrico para poder ingresar a la casa. Niurka y Elizabeth abandonaron el interior de la casa lo más rápido posible y se quedaron en el pequeño pórtico a recibir a los recién llegados. Mis tías dejaron lo que estaban haciendo para seguirlas de inmediato fuera de mi hogar mientras que yo tuve que esperar un poco para salir pues debí ayudar a Matías a colocarse sus zapatos ya que, al parecer, a las cuatro mujeres se les olvidó el pequeño detalle de que mi hermano aún no sabe distinguir su lado derecho del izquierdo y por ende no puede aún colocarse los zapatos él sólo, además de que mis padres son algo estrictos en cuanto al tema de andar descalzos se refiera.

Mi papá Joaquín siempre nos regaña cuando vamos por la casa sin las sandalias especiales que tenemos para usar dentro, por lo que Matías y yo ya estamos más que acostumbrados a usar dichos zapatos.

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