CAPÍTULO V. Alejarlos

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Cuando las dos muchachas bajaron, en el comedor encontraron reunidos a sus hermanos junto a su madre.
El almuerzo se veía delicioso, pero a decir verdad ninguno tenía mucho apetito luego de la charla de hacía unas horas atrás.

- Mis niños, ¿no van a comer nada?. Apenas tocaron sus platos.

- De momento no tenemos mucho hambre. - comentó Peter mirando a su madre con una sonrisa.

- El desayuno que nos dejaste esta mañana estaba delicioso. - agregó Lucy, también sonriendo y animando a sus otros hermanos a que hagan lo mismo.

- Creo que tendré que dejarles menos cosas para desayunar así pueden aprovechar mejor los almuerzos. - dijo la madre de los cuatro niños, devolviéndoles la sonrisa.

Los hermanos estaban en silencio esperando que su mamá les diga aquello que les quería decir.
Cuando decidió dejar de revolver la comida en su plato, armada de valor y con una mirada firme, miró a sus hijos y dijo:

- Tendrán que ir a casa de su tía Alberta. He estado hablando con amigos y conocidos en Londres y me han dicho que vendrán tiempos difíciles, oscuros y difíciles.

Los hermanos se miraron con desconcierto e indignación, a nadie querían menos en el mundo que a su tía Alberta.

- Pero, ¡mamá! ¡no queremos irnos! - sentenció Peter, algo molesto.

- ¡Y menos a lo de la tía Alberta! - agregaron Edmund y Lucy casi al mismo tiempo.

Susan permanecía en silencio. Aunque, al igual que sus hermanos, no le agradaba la idea de vivir con su tía, creía que irse del pueblo la ayudaría a despejarse; a no pensar tanto en aquello que tanto extrañaba.

Con algo de tristeza al oír las palabras de sus hijos, pero manteniendo su mirada firme, la mujer se mostró convencida que alejarlos era lo mejor. Sí, alejarlos, así sea con su tía Alberta, los iba a mantener a salvo.

Las Crónicas de Narnia. El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora