CAPITULO IX. El pequeño gran amigo

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Después de jugar un buen rato en las hermosas aguas de ese mar, los hermanos se sentaron en la arena a debatir que es lo siguiente que harían.

- Deberíamos recorrer. - dijo Edmund.

- Sí, y buscar algo de comida. Y refugio, ya saben que las noches aquí son muy frías. - agregó Susan.

Peter y Lucy asintieron al plan de sus hermamos y emprendieron camino.
Aún no sabían bien en qué parte específica estaban de Narnia, pero conocían el lugar como a la propia palma de su mano. Se iban a ubicar pronto.

Caminaron un buen rato hasta que Lucy, agotada por la caminata, sugirió descansar. Los demás aceptaron y se sentaron junto a la niña en el pasto, rodeados de los árboles que formaban parte de un inmenso bosque.

La noche fue cayendo, y con ella se avecinó un gran frío. Como Susan había advertido. Edmund y Peter consiguieron hacer fuego, lo que les permitió acostarse y descansar hasta la mañana siguiente.

Al alba, Lucy despertó por un sonido proveniente del bosque.

- Susan, despierta.

- Mmmhmmmm...

- ¡Despierta, Susan! Escuché un ruido en el bosque.

- Silencio, Lu. Cinco minutos más.

La pequeña Pevensie notó que sería imposible lograr que su hermana se levante y la acompañase, si Susan tenía una característica era su sueño profundo; por lo que decidió adentrarse sola en el bosque para ver de dónde provenía aquel sonido.
Una vez allí, lo escuchó de nuevo. Parecían ramas que se rompían al pisarlas.
Cada vez que se adentraba más en el bosque, más fuerte lo escuchaba.
En un momento escuchó los sonidos tan cerca que se alarmó, y giró de golpe para ir hacia donde se encontraban sus hermanos.
Cuando se dió vuelta, se llevó una gran sorpresa.

- ¡Reina Lucy! ¡Es usted!

- Trumpkin, ¡qué alegría me da verte! - dijo la pequeña abrazando con gran emoción a su amigo.

- ¡Por los bigotes de Aslan! Qué suerte que no disparé la ballesta.

Ambos rieron y se dirigieron caminando hacia donde se encontraban los demás.
Los hermanos aún se encontraban descansando, pero al acercarse Lucy se despertaron con el ruido de sus pasos.

- ¡No puede ser! ¡Trumpkin! ¡Amigo! - exclamó Peter yendo a abrazar al enano.

- Gran Rey Peter, un honor verlo otra vez.

Edmund y Susan siguieron a su hermano y le dieron un gigantesco abrazo a su pequeño amigo, casi dejándolo sin aire.
Luego del reencuentro, todos se sentaron en el pasto a charlar.

Las Crónicas de Narnia. El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora