CAPITULO XXXVII. Justo a tiempo.

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Unos minutos antes, el joven Rey se había despertado agitado producto de una pesadilla. Se quedó unos minutos en su cama observando por su ventana la vista de aquella fría noche narniana.
Pensó que una leche caliente lo ayudaría a descansar, así que emprendió camino hacia la cocina.
La oscuridad de aquellos pasillos lo ponían algo intranquilo, pero a decir verdad, pocas cosas asustaban al muchacho. Siguió caminando decidido por las penumbras, abrigándose con su bata ya que la helada parecía pequeñas agujas que se clavaban en su piel.
Cuando estaba por llegar a la cocina, pudo notar que el frío se volvía cada vez más fuerte y que la luz de allí estaba encendida. En ese momento, al sentir ese invierno cerca, supo que no se trataba de un frío proveniente de una ventana abierta. Supo que algo no estaba bien.
En silencio, dió marcha atrás hacia una habitación donde se encontraban algunas pertenencias de soldados y personal del castillo. Tomó una espada procurando no hacer ningún tipo de ruido, y en puntas de pie camino hacia la cocina.
Asomó uno de sus ojos por la puerta y notó aquella figura de espaldas. Ni bien la vio supo de quien se trataba. Después de todo lo que había vivido, la reconocería en Narnia o cualquier otro mundo.
Lo que no podía distinguir con claridad era a quién le repetía aquellas palabras. "Acércate, mi niña", se escuchaba una y otra vez.
En completo silencio avanzó un par de pasos más y pudo ver en el suelo restos de porcelana, y al lado, manchas rojas que le indicaban algo que temía: sangre.
¿Quién estaba allí? ¿La Bruja Blanca ya le había hecho daño?
En su interior tenía terror de que se tratase de alguna de las Reinas, pero si hacia algún movimiento abrupto lo descubriría y todo sería inútil.
Agachó un poco su cabeza y dió un par más de pasos, para finalmente obtener respuestas.
Los ojos azules de Susan seguían hipnotizados por aquella figura de hielo, nieve y frío que la llamaba constantemente. Su mano, llena de sangre, se acercaba lentamente hacia la de la Bruja Blanca; quien estaba ansiosa por ese contacto.
En ese momento, el muchacho recordó la profecía que Aslan les había mencionado al vencerla.
"Sólo la sangre de un Rey hijo de Adán o una Reina hija de Eva podrán liberarla".
Claro que todos pensaron que eso nunca sucedería, pues ninguno de ellos querría liberarla. Lo que pasaron por alto era el poder de Jadis, ya que ella se haría presente para intentar cumplir aquella profecía.
Se armó de valor, empuñó su espada y con decisión la clavó en el revés de la Bruja que se desplomó en un solo grito; dejando la habitación cubierta de trozos de hielo y nieve.

- ¡Susan! ¡Dios mío, Susan! ¿Te encuentras bien? - grito desesperadamente acercándose a la muchacha, tomándola en sus brazos.

Por más esfuerzos que hacía, Susan no despertaba. Había cerrado sus ojos y se había quedado como dormida.
Envolvió su mano herida con unas telas que encontró en la cocina, y se quedó a su lado intentando una vez más que despierte.
La joven comenzó a abrir perezosamente los ojos, que parecían ya haber salido del trance hipnótico y abrazó con todas sus fuerzas a aquel que le había salvado la vida, y había salvado a Narnia de un invierno eterno.

- Yo, yo... Yo no quise. No sé qué pasó. - dijo Susan aún algo confundida y atemorizada.

- No te preocupes, Su. Estoy contigo. Todo estará bien.

- Gracias, Ed. Me alegra que hayas estado aquí.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2020 ⏰

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