Capítulo 35.

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Desperté y sinceramente me sentía extraño, dolía toda mi cabeza y apestaba a alcohol y vómito toda mi habitación. Pero, sorprendentemente, no fue eso lo que me hizo despertar, sino el golpe en los huevos que recibí por parte de un objeto duro.

Me levanté gimiendo de dolor y al mirar el objeto era un cuaderno viejo y pesado de Alanna. La observé con furia y ella estaba aún peor que yo.

- ¿Qué carajo te pasa?- Pregunté tratando de controlarme mientras enarcaba una ceja.- ¿Acaso no quieres que Sara-Lee y yo tengamos hijos?- Haber dicho eso solo provocó que me mirara como si tuviera tres cabezas y empezara a estrellar sus puños en mi pecho desnudo.

Hasta ahora notó que estaba en bóxers.

- ¿COMO PUEDES DECIR ESO DESPUÉS DE LO QUE HICISTE?- me gritó y yo la miré con confusión.- No te hagas el imbécil, ¡Eres un indolente cabeza de culo aplastado!- Siguió golpeándome y lloriqueando por algo que no entiendo hasta que papá apareció seriamente y la separó de mí.

- Mija, suéltalo y ve a casa de Sara-Lee, sus padres dicen que no se ha despertado aún.- Ella asintió y tras arrojarme una mirada de completo odio y asco se fue.

- ¿Ahora qué le pasa a esa loca?- Pregunté confundido mirando a mi papá.- Se supone que Sara-Lee vendría conmigo, ¿Qué mierda pasa?

Mi padre suspiró y tomó asiento en mi cama. Algo no estaba bien.

- No recuerdas nada de anoche.- Negué lentamente.

Solo recuerdo que hablábamos sobre su ida a Nueva York, no sé qué ha pasado y comienzo a preocuparme cuando papá se pasa las manos por el rostro.

- Lo diré sin anestesia porque ya estás grandesito para hacerte cargo de tus chingaderas.- Comenzó a decir.- Según tengo entendido, te metiste con otra vieja anoche en la fiesta.

Mi confusión se hizo aún mayor, yo no recuerdo nada de eso.

- ¿De qué hablas? Estuve con ella toda la noche, apá.- Dije sentándome contra el espaldar de la cama.

- Escucha, dúchate y luego llamas a Josh o algo para que te digan más, yo no sé nada más que lo que te dije.- Asentí y me encaminé de inmediato al baño.

Cuando el agua tibia tocó mi cabeza cerré los ojos y pensé en lo que papá acababa de decir. De la nada, un recuerdo corto y borroso me golpeó.

Sus achinados ojos estaban llorando mientras me miraban con dolor y decepción.

Estaba confundido, atónito, ¿De verdad yo...?

Otro recuerdo, el ascensor, el trasero que me llevaba.

No recuerdo quién era, ni siquiera vi su rostro.

Sin darme cuenta, lágrimas salían de mis ojos sin parar, y golpeé la pared con frustración. No recuerdo casi nada pero sí lo suficientemente para saber que papá tenía razón.

Salí de la ducha y me vestí rápidamente con lo primero que vi para ir corriendo a casa de Sara-Lee.

Mi pecho ardía y no sabía si era por el esfuerzo que le estaba dando al tomar aire tan rápido o por el sentimiento de culpa y rabia que me invadía. Al llegar a su jardín, la vi sentada en una de esas pequeñas sillas de ese mini juego de comedor que había de color blanco.

Su mirada estaba perdida, vestía una camiseta enorme de uno de sus padres y su cabello estaba atado en su coronilla completamente desordenado.

Sus ojos estaban fijos en el suelo, sus ojeras eran notables y no la veía con aquella luz que la caracterizaba. Ahí me preocupé, papá tenía razón.

Caminé hacia ella y al sentir mi presencia levantó la vista para observarme. Fueron tortuosos segundos en los que me detuve y seguí mirándola a los ojos, quería que entendiera que apenas recordaba algo de lo que pasó ayer y en serio quería abrazarla pero me lo impedía su mirada. No podría describirla.

Mi hermana salió de la casa con tazas de lo que supongo que es té y la dejó en la mesa para sentarse en la otra silla blanca y mirarme con odio voráz.

- ¿Qué vienes a hacer aquí?- Preguntó mi hermana mientras ella solo regresaba la vista al piso y secaba algunas lágrimas rápidamente.- Hiciste suficiente ya.

- Quiero hablar con ella.- Dije con seriedad.

- ¿Sobre qué? No tienes nada que decirle.- Volvió a hablar mi hermana pero mis ojos seguían en ella, no quería perderla pero no sé bien qué pueda hacer.- Lo hecho, hecho está.

- No recuerdo nada de lo que pasó anoche, Sara-Lee, lo prometo, ni siquiera sé quién era esa chica.- Traté de caminar hacia ella pero mi hermana se interpuso con rapidez.

- ¿Quieres saber quién era?- Preguntó con sorna y yo seguía mirando a mi hermosa chinita, quién cerró los ojos con fuerza.- Era la zorra de Courtney.- De inmediato mis ojos saltaron hacia mi hermana quién asintió confirmándolo.

No puede ser, nunca me ha interesado esa chica.

¡Carajo! Ni siquiera vale la pena.

- No puede ser.

- ¿Ah no?- Mi hermana suspiró con pesadez.- Meghan nos buscó y nos dijo que teníamos algo que ver en los pasillos del hotel, cuando salimos del ascensor, estabas tú hecho mierda con esa zorra pasando su lengua por todos lados.- No recordaba casi nada.

Regresé mi vista hacia Sara-Lee a quién se le salían lágrimas gordas y dolorosas de los ojos.

- Chinita, yo lo siento. Mi amor, estaba ebrio y no recuerdo nada, por favor, habla conmigo.- Supliqué caminando hacia ella y arrodillándome para que me mirara.

- Te disculpo, Espectro.- ¿Porqué me llamó así? Ella nunca lo hace.- Pero se acabó, terminamos.

- No ¡Mierda!- Dije sin poder evitarlo, dejándome caer al piso.- No lo hagas, por favor, escúchame.

- No hay nada que escuchar.- Ella estaba siendo dura, su voz tajante que escuché pocas veces en mi dirección me estaba matando.- No necesito una boba explicación de mierda para algo que ya no tiene sentido. Vete, tienes entrenamiento.- Espetó tajante y solo ahí me di cuenta que mis ojos derramaban lágrimas sin parar.

La tomé de los hombros e hice que me mirara.

- No sabía lo que hacía, por favor.- Supliqué una vez más.

Jamás me había sentido de esta manera, no me importaba estar suplicando de rodillas ésta vez, ella era todo lo que necesitaba para estar en paz conmigo mismo y fue por mi propia culpa que la estaba perdiendo.

- Vete, el entrenador Wick debe estar como loco por lo tarde que vas ya.- Dijo sin mirarme.

Sollocé sin poder evitarlo y me aferré a su cuerpo, la sentía temblar y sabía que estaba llorando. Las manos flacas de mi hermana tomándome con delicadeza de los hombros me separaron de ella, quién corrió al interior de mi casa, a pesar de mis gritos de súplica.

- Vamos, hermano.- Dijo Alanna abrazándome.- Te llevaré a tu entrenamiento, tienes una pelea importante pronto.

Mi pecho ardía con fuerza y mis ojos no paraban de llorar. No me importaba lo marica que estaba siendo en este momento, las consecuencias de mis propios actos estaban cayendo inevitablemente en mi maldita espalda y dolía como la mierda.

Nada estaba bien, la perdí después de lo díficil que fue tenerla conmigo y aceptar que era a ella a quien quería, simplemente la perdí.

HUG ME.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora