Caspian y Susan se encontraban dormidos en la habitación de la muchacha. Aquel chocolate caliente los había adormecido, y, además; debían descansar ya que al otro día se encargarían de asuntos de la boda. Aún no habían fijado una fecha específica, pero ambos deseaban que sea pronto.
A eso de las dos de la mañana, bajo el imponente silencio de la noche narniana, Susan abrió perezosamente sus ojos.
La joven sentía que había dormido mil años, aunque en realidad, sólo habían sido un par de horas.
Observó a su costado y notó a su prometido profundamente dormido. No pudo evitar observarlo por unos segundos, contemplando aquella belleza que la enloquecía.
Intentó una y otra vez volver a conciliar el sueño, pero fue en vano. Considero que había sido muy mala idea haber comido aquellos bocadillos de café junto al chocolate.
Decidió que quizás un té la ayudaría a descansar, por lo que tomó su bata y emprendió camino a la cocina.
El castillo se encontraba en completo silencio. A Susan le agradaba esa tranquilidad, pero a decir verdad, encontraba algo inquietante aquella oscuridad. Apuró el paso y trató de llegar lo más rápido posible a donde se dirigía.
Al llegar, notó que la cocina también estaba completamente a oscuras. Por suerte encontró una vela en la entrada y la llevó consigo para preparar el té.
Mientras el agua calentaba en el fuego que iluminaba un poco el lugar, la muchacha posó sus ojos azules en la ventana que le permitía contemplar el cielo estrellado.- Susan... - dijo una voz que parecía venir desde algún lugar de la cocina.
La joven se dió vuelta, pensando que se trataría de alguien del castillo que vendría a ver si necesitaba algo. Para su sorpresa, no había nadie.
"Esos dulces me deben haber afectado un poco", pensó. Esas palabras que repetía en su cabeza la tranquilizaban. Es que en realidad, no quería pensar otra cosa.
Notó que el agua ya estaba casi lista, por lo que fue a tomar una de las tazas que se encontraban sobre la mesa.
Al tomarla, la cara de Susan se sumió en una palidez total. Quedó helada. Lo que sintió al tocar esa taza la dejó sin palabras.
Sintió que algo (o alguien) estaba tomando aquella porcelana que ella tenía entre sus manos. Esa presencia la tomaba con fuerza, impidiéndole realizar cualquier movimiento.
En su intento por reaccionar y alejarse, notó como la taza terminó cayendo bruscamente al suelo; rompiéndose en mil pedazos.
Quizás lo mejor hubiese sido salir corriendo de aquel lugar, pero en su confusión y miedo Susan decidió juntar los restos que habían sido desparramados. Mientras juntaba uno por uno aquellos pedazos de porcelana, uno hirió su mano, provocándole una profunda herida que no dejaba de sangrar.- Maldición. - pronunció la muchacha algo ofuscada por lo sucedido.
Al levantarse para limpiar su herida, sus ojos color del cielo se vieron encandilados por una luz que se acercaba y se hacía cada vez más fuerte. A su vez, un frío que le atravesaba los huesos comenzó a sentirse.
- Susan, mi reina. - dijo una voz que parecía atravesar aquella helada.
- ¿Quién es? - preguntó Susan con su voz entrecortada. Un miedo aterrador la invadía.
- ¿No recuerdas mi voz, querida?
Lo que tanto habían tenido en ese último tiempo estaba allí. La tenía frente a sus ojos. Aquellos cabellos grises y rostro blanco la observaban con una sonrisa. Tenía algo hipnotizante que hacía que no pudiera apartar su mirada de ella.
- Ven, querida. Acércate. - dijo Jadis extendiendo su mano a la muchacha que había entrado en una especie de trance hipnótico.
Susan no reaccionaba. Algo en su interior le decía que se quedara quieta en el lugar. Pero no podía controlarlo, su cuerpo hacía lo contrario.
Con unos pasos pequeños y lentos, fue acercándose hacia aquella figura que le extendía la mano.- Rápido, mi Reina. Acércate. - repetía la Bruja cada vez que la muchacha daba un paso.
- ¡¿Hola?! ¿Hay alguien aquí? - pronunció una voz que se acercaba a la cocina.
La Bruja Blanca se alarmó al notar que alguien estaba por llegar. Necesitaba tomar la mano de la reina antes que se lo impidiesen.
- Vamos, mocosa. ¡Rápido! Una sola gota de tu sangre bastará para liberarme.
Extendió su blanca mano, a la que casi se le podían ver los huesos, de tal manera que casi llegan a tomar la mano ensangrentada de la joven que aún permanecía en un estado de hipnosis.
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Las Crónicas de Narnia. El reencuentro
AdventureCuatro hermanos. Un mundo. El deseo de volver. El deseo de reencontrarse. El amor entre una Reina y un Príncipe. Guerra. Dolor. Valentía. La felicidad de estar en casa... Narnia.