CAPITULO XXXIII. Algo anda mal

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Los ojos color cielo de la joven se abrieron perezosamente. Sintió el frío de las mañanas narnianas ingresar por la ventana, por lo que se cubrió con la manta que estaba a su lado.
Estiró el brazo hacia el costado y notó que su compañía ya no estaba allí. Se sonrió, porque sabía que habría ido a desayunar o estaría en alguna reunión. Si había algo que Caspian odiaba era llegar tarde a reuniones.
Miró a su alrededor con una enorme sonrisa. Aquel lugar la hacia sentir bien, segura. Era el lugar del joven Rey que ahora también se había convertido en su lugar.
Se levantó envuelta en la manta y se dirigió a sus ropas para vestirse, evitando pisar la cera de las velas que yacía desparramada por todo el suelo.
Antes de irse a su habitación a arreglarse, observó una última vez por la ventana de aquel cuarto. Esa vista era tan maravillosa, se volvía una especie de vicio.
Mientras su mirada se perdía observando los bosques y el cielo despejado, se empezó a sentir mal. Un dolor inmenso la invadía, sentía que algo le estaba quemando desde la garganta hasta el estómago. Parecía que iba a caer desplomada en el suelo en cualquier momento.
Se sostuvo de una silla que se encontraba cerca y se quedó en la misma posición por unos minutos, sentía que si se movía se caería.
Cuando empezó a sentirse un poco mejor, se levantó y se vistió lentamente. Al terminar, se dirigió a la puerta de aquel cuarto y comenzó a caminar por los pasillos rumbo a su habitación.
En el camino se encontró con su pequeña hermana, que ya se encontraba pronta para ir a desayunar.

- ¡Por Dios, Su! ¿Qué es esa cara? - dijo Lucy con algo de gracia al percatarse de la terrible apariencia de la muchacha.

- Hola, ¿no? Me siento un poco mal del estómago. Debe ser algo que he comido estos días. - respondió Susan tratando de pasar por alto el tema.

- Quizás no es algo que comiste sino algo que no comiste. Susan, no te he visto tocar un plato de comida en estos últimos días. Los desayunos no cuentan, obviando que sólo tomas un té.

La mayor de los Pevensie sabía que la jovencita algo de razón tenía. Después de todas las amenazas y preocupaciones que habían sufrido, había perdido el apetito por completo.

- Te espero mientras te cambias y bajamos juntas a desayunar, si quieres. - agregó Lucy dando unas palmaditas en el hombro a su hermana.

Susan siguió camino a su habitación, con Lucy de escolta a su lado. Allí se dió un baño y se vistió, se sintió mucho mejor. Quizás fue el baño con agua caliente, o quizás la reconfortaba la presencia de su hermana.
Luego de vestirse, ambas salieron del cuarto y mientras bajaban por las grandes escaleras camino al salón, la joven comenzó a sentir como su cabeza le daba vueltas y el dolor que la había invadido anteriormente regresaba aún más fuerte.
Detuvo el paso de golpe, alertando a Lucy que intentó atraparla antes que se desplomara en los escalones.
La más pequeña de los Pevensie comenzó a pedir ayuda, mientras ayudaba a su hermana a sentarse en el escalón.
Alertado por los gritos, apareció Edmund que ya se encontraba desayunando. De Peter y Caspian aún no había rastros.

- ¡¿Qué sucede?! - exclamó el jovencito mientras subía corriendo las escaleras.

Al llegar a donde estaban sus hermanas, se encontró con una Susan envuelta en una posición fetal apretándose el vientre con fuerza; y una Lucy sentada a su lado rodeándola con sus brazos intentando calmarla.

- ¿Su? ¿Qué pasa? - dijo Edmund en un tono de voz que casi ni se escuchaba, acercándose a la joven.

- Hoy cuando la encontré camino aquí se sentía mal. Pensamos que quizás es porque no come bien hace días. - respondió Lucy sin dejar de atender a su hermana.

- Vamos, ayúdame a llevarla a su habitación. Le avisaré a Caspian para que busque a un doctor.

La pequeña asintió y junto a su hermano cagaron a Susan y emprendieron camino a su cuarto. Allí la acostaron y procuraron que se sienta algo mejor ofreciéndole agua y acomodándole las almohadas.

- ¡Al fin los encuentro! ¡Los estuve buscando por todo el castillo, nadie sabía dónde estaban! - dijo Edmund entrando en la habitación de Peter donde aún se encontraba Caspian.

- ¿Qué pasa, Ed? - preguntó el mayor de los Pevensie al notar a su hermano alterado.

- Es Susan, casi se desmaya bajando las escaleras. Tiene un fuerte dolor de estómago. Lucy cree que puede ser porque hace días no está comiendo bien, pero deberías llamar un médico para que la revise. - respondió el joven mirando a su cuñado.

Caspian mandó a llamar inmediatamente al médico del castillo, quien se dirigió junto a los tres muchachos al cuarto de Susan.
La muchacha estaba recostada junto a su pequeña hermana. Se veía un poco mejor pero algo pálida.

- No hacía falta que traigan un doctor, no es para tanto. No he comido bien estos días y digamos que no han sido tiempos muy tranquilos, es eso. Tranquilos. - dijo la joven algo molesta por la cantidad de gente que había en su habitación observándola.

- Su, sólo deja que te revise. Es para quedarnos tranquilos, nada más. - agregó Caspian tomándola de la mano.

Algo molesta, Susan accedió a ser revisada por el médico.
Mientras todos esperaban afuera, en el cuarto los ojos azules de la muchacha se abrían como dos monedas tras la suposición del doctor que la había revisado.

- Majestad, ¿hay alguna posibilidad que esté embarazada?

Las Crónicas de Narnia. El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora